Bienvenidos al "Instituto de Ciencias y Culturas Indígenas"
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
Sor Juana Inés de la Cruz
Cada 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es una oportunidad para reflexionar sobre los avances y desafíos en la lucha contra la violencia de género en nuestras comunidades indígenas. En las comunidades kichwas, esta lucha ha sido una constante de resistencia y organización frente a la violencia y la discriminación. Durante décadas, las mujeres han enfrentado agresiones estructurales y personales, mientras construyen caminos de reivindicación y esperanza.
En el Instituto de Ciencias y Culturas Indígenas (ICCI), hemos acompañado procesos significativos, como la Escuela de Formación Política de Mujeres de la Ecuarunari “Dolores Cacuango”. Este espacio fue testigo de relatos desgarradores de violencia, pero también de voces firmes y comprometidas que narraron esperanzas y estrategias para el cambio.
Hoy, las jóvenes kichwas están al frente de esta transformación, con energía y determinación para exigir una vida libre de violencia y actuar en la prevención de nuevos casos. Este Día Internacional fue un recordatorio de que la lucha es colectiva, un llamado a unir esfuerzos para erradicar esta problemática y construir comunidades más justas.
Desde el ICCI, rendimos homenaje a estas jóvenes líderes, cuya voz representa nuestra esperanza de un futuro equitativo.
En la región andino-amazónica, los feminismos comunitarios se han configurado como una respuesta integral a la violencia. Estos feminismos trascienden las categorías occidentales, al priorizar la interconexión entre las personas, la naturaleza y la comunidad. Las mujeres indígenas no solo enfrentan al patriarcado; también defienden sus territorios, culturas y formas de vida. Este enfoque plural busca transformar las estructuras de poder desde la diversidad y el arraigo cultural.
El impacto de los femicidios en las comunidades indígenas es devastador. La pérdida de mujeres líderes, curanderas y guardianas de la tradición genera vacíos irreparables en la cultura y la organización social. Además, estos crímenes desestabilizan la cohesión comunitaria, perpetúan el trauma colectivo y refuerzan patrones de violencia colonial e histórica. A ello se suma la impunidad que acompaña muchos de estos casos, invisibilizando aún más la violencia de género.
En este contexto, las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), como en los casos Campo Algodonero y Rosendo Cantú, han marcado precedentes importantes. Estas decisiones destacan que la violencia de género hacia mujeres indígenas es una forma de discriminación múltiple —de género, etnia y raza— que los Estados tienen la obligación de prevenir, investigar y sancionar. Asimismo, subrayan la importancia de involucrar a las mujeres indígenas en la construcción de políticas que respondan a sus necesidades específicas.
Es inspirador observar cómo las nuevas generaciones están construyendo sus propias herramientas de lucha. Las Batukadas, por ejemplo, son una expresión poderosa de resistencia y empoderamiento a través de la música y la danza. Del mismo modo, movimientos como “Ni una menos, vivas nos queremos” han dejado una huella profunda, cuyas hijas y herederas continúan con pasión y radicalidad.
Aunque el camino es complejo y lleno de retos, las jóvenes indígenas están demostrando su capacidad para liderar cambios profundos, defendiendo sus derechos y su dignidad. Este espíritu merece ser celebrado y respaldado por todos nosotros.
En el boletín 162, nos complace contar con la colaboración de Luis Maldonado, compañero de muchos caminos, reflexivo y crítico, convencido de las vías institucionales y de política pública. En el artículo que nos ha concedido, de manera radical y clara, pone en cuestión paradigmas que durante años han sustentado la negación colonial de nuestra identidad, historia y proyectos. Es necesario debatir con libertad y flexibilidad sobre la racialización colonial que persiste, a pesar del tiempo transcurrido desde los procesos de despojo y dominación, y reflexionar sobre una república que aún niega brutalmente la existencia de la diversidad.
El siguiente texto del Instituto recoge testimonios de compañeros y compañeras de comunidades kichwas saraguros en la provincia amazónica de Zamora Chinchipe. Este trabajo nos permitió dialogar sobre el significado de “saraguro”. Pacha Macas, con infinito amor, nos dijo: “El compartir la tierra y el maíz —sara— con todos los seres del entorno, incluidos los gusanitos —guru—, cuya presencia en la chakra nos indica que los choclos están listos, nos espera para iniciar una nueva vuelta a la vida, la nuestra y la de todos los hijos de la Pacha Mama”. Este entendimiento nos invita a valorar las vidas entrelazadas en la Pacha Mama y a iluminar el nombre de un pueblo profundamente arraigado en el sur del país.
Finalmente, en el proceso de formación política, el Instituto ha dialogado y acompañado el trabajo de la Unión de Organizaciones Indígenas Kañaris de Suscal (UNOICS). Como otros procesos organizativos, el del pueblo kichwa kañari es una rama esencial de Ecuarunari y Conaie. Nuestro texto busca resumir lo vivido en estos meses: momentos sensibles, la experiencia de contar con mujeres jóvenes e incluso niñas, el legado vivo del Tayta Inocencio Loja, las charlas entre módulos y la alegría compartida al consolidar una comunidad de aprendizaje. Este recorrido tributa al vigoroso tejido de nuestra organización.
La Interculturalidad y los Complejos Coloniales
Luis Maldonado Ruiz (kichwa Otavalo)
La fiesta por la fundación española de Quito, es el espacio propicio, en el que se puede visibilizar como la interculturalidad no pasa más que de un discurso, y como los complejos coloniales nos dominan a sus anchas. En pleno siglo XXI ¿es posible que sigamos celebrando un evento de invasión, terror y muerte?
Como podemos apreciar, unos se regocijan celebrándola y vivando la fundación española, otros la rechazan por ser una fecha de nefasta recordación. Lo cierto es que la mayoría, simplemente desconoce lo que se celebra, lo que importa es que la fiesta nos distrae, nos recrea y nos permite olvidar, aunque por un momento, las duras condiciones actuales en las que vivimos.
Como desde hace cientos de años, la visión de la historia de los invasores se impone y prevalece, mientras que la historia de los “otros”, los “vencidos”, “los indios” se invisibiliza o simplemente se ignora. Luego de 200 años de independencia y creación de la República del Ecuador, resulta irónico volver a tratar este tema, tantas veces denunciado por su carácter colonialista, que afrenta la memoria y dignidad de los diversos pueblos originarios o primeros habitantes de estas tierras.
Como es conocido, decir que Quito fue “fundada” por los españoles, cuando Kitu, existió siglos antes de la presencia española, con esta celebración se oculta una invasión violenta y bárbara, auspiciada por la élite económica, comercial – bancaria y la monarquía española del siglo XVI, ocultando, además la historia de los pueblos milenarios que existieron antes de la colonia y el dominio tawantinsuyano. La ignorancia y el colonialismo interno vigente hasta nuestros días reproducen esta visión dominante, que ha logrado arraigarse en nuestro ser social, cultural. En realidad, poco esfuerzo se hace para descolonizar la historia, nuestra conciencia social y política.
Revertir esta situación implica indagar sobre el origen colonial, tanto de nuestra sociedad como del Estado, que han determinado nuestra forma colonizada de ser ecuatorianos. Tomar conciencia que vivimos un colonialismo interno y internacional, es un imperativo político.
Ilustremos esta condición colonial, revisando brevemente los discursos desde el poder y algunas preguntas que esclarecen esta condición: ¿Por qué la sociedad, la clase política y las mismas ciencias sociales, identifican a una parte de la población ecuatoriana, como “indio” o “indígena” y a otra parte, como “no indígena”, “mestizo” o “blanco-mestizo”?
Se trata de explicar que esta denominación se debe al error histórico que cometió Cristóbal Colón, cuando llegó a las islas del Caribe, porque pensó y murió convencido de que llegó a las Indias Orientales; esto es Asia. Por lo que, se usó el gentilicio “indio” para denominar a todos los habitantes de Abya Yala (América). Sin embargo, también sabemos que unos años después de Colón, Américo Vespucio “descubrió” o mejor dicho se dio cuenta que estas nuevas tierras eran un “nuevo continente”. La pregunta es ¿por qué se mantuvo la denominación de indio para los habitantes originarios de este continente, si sabían que Colón cometió ese error? La respuesta, tiene relación con la experiencia y la evidencia histórica de que en todo acto de dominación; “el dominador requiere diferenciarse del dominado con el fin de consolidar esa relación de dominio”.
Así se comprende que, el invasor europeo estableció una diferenciación racial, cultural y social para legitimar esa relación de dominación e imponer un orden social, económico y político, que reduce al “otro” a la condición dominado. Desde esta perspectiva, “indio” es una categoría jurídica, política, social y étnica que designa al “otro” en tanto dominado, caracterizado por su condición de inferior, siervo, salvaje, primitivo, idólatra, adverso al dominador que asume la condición de superior, civilizado, cristiano, etc., de donde deviene la jerarquización de la sociedad racializada, de clases sociales y religiosa.
Esta categoría ideológica y económica nos permite entender cómo somos ahora, las características de nuestra sociedad y los valores y antivalores que nos rigen. Para conocer los fundamentos de esta ideología veamos lo que pensaban algunos de sus más ilustres intelectuales y gobernantes a lo largo de nuestra historia.
Gines de Sepúlveda representante de la Corona Española ante el Consejo de Indias (siglo XVI), decía, al comparar a los habitantes del nuevo continente con los europeos, que “con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como los niños a los adultos y las mujeres a los varones… estoy por decir que de monos a hombres”
La Constitución de 1830, con la que se funda el Estado Ecuatoriano, manifiesta en el “Art. 68. Este Congreso constituyente nombra a los venerables curas párrocos por tutores y padres naturales de los indígenas, excitando su ministerio de caridad en favor de esta clase inocente, abyecta y miserable”.
Los ideólogos de la modernidad Latinoamericana como Domingo Faustino Sarmiento, reconocían la superioridad de la civilización europea, afirmando que se debe “reconocer las leyes inmutables, las razas fuertes exterminan a las débiles, los pueblos civilizados suplantan en la posesión de la tierra a los salvajes”. En igual tenor, Juan Bautista Alberdi, liberal argentino proponía como punto de partida de su proyecto político “…en América gobernar es poblar, poblar de occidentales y despoblar de aborígenes”, “América esta conquistada, es europea, y, por lo mismo, es inconquistable”.
¿Esta visión es diferente a las declaraciones que los gobiernos contemporáneos de nuestro país, han realizado frente a la lucha por sus derechos colectivos y reivindicaciones sociales realizada por las nacionalidades y pueblos? Los discursos gubernamentales manifiestan la preocupación porque los indígenas son reacios a “integrarse a la sociedad” “no quieren beneficiarse de las bondades del sistema y del desarrollo capitalista”, temen porque afirman que “los indígenas están manipulados” por agentes externos de derecha o de izquierda, porque son “infantiles” o “menores de edad”, es decir, no tienen capacidad para tomar decisiones como adultos, como personas. Su preocupación por el “interés nacional”, o “el desarrollo nacional” es la justificación para despojarlos de sus territorios y vulnerar sus derechos colectivos, cuando en realidad lo que buscan es favorecer sus objetivos económicos y a su clase social, en detrimento de los “otros”, reducidos a la condición de pobres y marginados.
Como podemos apreciar, la condición de dominado y de inferioridad del indio se ha mantenido a lo largo de toda la historia de América Latina. En la actualidad el término indio, en la formalidad estatal ha desaparecido y es sustituido por el de “indígena”, siendo incluido con entusiasmo al discurso político y académico. A pesar de que estos discursos construyen progresivamente una nueva dimensión sobre el ser de los indios desde los otros, no hay que perder de vista, la vigencia de los rezagos coloniales en el uso discursivo de la diferencia y los procesos de integración enajenada.
Es importante insistir en el carácter colonizado de nuestro lenguaje y pensar cotidiano, por ejemplo, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, indígena “viene del latín indi (india) y el sufijo de raíz indoeuropea gen, entendiéndose por; ‘parir’, ‘dar a luz’, engendrar. De allí el sentido de primitivo habitante de un lugar o nativo. El que es natural del país, provincia, ó lugar de que se trata u originario de un lugar”. Entonces, ¿por qué si indígena quiere decir originario de un lugar, cuando se pregunta en el censo de población, apenas un 7% de la población afirma que es indígena y más del 70% dice que no lo es? Todos los nacidos en este país somos indígenas, pero como la acepción de “indígena” sigue relacionada con la de indio, entonces lo negamos. Este desarraigo psicológico, identitario y social, explica la crisis de identidad, de autovaloración, de cohesión social y el poco sentido de país, de amor y compromiso con su tierra y su gente. Somos una sociedad alienada y colonizada todavía.
Ante la colonialidad en la que vivimos los ecuatorianos, ¿qué hacer?, es evidente que seguirá existiendo el indio o el indígena mientras subsistan las relaciones de dominación. Es claro, por tanto, que los “indios” no aspiran a seguir siendo “indios”, sino que reivindican su estatus de pueblos con derechos innatos en tanto pueblos que, se denominan por sus nombres propios: Kichwas, Shuar, Chachi, Tsachila, etc., pues se trata de superar la condición de dominado y recuperar su dignidad como pueblos. Fausto Rainaga, pensador indígena boliviano decía: “la agresión más feroz del colonizador ha sido despojarnos de nuestra historia, sin historia no se es, y con una historia falsa, ajena, se es otro, pero no uno mismo”.
Los pueblos indígenas han planteado, un proyecto alternativo para superar esta situación, construir un Estado Intercultural y Plurinacional, constitucionalizado desde el 2008, es un proyecto que debe ser construido por todos los ecuatorianos, es un mandato constitucional, lamentablemente siendo un mandato de los ecuatorianos para que los gobiernos lo implementen, es otro de los temas postergados.
Por ello, vale recordar siempre que las celebraciones de las efemérides deberían tener una visión intercultural y descolonizadora, que nos permita una visión crítica de nuestro pasado, que nos permita entender y actuar para transformar nuestro ser colonizado y que nos haga participes de construir un futuro común respetando la diversidad. Las celebraciones rimbombantes, folklorizantes y atrapadas en el consumo, nos someten, nos colonizan, no aportan a una vida soberana, libre y digna.
Equipo editorial ICCI
Inti llukshik pushtuta
tuctu sisatapash
paykunapa ñawi rikuypi aparka
Guardaron en sus ojos
el lugar del nacimiento del sol
la flor de maíz que llamaban tuctu
Poema inédito, 2021
Yana Lucila Lema
En el corazón de la Selva Amazónica, entre la densa vegetación y las imponentes montañas del sur de Ecuador, se encuentra un pueblo milenario que ha logrado no solo adaptarse, sino también prosperar en este entorno: los Saraguros. Originarios de la región andina, específicamente de la provincia de Loja, migraron a Zamora Chinchipe hace más de un siglo en busca de una nueva vida. Esta decisión los llevó a explorar nuevos horizontes y a enfrentar grandes desafíos, pero también a encontrar un hogar lleno de oportunidades.
Las primeras visitas hacia Yacuambi comienzan aproximadamente en 1915. Según cuentan, la migración de los Saraguros hacia este territorio se debió a una gran sequía que afectó al cantón Saraguro. Las familias dedicadas a la ganadería se vieron obligadas a buscar zonas más productivas y húmedas, lo que les llevó a trasladarse hacia la Amazonía. En su camino, enfrentaron dificultades, pero su determinación y espíritu de comunidad les permitieron establecerse en territorios más fértiles, donde pudieron formar nuevas comunidades.
Al llegar a la Amazonía, los Saraguros se encontraron con un entorno desconocido, pero lleno de posibilidades. La selva, con su rica biodiversidad, les ofreció recursos para sobrevivir y prosperar. A través de la adaptación a este nuevo hábitat, han logrado mantener vivas sus tradiciones ancestrales, integrando sus saberes con las riquezas naturales de su nuevo hogar. La migración no solo fue un cambio geográfico, sino también un proceso de transformación cultural.
Construyendo un territorio, avanzando en otras coordenadas
La adaptación a la Amazonía no fue fácil. Los Saraguros enfrentaron desafíos significativos, como la falta de vías de acceso y la necesidad de aprender a navegar en canoas por los ríos. Al principio, viajar en canoa era complicado, y muchos de ellos debían dormir en el camino, enfrentando las inclemencias del clima. Sin embargo, su perseverancia y capacidad de organización les permitieron superar estos obstáculos. Con el tiempo, aprendieron a manejar las canoas y a utilizar los recursos del río, lo que facilitó su asentamiento.
La conexión con la naturaleza ha sido fundamental para su supervivencia. Los Saraguros han aprendido a aprovechar la rica biodiversidad de la selva, integrando el uso de plantas medicinales y alimenticias en su vida cotidiana. Han desarrollado actividades agrícolas con productos autóctonos como la yuca, el maíz y el cacao, logrando una simbiosis con su entorno que les permitió no solo sustentar su economía, sino también preservar sus tradiciones ancestrales.
Cultura, vida: contenidos para la resistencia en Zamora
A pesar de estar en la Amazonía, los Saraguros han logrado preservar vivas sus tradiciones culturales. Sus artesanías, en particular los tejidos con mullos[1], son una expresión profunda de su identidad cultural, la cual ha perdurado a lo largo de generaciones. Hoy en día, estas creaciones incorporan también elementos propios de la selva, inspiradas en su flora y fauna, lo que refuerza aún más su conexión con la tierra y su capacidad de adaptación.
Cambios, rehacer nuevos caminos
Sin embargo, la comunidad Saraguro enfrenta nuevos desafíos en la actualidad. El cambio climático, la expansión de la minería y la presión de las economías modernas amenazan su forma de vida. La minería, en particular, es una amenaza de contaminación de los ríos y la degradación del medio ambiente. A pesar de esto, la comunidad sigue unida, trabajando para preservar su cultura y asegurar un futuro sostenible para las próximas generaciones.
Los Saraguros han organizado esfuerzos para defender sus territorios frente a la minería ilegal. A través de la educación y la concienciación, buscan proteger su entorno natural y promover prácticas sostenibles. La reforestación se ha convertido en una prioridad, ya que saben que la salud de su entorno está intrínsecamente ligada a su bienestar. Su conexión con la Madre Tierra es fundamental, y su mensaje es claro: deben cuidar y respetar la naturaleza que les brinda vida.
La historia de los Saraguros en la Amazonía es un poderoso ejemplo de resistencia y adaptación cultural. Han logrado establecerse en un nuevo territorio, preservando sus raíces y construyendo relaciones armoniosas con las culturas amazónicas que los rodean. A través de su organización comunitaria, están trabajando activamente para fortalecer sus creencias y transmitir su legado a las nuevas generaciones.
La espiritualidad de los Saraguros sigue siendo un pilar fundamental de su identidad. A pesar de las influencias externas y la modernización, mantienen una conexión profunda con sus tradiciones espirituales. Las ceremonias ancestrales y el respeto por la Pachamama son prácticas que continúan vivas en su comunidad. Enseñan a los jóvenes sobre la importancia de sus raíces y el valor de mantener viva su identidad cultural.
Los Saraguros son conscientes de que el futuro de su comunidad depende de su capacidad para adaptarse a los cambios y enfrentar los desafíos que se presentan. La juventud juega un papel crucial en este proceso. Muchos jóvenes Saraguros están comenzando a involucrarse activamente en la defensa de su cultura y en la lucha por sus derechos. A través de la música, el arte y la educación, están creando un espacio para fortalecer su identidad y promover sus tradiciones.
El mensaje de los ancianos a las nuevas generaciones es claro: “El campo es vida”. Les instan a no olvidar sus raíces y a valorar la agricultura como una fuente de sustento y conexión con la tierra. La agricultura no es solo un medio de vida, sino también un legado cultural que deben preservar.
Lo comunitario como centro de vida hacia el “futuro”
La organización comunitaria ha sido clave para enfrentar los desafíos contemporáneos. Los Saraguros han aprendido a trabajar juntos, fortaleciendo la cohesión social y la identidad colectiva. A través de reuniones y actividades comunitarias, han logrado crear un sentido de pertenencia y solidaridad. Esto les ha permitido enfrentar juntos las adversidades, desde la defensa de sus territorios hasta la promoción de sus tradiciones.
Los Saraguros también están buscando alianzas con otras comunidades indígenas y organizaciones para fortalecer su voz en la defensa de sus derechos. La colaboración entre pueblos es esencial para enfrentar las amenazas externas y preservar su cultura. La unidad es su fortaleza, y están decididos a seguir luchando por su identidad y su territorio.
… Continuamos, diálogo intercultural y proyección
La historia de los Saraguros en la Amazonía es un testimonio de resistencia, adaptación y esperanza. A pesar de los desafíos que enfrentan, han logrado mantener sus tradiciones vivas y construir un futuro sostenible para las próximas generaciones. Su conexión con la tierra, su respeto por la naturaleza y su espíritu de comunidad son valores que deben ser preservados y celebrados.
Los Saraguros nos enseñan que, a pesar de las adversidades, es posible encontrar un camino hacia el futuro que respete nuestras raíces y promueva un equilibrio con el entorno. En un mundo cada vez más globalizado, su legado cultural y su conexión con la naturaleza son recordatorios de la importancia de la diversidad y la sostenibilidad. Su historia sigue escribiéndose, y su lucha por la preservación de su identidad cultural y su entorno es un faro de esperanza para todos aquellos que valoran la riqueza de la diversidad cultural y la conexión con la tierra.
[1] La palabra «mullu» en kichwa se refiere a conchas de moluscos bivalvos rojizos del género Spondylus. Fue importante en épocas prehispánicas como elemento de intercambio comercial y simbólico en Perú y Ecuador. Se consideraba indicador climático y alimento preferido de los dioses. Desde hace tiempo, es el sustantivo que en Ecuador se ha hecho de uso más frecuente por el español “cuentas”.
Suscal, como se van forjando los procesos
Equipo de Formación ICCI
«Aprendiendo de la historia, construyendo el presente, imaginando el futuro: La escuela de formación política en Suscal»
El Instituto de Ciencias y Culturas Indígenas se fraguó en la tensión del despojo a los conocimientos, teorías, aproximaciones y certezas que constituyen las ciencias indígenas; en ocasiones pretendidamente llamados “saberes”, como una forma de descatalogarlos de la episteme, de la ciencia. Recogiendo el legado de las y los ancestros, los fundadores y fundadoras del ICCI, desde los inicios de la década de los ochenta del siglo pasado, fueron aplicando con sensibilidad, perspectiva política de un futuro para todos, apuestas en el campo en disputa de la educación. Una educación que, de la exclusión total a los indígenas, solamente con luchas los fue incorporando; y no acaba de asumir el carácter constitucional de que la interculturalidad es un mandato de todos. Por años, desde la formación de maestros, en procesos de diálogo al interior de varias de las universidades de fines en los setenta e inicios de los ochenta; la incidencia en la política pública, con el gobierno de Jaime Roldós para dar inicio al proceso de Educación Intercultural Bilingüe; el trabajo intenso, dialogante entre compañeros de diversas nacionalidades y pueblos para, en conjunto con grandes maestras lingüistas, filólogas y educadoras, elaborar amorosamente, alumbrar metafóricamente material didáctico que pusiese en el centro del acto comunitario de aprendizaje las lenguas propias.
Desde esos tiempos, apoyando, construyendo y en procesos de acompañamiento desde el mismo Instituto para que la Educación Superior ecuatoriana ponga en cuestión los paradigmas coloniales; cuando se propuso desde el Proyecto Político de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas del Ecuador, en los años noventa; cuando se fue dando el proceso de concreción de la Universidad Intercultural Amawtay Wasi; se han vivido procesos largos y complejos de un espacio propio.
En relación con los procesos de formación política, así llamados desde las bases organizativas, como Instituto hemos acompañado desde nuestros inicios. Participando en la facilitación, en la realización de contenidos y durante varios años de la década pasada, con una escuela desde el ICCI, en la casita que ha acogido, acoge y esperemos que siga acogiendo; fue directa con jóvenes de diversas nacionalidades y pueblos. Una experiencia surgida de la escucha a lo que mandaban las comunidades.
En este Mushuk Nina del Instituto, con mucha emoción y convicción, hemos dialogado con varias organizaciones provinciales y cantonales, construyendo nuevos procesos de formación política. Este texto quiere informar sentipensadamente la experiencia del 2024, en torno a la Escuela de Formación Política que, con la UNIÓN DE ORGANIZACIÓN INDÍGENAS DEL CANTÓN SUSCAL DEL PUEBLO KAÑARI UNOICS, hemos trabajado.
La escuela en Suscal
Suscal, joven cantón de la provincia de Cañar desde 1996, siempre se ha encontrado entre los territorios que han ido concurriendo a la hora de pensar y repensar la proyección política desde las fuerzas populares. En 1996, con un naciente Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik MUPP-NP en esos tiempos, en este cantón de recientísima creación, forjado con el esfuerzo compartido desde el movimiento indígena de históricos dirigentes, como tayta Inocencio, hasta su primera alcaldesa y también primera mujer kichwa en conquistar una alcaldía. La cantonización, señala la web institucional del GAD cantonal, relata que desde el año de 1892, hasta un 20 de septiembre de 1996, Suscal se logra que sea proclamado como séptimo cantón de la provincia del Cañar. Un acontecimiento cálido y fundamental es el acompañamiento y homenaje que, para el proceso tanto como para el Tayta Inocencio Loja, ha sido contar con su palabra en algunas reuniones de la Escuela de la UNOICS; momentos en que hemos escuchado a viva voz la participación del pueblo kichwa kañari en la constitución cantonal de Suscal. La trayectoria del tayta fue un motivo inspirador de varios trabajos de las y los jóvenes estudiantes.
Es imprescindible considerar estos hechos para dar cuenta de cómo esta escuela tiene varias peculiaridades, como un componente de diversidad etaria, de tratamiento de género muy interesante y de un compromiso enorme en la discusión y el debate.
La Escuela de Formación Política en Suscal, organizada en colaboración entre el Instituto de Ciencias y Culturas Indígenas (ICCI) y la Unión de Organizaciones Indígenas Kañaris de Suscal (UNOICS), tiene como objetivo central fortalecer los conocimientos y la formación integral de los jóvenes del pueblo kañari. Este esfuerzo se inscribe en la visión más amplia del ICCI de contribuir a la consolidación de un Estado plurinacional e intercultural, promoviendo la armonía entre la comunidad y la naturaleza, alineado al concepto del Sumak Kawsay.
El proceso comenzó en mayo de 2024, tras un periodo de diálogo con organizaciones cantonales y provinciales para estructurar un espacio formativo que respondiera a las necesidades organizativas del movimiento indígena. El 12 de mayo, se firmó un convenio de cooperación interinstitucional con la UNOICS, estableciendo un programa de capacitación de siete meses con talleres mensuales en la sede de la organización en Suscal.
La capacitación tuvo como objetivos específicos fomentar el conocimiento sobre el Proyecto Político de la CONAIE y sus principios, fortalecer la organización comunitaria y promover el entendimiento de los derechos de pueblos y nacionalidades, humanos, ambientales y de género. También se buscó valorar la historia del movimiento indígena y desarrollar competencias en participación política, identidad cultural y manejo de temas como la migración. Un enfoque transversal es la comunidad de aprendizajes alrededor de la plurinacionalidad, la interculturalidad y contar con la historia del movimiento indígena ecuatoriano como un territorio firme, complejo y completo en el cual ir forjando compañeras y compañeros trenzados al territorio material y simbólico del pueblo kichwa kañari.
Durante el periodo que compartimos, se realizaron siete talleres que abordaron temas clave, como el Proyecto Político, la organización comunitaria, la historia del movimiento indígena, los derechos colectivos, la identidad y resistencia, la participación política y la migración. Cada sesión contó con el respaldo logístico de facilitadores y la entrega de material didáctico, adaptado a las necesidades de los participantes.
La metodología empleada fue participativa e inclusiva, combinando enfoques modernos con saberes ancestrales. Los facilitadores utilizaron recursos como presentaciones, videos históricos, políticos y didácticos y textos normativos. Además, se integraron narrativas culturales, debates y ejercicios prácticos para enriquecer el aprendizaje. Este enfoque promovió la reflexión crítica, el fortalecimiento de la identidad y el empoderamiento de los jóvenes para incidir en sus comunidades y contextos políticos.
La participación fue significativa en Suscal, reuniendo a 35 personas, de las cuales el 62% fueron mujeres. Este dato resalta el papel activo de las mujeres en los espacios de formación. Los talleres también fortalecieron la confianza de los estudiantes, quienes demostraron mayor seguridad al expresarse en público y una renovada valoración de su historia e identidad cultural.
Entre los logros destacados está la incorporación de nuevos participantes y el compromiso constante de dirigentes y exdirigentes, quienes acompañaron todo el proceso, generando un ambiente de apoyo y unidad. Además, se evidenció una preocupación activa de las familias, quienes participaron en actividades grupales y mostraron interés en los temas abordados.
En el cierre del programa, los estudiantes compartieron sus reflexiones, destacando la importancia de la cultura, la identidad y el liderazgo comunitario. Estos espacios no solo fortalecieron sus conocimientos, sino también promovieron la amistad, el trabajo en equipo y la autoconfianza.
A pesar de los avances, en diálogo hemos encontrado varias áreas de mejora, como la necesidad de estrategias para asegurar la asistencia constante, herramientas más participativas y temas de capacitación más alineados a los intereses juveniles. Se recomendó también reforzar la puntualidad y el compromiso de los participantes.
Así, la Escuela de Formación Política en Suscal ha sido un espacio transformador, donde las juventudes indígenas fortalecieron su identidad, conocimientos y habilidades para liderar procesos organizativos y políticos en sus comunidades. Este modelo educativo intercultural y participativo representa una herramienta clave para la construcción de un futuro equitativo y sustentable.
El futuro nos compromete no solo alrededor de la Escuela, ahora la resignificación de esta experiencia en, desde y con la comunidad suscaleña, posiblemente nos lleve a nuevos retos y a ampliar los cauces del diálogo intercultural y de la construcción de la democracia plurinacional.