Boletín No 135

ICCI

Editorial

20 años, el retorno de los ciclos


Este momento, al recordar los 20 años del levantamiento, es como cuando nosotros iniciamos un tejido. Un nuevo tejido, con otros diseños, de esta época, y que aún no hemos terminado y es importante hacer una gran minga para terminar el diseño de ese tejido, que se ha quedado en la mitad, para llegar a tener ese vestido nuevo, ese poncho nuevo que todos y todas estamos esperando. Ese tejido es el sueño, la esperanza de la liberación y ejercicio de nuestros derechos. El sueño y la esperanza de tener una vida con dignidad para todos y para todas”

Blanca Chancosa- dirigente indígena

La sangre de la tierra se expande, avanza por las avenidas de las ciudades. Un aire ancestral retorna a los sitios ultrajados, a los sitios pisoteados. Como el lodo que baja del páramo, los pies que fertilizan los suelos dejan el suelo del olvido.

Las raíces fuertes lo cubren todo, cubren las estructuras de la colonia. Son raíces que cantan, son extensas y antiguas. Tienen voces y ecos. Resisten al olvido del mundo del Capital, resisten a la agresión persistente. Resisten.

En 1990, la herencia de la vida en comunidad, el legado de la organización se vio en el retumbar de los pasos sobre las ciudades, sobre las carreteras. Eran nuestros muertos, nuestros vivos, era nuestra historia viva en las retinas de las gentes.

Quemaba, ardía como fuego purificador en un campo desierto. Se reía, nuestra historia larga, nuestra presencia de lucha se reía en los rostros de aquellos quienes querían detenernos.

La piel de la montaña inundó plazas, iglesias, gobernaciones, carreteras. Y entonces, los pueblos del Cóndor alcanzamos la reforma agraria. Recuperamos la tierra arrebatada a nuestros padres y abuelos.

Ahora, es la hora de mirar el ciclo cumplido. Veinte años después, pisamos sobre las huellas que dejamos sin borrar. Con el sentir de la memoria a flor de piel, nos miramos, volvemos sobre los pasos andados. Abrigados, cobijados por la misma lucha, los hijos de la tierra recordamos nuestra historia. Escuchamos y aprendemos.

En un foro que inauguró los festejos, en el auditorio de CIESPAL, el 20 de Mayo, volvimos a ver los rostros, la unidad: shuk yuyailla, shuk shungulla, shuk makilla runakashpa kanakanchik. Un solo pensamiento, un solo corazón, un solo puño siendo seres humanos.

Celebramos nuestra memoria, la que hace nuestra voz resonar y nos hace permanecer. Tomamos impulso, alimentamos ese fuego que nunca se apaga, hablando de lo vivido, retomando sentidos, incendiando nuevos corazones. Nuevos ojos herederos hablaron al mirar esa lucha, aprendieron y buscan las huellas en el camino.

Veinte años han pasado desde el levantamiento indígena en el Ecuador y lo recordamos, lo agradecemos y seguimos pensando en las luchas.

Suena el churo, suenan las bocinas. Jóvenes, adultos, niños y niñas nos juntamos como la paja del páramo, como la lluvia al río, como el maíz a la mazorca y como nuestras manos a la tierra.

Resonamos, renovamos, recordamos y seguiremos luchando.


Consejo Editorial:
Luis Macas
Patricio del Salto
Ricardo Ulcuango
Alicia Vacacela
Fernando Sarango
Blanca Chancosa
Floresmilo Simbaña
Edición Electrónica: Marc Becker

20 años que son 500 y más


Ángel Bonilla

En junio de 1990 las ciudades del Ecuador vieron con asombro la insurgencia de lo rural, miles de ponchos rojos se tomaron las carreteras, las plazas, las calles de las ciudades, las iglesias. Los ciudadanos ecuatorianos miraron lo que se llamaría luego “la emergencia de un nuevo sujeto político” desconociendo los siglos de resistencia y persistencia de estos pueblos ancestrales invisibles sólo por su fortaleza. 

Pero esta emergencia —desde las profundidades del olvido— no fue sólo el salto para que una sociedad racista los reconociera, significó la continuación de las continuas luchas por la vida, cuyo telón de fondo era y es un proyecto civilizatorio que resquebrajaría el modelo neoliberal y el posmodernismo galopante por todos los territorios indoamericanos. Lo comunitario (la comunidad como esencia vital), la relación equilibrada con la naturaleza (la pertenencia identitaria a la tierra), la necesidad de ser reconocidos como distintos y diversos.

La toma de una iglesia colonial (Santo Domingo) significó la puesta en escena de los reclamos acumulados por siglos: la tierra, la crítica al modelo agroexportador, la exclusión económica, social, jurídica y política, el rechazo al modelo extractivista. 

Las propuestas del movimiento indígena han sido siempre revolucionarias y han marcado cambios jurídico-políticos, económicos y culturales en el país. Sin embargo el logro más destacado del “primer levantamiento” importante del siglo XX en Ecuador fue que la sociedad ecuatoriana valorara las luchas y creciera el conocimiento de las raíces ancestrales. Esto se dio en gran medida porque los indígenas no se levantan únicamente en función de las reivindicaciones de las 14 nacionalidades y 18 pueblos aglutinados en la Conaie, sino en favor de los derechos de todos los ecuatorianos y ecuatorianas.

Pero este proceso revolucionario no cuajó como tal: logró profundas transformaciones en la conciencia social y en la formas institucionalizadas del poder, pero no pudo poner en práctica el contenido del proyecto civilizatorio indio. Las bases económicas del poder siguen intactas, las reinvindicaciones siguen intactas: tierra, agua, territorios, soberanía.

Veinte años después, las luchas indígenas constituyen batallas políticas, antineoliberales, anticapitalistas y en defensa de la vida, por el acceso a la tierra y al agua, por el derecho a los territorios y a la soberanía. 

Los “levantamientos indígenas” son una constante durante los últimos años, adquieren diversas formas y manifestaciones, pero el punto nodal sigue siendo el mismo: la defensa de la comunidad como modelo de sociedad. Ésta sigue siendo la fuerza del tejido político de la resistencia y al mismo tiempo el punto que el capitalismo necesita destruir. 

Como en los años ‘90, hoy los levantamientos, movilizaciones, paros, son una forma de hacerse escuchar y como en los años ’90, el gobierno de Rafael Correa apela al racismo, a la diferencia y la falta de respeto a los derechos de las nacionalidades indígenas. El gobierno claramente se opone a un Ecuador multidiverso, multilingüe, multicultural y plurinacional. Por ello debemos rechazar el afán de desprestigiar al movimiento indio del Ecuador, el mismo que ha sido reconocido por ser una de las organizaciones más poderosas en función de los derechos colectivos de los pueblos y ejemplo e inspiración para muchos movimientos a nivel mundial.

Si el levantamiento de 1990 hizo visible el problema de la tierra y los territorios, ahora, el levantamiento del 2010 se empata con la defensa del agua para la vida y la defensa de las comunidades. Ambos son parte de un proceso de resistencia de más de 500 años.


Consejo Editorial:
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Ricardo Ulcuango
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Edición Electrónica: Marc Becker

A los 20 años del levantamiento indígena


Acción Ecológica

En junio de 1990, Ecuador miraba con asombro otro levantamiento indígena que se inició el 28 de mayo con un hecho simbólico: la toma de la Iglesia de Santo Domingo. Desde este templo católico los indígenas enviaron una carta con sus demandas al Presidente de la República, Rodrigo Borja. Con su misiva reclamaban el derecho a la tierra, hacían una crítica al modelo agroexportador y al pago del a deuda externa y rechazaban el apoyo a los grupos empresariales por sobre los derechos de los campesinos. Inclusive, de manera visionaria en ese entonces, hicieron un reclamo por la contaminación petrolera en la Amazonía ecuatoriana.

Al mismo tiempo, la CONAIE anunciaba el «Levantamiento Indígena Nacional». Que implicaba además la toma de tierras de grandes haciendas. Fueron actos de reivindicación histórica pues esas tierras siempre les pertenecieron.

La declaración de Ecuador como estado plurinacional, la legalización de territorios de las nacionalidades indígenas, la solución a los problemas de agua y riego, una verdadera expulsión del Instituto lingüístico de Verano, el reconocimiento oficial de la medicina indígena, la entrega de recursos para la educación bilingüe, precios justos a los productos campesinos y autonomía en su comercialización, fueron las principales demandas de las movilizaciones.

El Levantamiento duró hasta el 11 de junio, sin embargo el éxito alcanzado por el movimiento indígena, que fue cosecha de las luchas por el respeto a la existencia de distintos pueblos y a la diferencia, fue el reconocimiento a existir como nacionalidades.

Las propuestas del movimiento indígena han sido siempre revolucionarias y han marcado cambios jurídico-políticos, económicos y culturales en el país. Pero además los indios lograron que la sociedad ecuatoriana valorara estas luchas y que crezca el aprecio a las raíces indígenas. Esto se dio en gran medida porque los indígenas no se levantan únicamente en función de las reivindicaciones de las 14 nacionalidades y 18 pueblos aglutinados en la CONAIE, sino en favor de los derechos de todos los ecuatorianos y ecuatorianas.

20 años después, las luchas indígenas, como las recientes por la defensa del agua constituyen batallas políticas, antineoliberales y anticapitalistas y en función de la defensa de la vida.

Sin embargo, el gobierno de Rafael Correa, apela al racismo, a la diferencia y al irrespeto a los derechos de las nacionalidades indígenas. El gobierno claramente se opone a un Ecuador multidiverso, multilingüe, multicultural y plurinacional. Por ello debemos rechazar el afán de desprestigiar al movimiento indio del Ecuador, el mismo que ha sido reconocido por ser una de las organizaciones más poderosas en función de los derechos colectivos de los pueblos y ejemplo e inspiración para muchos movimientos a nivel mundial.

Si bien el levantamiento de 1990 hizo visible el problema de la tierra y los territorios, ahora, el levantamiento del 2010 se empata con la defensa del agua para la vida y la defensa de las comunidades. Ambos son parte de un proceso de resistencia de más de 500 años.

Nuestro homenaje a las nacionalidades y pueblos indígenas del Ecuador.

En voz alta decimos: Amamos lo que tenemos de indio!


Consejo Editorial:
Luis Macas
Patricio del Salto
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A los veinte años del levantamiento indígena


Luis Macas

La Colonia

Las Naciones originarias del Continente hemos existido milenariamente con una construcción propia de organización, social, política, económica, cultural y jurídica sobre la base de un espacio territorial. Se desarrollaron conocimientos, tecnologías especialmente en el campo agrícola. La prioridad fue resolver el problema de alimentación.

Este proceso fue interrumpido con la invasión española. El encuentro de dos mundos resultó un verdadero desencuentro, despojo de nuestros territories, sometimiento a un modelo de explotación económica: los obrajes, las mitas, los concertajes.

Nos negaron la existencia como seres humanos, desde la religión no teníamos alma, pero luego nos reconocieron como seres humanos inferiores, pero se justificaba aquello para pagar tributos a la corona española; como nuestra alma estaba vacía tenían que cubrir, llenar con algo, eso significó negar los valores culturales, nuestra organización como ayllu, como jatun ayllu, comunidades o naciones. Nos implantaron su cultura, su religión, sus leyes, sus formas de producción, su relación con la naturaleza.

Frente a esta historia de muerte, fuimos los protagonistas de constantes sublevaciones a lo largo de este periodo. El siglo XVI se caracteriza por acciones de resistencia contra la invasión. El siglo XVII, la lucha es contra las instituciones coloniales, como las mitas, obrajes y despojo de tierras. En 1777 se produjo una sublevación porque se redistribuyan las tierras.

Ya en el siglo XVIII, las sublevaciones o levantamientos se caracterizan por plantear la independencia de los pueblos, la lucha de estas épocas son procesos de liberación nacional, como el levantamiento de Tupak Amaru 1781 y de Fernando Daquilema en 1871.

La República

El Estado no es más que la construcción de toda una herencia colonial, es decir, que el Estado uninacional, basado en la hegemonía terrateniente, desde una perspectiva liberal europea, se repite lo ocurrido en la colonia, construcción encabezada por la aristocracia criolla. El Estado desde su origen nació con graves deformaciones, se excluye la diversidad de Naciones o civilizaciones, se deja de lado, todo una construcción histórica. A pesar de que nuestra gente tuvo una activa participación en las guerras independentistas.

A pesar de la explotación económica, el sometimiento cultural, las naciones originarias implementamos mecanismos de resistencia, como mantener la Comunidad como un espacio vital, y desde el repliegue en la comunidad se logra mantenernos en la resistencia.

A la reconstitución de las comunidades y a la implementación de estrategias de resistencia obedecen las luchas por la recuperación de tierras, desde los primeros años del siglo XX, aunque se debiera haber planteado como territorios.

Entonces el eje articulador del movimiento indígena es la tierra, el territorio, la identidad, como la educación propia y las propuestas estratégicas.

El levantamiento del 90 tiene que ver con la acumulación de problemas no resueltos.

Pero también la capitalización de las fuerzas locales, de las luchas y levantamientos locales, en Cayambe, en Tigua, en Guamote, Otavalo y otros.

Dos Condiciones de sometimiento:

Por lo tanto, desde nuestras naciones, se ha puesto en cuestión dos condiciones históricas de sometimiento: Primero la condición de Colonialidad, que se manifiestan en el poder, en el saber y en ser.

El Estado, la institucionalidad, la democracia son eminentemente coloniales, no existe superación alguna, pues, a partir de la colonia vivimos invadidos del saber y el pensamiento colonial. Somos conscientes, de que nuestro comportamiento obedece a esta condición de la colegialidad, el proceso de blanqueamiento por ejemplo.

La otra condición es la del modelo económico, que también el movimiento indígena ha puesto en cuestionamiento. El capitalismo y el neoliberalismo han sido las intervenciones más violentas y agresivas contra los otros sistemas de organización social, cultural, económica, y política, como las diversas naciones originarias de Abya Yala, lo cual quiere decir que están inmersos juntos desde hace 518 años dos matrices civilizatorias.

La una nace desde un proceso histórico milenario de organización comunitaria, que se sustenta en el comunitarismo, en los principios de reciprocidad, de complementariedad, la solidaridad etc.

La otra matriz es la del occidente y cristiano, y que desde sus entrañas nace el sistema actual en vigencia, como es el capitalismo y sus diversas formas y facetas.

A estas condiciones es la que combate el movimiento indígena y e implementa las estrategias de lucha, dentro de ella está la construcción del Estado Plurinacional. Pero esto no es una lucha indígena. Se trata de un proyecto popular de liberación, por lo tanto no cabe mencionar que esta propuesta pueda ser incorporada en el sistema actual.

La Construcción del Estado Plurinacional, la constitución de la sociedad intercultural es una lucha política de transformación profunda de la sociedad.


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Emancipación definitiva para los pueblos indios


Sara Lovera, Soledad Jarquín

Una política de exterminio y desvaloración de los pueblos originarios y afrodescendientes se aplica en toda América Latina y en Caribe en pleno siglo XXI, lo cual es mucho más preocupante cuando en Colombia se combina con una estrategia de muerte.

En el escenario del Anfiteatro Simón Bolívar, de la antigua Universidad y Escuela Nacional Preparatoria, José Vicente Otero, de la Coordinadora por la autodeterminación de los Pueblos Indígenas de Colombia, denunció, ante un auditorio pluricultural que, en esa nación, 32 grupos indígenas están en peligro de desaparecer por el combate a la guerrilla y al narco, que devino militarización y destrucción en casas, pueblos, comunidades y ha alterado la vida de hombres y mujeres desde hace 50 años.

El dirigente planteó que el siete por ciento de la población indígena de Colombia lo constituyen pueblos desplazados, mujeres y hombres que han tenido que emigrar de sus tierras originarias; 58 pueblos que apenas constituyen 3,4 por ciento, casi un millón y medio de habitantes que en soledad pretenden oponerse a esa estrategia de muerte.

Otero participó en el Encuentro de Pueblos indígenas, Originarios y Afrodescendientes de América Latina y el Caribe que encontró un espacio de discusión en la capital mexicana, del 20 al 23 de mayo.

Allí la venezolana afrodescendiente Flor Auristela Márquez dijo que, a propósito de las “fiestas del bicentenario, se nos ha olvidado que 60 millones de hombres y mujeres africanas fueron desraizados del continente africano en el momento mismo de la conquista, y éstos jamás han sido reconocidos como parte de la barbarie que ha limitado los derechos y el desarrollo de millones de habitantes que en el siglo XXI están listos para recuperar su identidad”.

La joven académica y feminista, responsable de la Cátedra Libre África de la Universidad Bolivariana de Venezuela, explicó que, a varias décadas de políticas indigenistas y observadoras de los pueblos originarios, han echado tierra sobre lo que fue la trata negrera.

Los foros y mesas de trabajo iniciales expusieron estos dos grandes temas: exterminio en pleno siglo XXI y urgencia por recuperar la identidad, a través del encuentro de los pueblos que viven hoy los efectos del neoliberalismo y el consumismo.

Otero fue elocuente, descriptivo en hechos y sucesos que pueden ser un ejemplo. En Colombia, dijo, hay 102 pueblos originarios de cuya población, solamente en los últimos ocho años, han desaparecido cerca de 200 indígenas, hombres y mujeres, en tanto 90 fueron secuestrados; hay amenazas y conflictos. Una guerra de corte democrática del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, quien derrotado para reelegirse “ya encamina a quienes continuarán con su política”, advirtió.

Pero la pobreza, el sometimiento y la exclusión de los pueblos “es algo que hemos discutido por muchos años”, sin conseguir, por ejemplo, la restitución de los territorios arrebatados a esos pueblos.

El despojo de esas tierras, muchas de ellas muy ricas y potentes, es el obstáculo mayor para hacer efectiva la demanda de autonomía territorial, señaló. El Instituto de Desarrollo Rural de Colombia, indicó, quiere reactivar las escrituras coloniales, y por ello urge crear leyes que garanticen, para todos y todas, una paz integral.

Los representantes de los pueblos con cita en México trabajaron en programas de unidad y la definición de nuevas estrategias de resistencia creativas, para dar fin a la pérdida de dignidad.

Fuente: http://www.redsemlac.net/web/
http://alainet.org/active/38548


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