Boletín No 124

ICCI

Editorial

La cultura


La reflexión sobre el concepto de cultura ha sido histórica, va desde una preocupación filosófica hasta convertirse en un problema teórico específico al interior de las ciencias sociales.

Su reflexión ha generado concepciones muy diversas, los cuales siguen una estrecha relación con su práctica, lo más interesante es que muchos de estos conceptos históricos aún forman parte de la concepción de cultura en algunos sectores de la sociedad actual, inclusive aquellos que tienen como práctica de relación social, prejuicios de índole económica e inclusive racial.

Para nuestros días el término cultura, es otro, ha recorrido grandes trechos revolucionarios que dan cuenta de la humanidad, desde otras lógicas; la cultura actualmente responde ante todo al quehacer del ser humano, colectivizado en una determinada sociedad, que se diferencia de otra, por las formas de hacer y reproducir dicha sociedad.

Estas distancias conceptuales son necesarias de entender, pues la cultura es hoy un elemento de lucha y de reivindicación de varios pueblos en el mundo. Por ello creemos necesario caminar sobre los pasos teóricos que hicieron posible la construcción de la definición de cultura a lo largo de la historia.

El concepto de cultura más antiguo se refiere a la formación del hombre, su desarrollo y perfeccionamiento, ya sea en lo sensorial, en el campo psíquico, intelectual y espiritual, concepto propio de los griegos, quienes cultivaban “buenas artes» así llamaban, el quehacer sobre la poesía, la elocuencia, la filosofía, etcétera, prácticas que se reconocían como un valor esencial, para lo que el hombre es y debe ser, es decir la capacidad de formar al hombre verdadero, al hombre en su legítima y perfecta forma.

En este sentido la cultura fue para los griegos, la búsqueda y la realización de la verdadera naturaleza humana, concepto clásico de la cultura que excluía lo que se consideraba como actividad infrahumana, pues no debemos olvidar que los griegos eran una sociedad esclavista, donde las actividades laborales o el trabajo eran propias del esclavo, por lo tanto quienes se ocupaban de éstas, tomaban el mismo valor.

Los griegos concibieron a la cultura desde una perspectiva aristocrática, ya que se accedía a ella solamente al ser ciudadano, y para poder ser considerado como ciudadano, para la sociedad griega, era indispensable ser propietario, por tanto, no se debía ser esclavo, ni mujer.

Para la Edad Media, se siguió conservando el carácter aristocrático del concepto cultura, pero se transformó radicalmente el carácter naturalista de los griegos. El cultivo de la gramática, retórica, la dialéctica, la aritmética, geometría, astronomía y música que entonces se denominaron «liberales» constituyeron el preámbulo de la cultura medieval, cuyo fin, no obstante, fue la preparación del hombre para sus deberes religiosos y para la vida ultramundana, esto es para la vida auténtica después de la muerte.

La filosofía y en general la cultura fue considerada entonces como instrumento principal de esta preparación, ya que su deber, propio y específico, es hacer accesibles al hombre las verdades reveladas por la religión. Definición de cultura que Humberto Eco, ilustra magistralmente, en su obra “El nombre de la rosa”

….Cuando el hermano Guillermo de Baskerville, un monje de mediana edad, antiguo inquisidor, y miembro de la orden franciscana, es requerido por el superior de un importante convento para que descubra al autor de una serie de horribles muertes acaecidas en el lugar…

Durante siete días de terror apocalíptico, el asesino matará una y otra vez, mientras Guillermo y Adso, su fiel ayudante, investigan las complicadas relaciones entre los monjes que intentan penetrar en los secretos de la biblioteca, piedra angular del convento, donde se encuentran los más valiosos manuscritos de la cristiandad y entre cuyos muros, Guillermo sospecha que se encuentra la clave para aclarar los crímenes. Pues entre eso muros se guardaba celosamente un escrito elaborado por Aristóteles en donde habla de la capacidad humana de la risa.

Este texto es celosamente guardado por el monje guardián de la biblioteca al considerar que, al leer esta obra las personas perderán el temor de Dios y se observarán a sí mismo, se humanizarán.

Esta obra nos relata así, la lucha entre dos conceptos de la cultura, el concepto clásico y naturalista griego, simbolizado por la misteriosa obra de Aristóteles (la humanización de la cultura en la que el hombre es la medida de todas las cosas), y el guardián de la biblioteca acompañado por el inquisidor los cuales consideran que una Institución y su dogma deben ser los guardianes de la fe, las costumbres y los límites morales de la existencia humana.

El Renacimiento en su tentativa de redescubrir el significado genuino del ideal clásico de la cultura, quiso llevarlo de nuevo a su carácter naturalista y concibió la cultura como la formación, que permite al hombre vivir de modo mejor y más perfecto en el mundo que es suyo, donde la religión misma, desde este punto de vista, es un elemento integrante de la cultura, no porque prepare para otra vida, sino porque enseña a vivir bien en ésta.

El Renacimiento mantiene, no obstante, el carácter aristocrático de la cultura: ya que la sabiduría como tal, estaba reservada a unos cuantos. El sabio se separa del resto de la humanidad, tiene un status metafísico y moral propio y diferente de los demás hombres.

Esta concepción sigue siendo aceptada por intelectuales, funcionarios, artistas académicos y promotores culturales, que consideran que el “genio artístico o intelectual” es una cuestión innata que algunos cuantos afortunados poseen.

La primera tentativa para eliminar el carácter aristocrático de la cultura fue realizada por la Ilustración. Esta tuvo dos aspectos sustantivos:

En primer lugar intentó extender la crítica racional, a todos los posibles objetos de investigación y, por lo tanto, consideró como error o prejuicio todo lo que no pasara por el tamiz de esta crítica.

En segundo lugar, se propuso la máxima difusión y masificación de la cultura, lo que quiere decir “la expansión de la cultura Europea” considerándola instrumento universal de renovación de la vida social e individual.

«Ser culto» entonces ya no significaba poseer las artes liberales de la tradición clásica, sino conocer en cierta medida la matemática, la física, las ciencias naturales, además de las disciplinas históricas y filológicas en formación. El concepto de cultura, desde entonces, comenzó a significar «enciclopedismo», o sea conocimiento general y conciso en todos los dominios del saber.

Esta concepción es aún cotidiana para muchos intelectuales y responsables de programas e instituciones de gobierno, ha implicado políticas y prácticas culturales sustentadas en la idea de “llevar la cultura al pueblo”, organizar oficinas de “extensión” de la cultura, hablar de “bellas” artes, fundar palacios, construir distinciones explícitas entre música “culta” y “popular”, entre arte y artesanías.

La crítica principal a ésta concepción eminentemente europeísta (etnocéntrica dirían los antropólogos), es que se trata de una construcción discursiva en torno a la cultura “universal” que nuevamente nos lleva a una neo aristocracia, dando un supuesto sustento a una diferencia “sustantiva” que diferenciaría, por ejemplo, las manifestaciones artísticas de origen europeo (universal) y las manifestaciones artísticas de las culturas indígenas, rurales, nativas, negras, orientales, etcétera.

El discurso de la ilustración, hoy día, crea el sustento de la dominación, el racismo, la intolerancia y la marginación. Da pie a la idea de que los sistemas educativos formales, de corte occidental, sean la única vía del aprendizaje y la evaluación de la “calidad” del “arte universal”.

En el ámbito de la antropología, la cultura adquirió la concepción de «relativismo cultural». En donde la cultura es señalada como el conjunto de modos de vida creados, aprendidos y trasmitidos de una generación a otra, preservándose en una comunidad particular.

En este sentido la cultura no se concibe como la formación de un individuo o la madurez de valores específicos, sino como la vida colectiva y plural de un grupo social determinado, cuyos símbolos, lenguajes, productos y hechos sociales lo definen a sí mismo.

Para el punto de vista sociológico la cultura es un término, mediante el cual se puede designar la diversidad de formas de organización social, desde la más especializada y compleja, así como las formas de vida tradicionales, teniendo la ventaja de no conceder privilegio alguno a un modo de vida con referencia a otro.

El hombre para relacionarse con sus semejantes y con su medio crea símbolos que interpretan y comunican la realidad cotidiana, hechos y productos tangibles e intangibles que van desde una frase, un poema, un instrumento de trabajo, un cuento, una obra artística, una reconstrucción histórica, hasta una concepción moral, una práctica religiosa o un lenguaje o un pensamiento. Estos elementos constituyen la cultura, hechos a procesos determinados que se vuelven, y son históricos.

La cultura está inmersa en procesos sociales específicos, es el resultado de interacciones que van de lo simple a lo complejo; en lo económico, político, religioso, ecológico, alimentario, artístico, psicológico y filosófico.

Todos estos elementos que interactúan en un contexto social determinado dan sentido, identidad y pertenencia a una comunidad humana. Para entender entonces la cultura de una sociedad determinada demos poner atención en las esferas sociales observando sus especificaciones y diferencias, a la vez observando las interconexiones de lo social, lo productivo y lo cultural.

La cultura por lo tanto, hoy es fundamentalmente un proceso que en determinadas condiciones de existencia, es decir, que en determinado tiempo y espacio, da lugar a maneras y productos originales y distintivas de ser, actuar y de crear el mundo, de los individuos y de los pueblos; este proceso produce en ellos un sentido de pertenencia en un tiempo y en un espacio específico y a cierta comunidad social y, por ende, los hace relativamente distintos a individuos y grupos de otras épocas, de otros lugares y de otras sociedades.

Para los pueblos del mundo la cultura no es más que el conjunto de elementos y hechos humanos que se desarrollan en el quehacer político, económico y social, dentro y fuera de un espacio determinado, que tiene conexiones históricas y que además posee proyecciones culturales en el devenir del tiempo.

Estos elementos y hechos pueden ser tangibles e intangibles, y son los que nos permiten ser, reproducir y postergarnos en el tiempo.


Coordinación General: José Luis Bedón
Consejo Editorial:
Luis Macas
Patricio del Salto
Ricardo Ulcuango
Alicia Vacacela
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Edición Electrónica: Marc Becker

Entre la crisis y las elecciones
La derechización del gobierno y
el peligro de derechización de la izquierda radical


Mario Unda

En el éxtasis del triunfo, el presidente Correa hacía su balance de los resultados del referéndum aprobatorio de la nueva constitución. Fue a fines de septiembre del 2008. La derecha, dijo, está derrotada, y de inmediato fijó los nuevos adversarios: la “izquierda infantil”, los “ecologistas infantiles”, “el indigenismo infantil”; es decir, todo aquello que tiene la pretensión de moverse a su izquierda de modo más o menos organizado y más o menos autónomo. Como análisis resulta cuando menos apresurado –como no tardaría en verse–, pero como consigna y palabra de orden tiene la virtud de marcar de modo inequívoco el arranque de un nuevo rumbo político.

La derecha-derecha

Es cierto que las derechas han sufrido una serie de derrotas electorales. 4 consecutivas a partir de la segunda vuelta electoral del 2006. Las derechas han sido derrotadas, y esto fue así tanto para los dos bloques de sus partidos “tradicionales” (PSC+UDC+ID; PRIAN+PSP+PRE), como para sus nuevas formaciones políticas (Futuro Ya, Uno, Concertación Nacional, etc.). Incluso para aquellos que otrora se presentaban como el “poder moral”: las grandes empresas de comunicación y las jerarquías eclesiásticas. Quizás la derrota más dura fue la del referéndum aprobatorio de la Nueva Constitución, porque allí, como nunca antes, se presentó abiertamente como bloque… y fue derrotada en bloque.

Sin embargo, vale hacer algunas puntualizaciones, precisamente para esas últimas elecciones. En primer lugar, la derecha mantuvo dos reductos electorales que no dejan de tener significación: Guayaquil, la ciudad más poblada del país; y la provincia del Napo, cuya importancia está ligada a la explotación petrolera (igual que Sucumbíos y Orellana).

En segundo lugar, que la votación que la derecha pudo movilizar en contra de la esperanza del cambio prácticamente se duplicó, si la comparamos con la votación obtenida unos pocos meses antes para conformar la Asamblea Constituyente. Si bien no le alcanzó para impedir la aprobación de la nueva Constitución, el significado de un incremento de ese nivel no puede ignorarse a la ligera: pues significa que hay una reserva de conciencia conservadora en la ciudadanía, aunque por ahora sea menor que la voluntad de cambiar.

Finalmente, hay un hecho que no puede olvidarse. La derrota de la derecha fue una derrota política. Quizás, con más precisión, una derrota a sus formas políticas visibles. Pero su poder no reside fundamentalmente allí, sino en control de la economía, que no ha sido tocado en lo sustancial. Y eso se vio de modo claro en la ofensiva de diciembre. La Asociación de Bancos Privados, el Comité Empresarial y la Federación de Cámaras enfilaron sus disparos contra el gobierno acusándole de ser el causante de la crisis y de la inflación, sobre todo del incremento de los precios de los alimentos, que han sido los más significativos, una campaña a la que se unió –cómo no– la prensa. La crisis fue el pretexto; hacer retroceder al régimen fue el objetivo: volver a plantear como única salida posible el recetario neoliberal y, en lo inmediato, modificar la ley de seguridad financiera. Tuvieron éxito porque Correa decidió recular en cuanto a la ley.

En fin: la derecha, como se preveía, prefiere ahora enfrentar las elecciones generales de abril bajo un ropaje “ciudadano”, de siglas y nombres nuevos, poniendo en segundo plano las formas políticas que se ganaron con justicia el desprecio de la gente.

El gobierno y sus desplazamientos a la derecha

La crisis es un punto de quiebre; pero los primeros pasos vienen de atrás. El desplazamiento tiene varios componentes, más antiguos, unos; recientes, otros. Entre los primeros, se encuentra el ataque y la deslegitimación de la protesta social y de los propios movimientos, el empeño en aprobar una ley minera que pone énfasis en la presencia de compañías transnacionales, o el marcado personalismo caudillista del régimen. Entre los segundos, la moderación de las reformas y de los intentos de redistribución social, o la utilización de la crisis para rearmar el mapa de relaciones y alianzas, especialmente con los grandes grupos económicos.

En efecto, el gobierno había iniciado relativamente temprano su distanciamiento y, en seguida, su enfrentamiento con los movimientos sociales. La elaboración de las listas para elegir asambleístas fue la ocasión de hacer patente el distanciamiento: el gobierno desechó las alianzas con los movimientos sociales más organizados y con mayor capacidad de convocatoria y de propuestas autónomas. Optó, en cambio, por atraer a organizaciones menores. Se decía que era una secuela de la falta de apoyo de los movimientos a la candidatura inicial de Correa. Pudo haber sido. Pero todo eso no fue más que el inicio de desencuentros más profundos. Detrás de las apariencias y por debajo de la superficie, no todo era cuestión del sectarismo y los malos cálculos de unos, o de las prevenciones y la personalidad de los otros.

Las discusiones (o falta de discusiones, según el caso) durante la Asamblea Constituyente, tanto para la aprobación de los mandatos como para la redacción de la nueva Constitución mostraron ciertos puntos (importantes) de coincidencia: en lo tocante a la eliminación de las aristas más brutales del neoliberalismo; en torno a la soberanía y la prohibición de bases extranjeras; en cuanto a la recuperación de las capacidades del Estado, sobre todo en lo atinente a planificación y políticas sociales.

Pero, al mismo tiempo, la Asamblea mostró que las distancias ya no eran sólo electorales: se trataba de distanciamientos programáticos: las limitaciones al derecho de sindicalización y de huelga, el tratamiento del agua y la minería, en fin: la democracia. Convergencias y divergencias de dos proyectos cercanos, pero distintos. Entre ellos, la brecha ha ido creciendo.

De este modo, las posibilidades iniciales de confluencia fueron dando paso a los desencuentros y a los enfrentamientos. Muy pronto Correa pasó a la ofensiva y comenzó a atacar a los movimientos y organizaciones: los indígenas, los ecologistas, los sindicatos. En todos los casos, su discurso se dirigió a deslegitimar a los movimientos frente al resto de la sociedad. Los sindicalistas defienden prebendas, los ecologistas son infantiles, al igual que los indígenas. Por último, las comunidades que salen a protestar contra la aprobación de la ley de minería son “canallas y criminales”, como habían sido “terroristas” los pobladores de Dayuma, en la Amazonía.

Unos y otros son presentados como objeto de manipulación política y como enemigos de la “revolución ciudadana”. A unos y a otros se los reprime violentamente, se los somete al escarnio público en cadenas de radio y televisión, se les inicia juicios por intento de asesinato. Deslegitimación, criminalización y judicialización de la protesta social.

La conclusión es que el gobierno pretende aislar a los movimientos más radicalizados; y no sólo eso: enfrentarlos a la gran masa desorganizada, que todavía se encuentra bajo el influjo de su discurso caudillista. Desde esta perspectiva hay que analizar el autoritarismo de Correa y su limitada comprensión de la democracia, reducida al padre severo que imparte justicia tras haber recibido de su pueblo el mandato de hacerlo. Con su enfrentamiento a los movimientos sociales, con el modo de hacerlo, y con los contenidos que conlleva, el presidente se basa y refuerza las tendencias antidemocráticas que existen en la conciencia social (aquellas que añoran mano fuerte, indistintamente de si es de derecha o de izquierda).

Pero, ¿hay una vuelta al pasado neoliberal? O, peor aún, ¿es que nunca salimos de él y fue todo un espejismo? Como poco, hay que decir que es demasiado pronto para extraer una conclusión así. El proyecto del gobierno fue siempre una reforma capitalista. No hay por lo tanto un abandono del proyecto inicial, sino simplemente un desplazamiento hacia la derecha dentro del mismo marco que se estableció desde enero del 2007. El gobierno continúa en un rumbo desarrollista, neokeynesiano. Continúa reforzando al Estado y sus funciones. Sigue utilizando la inversión pública como motor de la marcha económica. No avanza en la redistribución social, pero tampoco retrocede (y la utiliza como mecanismo de legitimación política), e incluso anuncia una nueva reforma agraria. No se han abandonado los programas sociales, aunque tampoco se los transforma radicalmente. Y se mantiene una política internacional que privilegia los bloques regionales y continúa alejada de los intereses de las grandes potencias, especialmente de Estados Unidos (incluyendo la tardía reacción frente a la criminal invasión israelita a la franja de Gaza). Todo esto, por cierto, dentro de determinados límites.

Ahora bien: se trata de un rumbo que se ha profundizado a partir de noviembre de 2008, a medida que el gobierno fue poniendo en marcha discursos y propuestas políticas para enfrentar la crisis mundial. Este nuevo desplazamiento aparece claro en su relación con la burguesía. De partida: tratándose de un gobierno que impulsa un proyecto de reforma burguesa, requiere armar un marco de alianzas relativamente significativo con grandes grupos empresariales. Desde el inicio de su gestión, había enfrentado esta tarea suya construyendo cercanías por fuera del ámbito de aquellos sectores que, representados en las cámaras empresariales y en los partidos del establishment, habían privatizado en su beneficio la política y el Estado en estos últimos 30 años.

Sin embargo, la crisis ha mostrado una modificación en la política del gobierno hacia los grupos empresariales. Primero fue la reunión en Guayaquil, intermediada por los buenos oficios del Banco de Guayaquil. Allí mismo y después, las medidas que protegen al capital frente a la crisis (insistiendo, hay que reconocerlo, en fortalecer al capital productivo y en controlar el movimiento de capitales por parte de la banca, sobre todo los envíos al exterior). Luego vinieron aquellas otras medidas que ponen un freno a las tendencias redistributivas del gobierno: están simbolizadas en un incremento salarial que cubre apenas los efectos de la inflación. Después fue “recular” ante la presión de los gremios de los grandes bancos (apenas unos días después de haberlos amenazado… con la cárcel), dejando de lado su propuesta de poder invertir los fondos de seguridad financiera en la región. Salarios y banca: en ambos casos hablando de “tranquilizar” los mercados y de “no perjudicar” a los empresarios. ¿La crisis sirve para lanzar guiños a los empresarios e intentar ampliar la base de sus alianzas con los grandes grupos empresariales, incluidos aquellos que se sitúan en la oposición radical?

En estas circunstancias, tiene mucho más sentido el esfuerzo de Correa por desembarazarse de sus aliados de la izquierda. La primera escaramuza fue dentro de Alianza País. El ataque a los “infiltrados” que tenían “agenda propia” fue poner en cuarentena a las izquierdas internas que no habían perdido la perspectiva de algún cambio más profundo. Al mismo tiempo, todo ello le permite aumentar su poder personal dentro del heterogéneo movimiento oficialista. Sus integrantes saben su propia debilidad, entienden que sus posibilidades políticas están en la sombra de Correa. No lo estorbarán con inútiles opiniones en contra. Si todo esto sigue así, pronto no quedará más izquierda en el oficialismo que la izquierda sumisa. Una sumisión que no proviene de características psicológicas, sino del cálculo político oportunista, habilidad de la que ya dieron muestra durante el gobierno de Gutiérrez.

Lo propio puede decirse de sus empeños por desembarcar al MPD. Aunque el MPD no participa directamente en el gobierno, ha permanecido a sus costados a partir de la segunda vuelta electoral. Correa realiza sus mejores empeños: lanza dardos contra la UNE, amenaza con despedir a los maestros y a todo empleado público que proteste, pone en marcha provocaciones simbólicas, lanzándose duramente contra la izquierda y contra los movimientos sociales en su acostumbrado programa radial sabatino, emitido en esa ocasión desde La Habana. Pero no ha logrado coronar aún sus empeños con el éxito, pues el MPD persiste en brindarle su apoyo (“apoyo crítico”, según su más reciente resolución). Pero todo será cuestión de tiempo.

El peligro de derechización de la izquierda radical

¿Y las izquierdas radicales? Los riesgos de derechización no son nuevos en este campo, sobre todo en aquellos que van al ritmo de sus propias ilusiones. Un discurso radical sustentado en análisis simplificadores, en el desconocimiento de los avances producidos, en la identificación fácil de la política gubernamental con el neoliberalismo.

El ultracriticismo frente a Correa desde el inicio del gobierno las ha alejado sensiblemente de la conciencia de las mayorías que todavía identifican el cambio (y su propio despertar político) con el gobierno, con el presidente en persona, quizás con la “revolución ciudadana”, acaso con el “socialismo del siglo 21”. Sus errores de apreciación política y las ambiciones personales y de grupo los pagó con la bochornosa participación en las elecciones para asambleístas. Y por la misma vía transitaron varios grupos de esta corriente en el referéndum aprobatorio.

Ese riesgo no era más que impedirse a sí misma contribuir en la construcción de un campo político de izquierda radical fuera de los marcos de la cooptación gubernamental. Pero ahora los riesgos de derechización efectiva pueden ser reales y concretos: están en el escenario electoral. La candidatura de Martha Roldós puede ser un elemento de reagrupación de la izquierda y de recuperación de espacios políticos. Pero para eso tiene que desmarcarse claramente de la derecha; que es más fácil decirlo que hacerlo. Si esa candidatura aparece como una “iniciativa de la RED y de Polo Democrático”, a la que se suman organizaciones sociales y otros grupos menores, es evidente que el riesgo está en el propio origen.

Aunque Martha Roldós sea una persona de izquierda, el partido en el que está no lo es, y en estos últimos dos años ha derivado francamente hacia la derecha. Y su jefe reconocido, León Roldós, es el nexo con grandes grupos empresariales, sobre todo de la costa. Martha Roldós comenzó su anuncio presentándose como parte de las luchas sociales contra el gobierno: Dayuma, las luchas contra la minería… y los estudiantes de la Universidad Católica de Guayaquil, avanzada de la renovación de las élites políticas oligárquicas en esa ciudad. ¿Es esa la alianza que va a asegurar mejores días para la izquierda?

Más aún: si la derecha no logra cuajar una candidatura presidencial con ciertas opciones, ¿sería descabellado pensar que apoye, así sea de modo silencioso y encubierto, una candidatura que se presenta como una opción izquierdista a un gobierno que presume de izquierdas?

Las posibles ganancias electorales resultan tentadoras. Y son buenas. Siempre y cuando no se hipoteque en el camino la posibilidad de construir una clara política de independencia política y programática de clase.


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Cuba y la OEA, un hecho histórico


Nancy Bedón

Frente a la decisión “histórica” tomada por los 34 miembros de la Organización de Estados Americanos, sobre levantar la exclusión a Cuba vigente desde 1962, este país socialista no acepta ser parte de esta organización, pues ésta sigue siendo manejada y direccionada por los Estados Unidos.

Cuba sabe que el estigma de servilismo que tienen la OEA, en relación a Estados Unidos, en el momento de decidir sobre la aceptación de miembros que tenga como gobierno el socialismo, está aun presente, muestra de ello son las fuertes presiones que los gobiernos latinoamericanos tuvieron que ejercer a éste país para que la decisión fuera tomada, a pesar de su rechazo.

A pesar de que Latinoamérica está viviendo momentos históricos distintos, a pesar de que Estados Unidos pasa una de las crisis económicas más fuertes en su historia, la idea de legitimar frente al mundo a un país de corte socialista, donde la propiedad privada de los medios de producción no existe, es absolutamente contradictoria para los planes del país Norte Americano.

Tal desacato al capitalismo es digno de aplaudirse, según el mandatario de Cuba, Raúl Castro, pero este hecho no puede segarnos ante la política norte americana, política exterior que según el primer mandatario de los Estados Unidos busca y buscará reafirmar a este país como la potencia mundial que históricamente ha venido siendo, para lo cual las relaciones de dependencia y control represivo que éste tiene sobre la mayoría de países latinoamericanos continuarán como requerimiento Sinekuanon

Por ello, y muy a pesar de la decisión resiente tomada por la OEA, el ex presidente cubano, Fidel Castro, recordó a todos los ciudadanos del mundo, sobretodo a los ciudadanos cubanos, no olvidar que la Organización de Estados Americanos (OEA) ha sido desde su creación «cómplice de todos los crímenes contra Cuba» además de recordar que “La totalidad de los países de América Latina, fueron víctimas de las intervenciones y agresiones políticas y económicas del país del norte a través de ésta, no hay país que pueda negarlo”

Fidel Castro, utilizó un símil muy adecuado para explicar, lo que muchos mandatarios en Latinoamérica se han negado a aceptar respecto a los Estados Unidos, a través de la OEA, “Nos metieron, como caballo de Troya, a la región, el neoliberalismo, el narcotráfico, las bases militares y las crisis económicas” todo a propósito de tratados logrados por la OEA o cualquier otro trato de integración donde ha intervenido Estados Unidos.

Frente a esta intervención durante cuatro décadas, Cuba ha resistido, ha demostrado que pese al bloqueo económico, ha podido avanzar en muchos campos, inclusive en cuestiones de cooperación con varios países, manteniéndose soberana, a diferencia de los países como el nuestro que por su dependencia económica se ha dejado subyugar por países desarrollados capitalistamente hablando.

Entonces nos suena éticamente comprensivo la posición del gobierno cubano al no aceptar la decisión de la OEA, peor aún, cundo ésta decisión ha sido tomada entre forzadas discusiones donde se contemplaba la posibilidad de condicionar su ingreso, sobre la base de cambios que para los países capitalistas de corte democrático representativo son condiciones ideales, muy a pesar de llevar en sus entrañas niveles de pobreza poco humanos.

Lo que para los Estados Unidos es la democracia, basada en el individuo individualizado, competitivo, propietario, para Cuba la democracia solo es posible, cuando el individuo es comunitario, participativo y equitativo a la hora de la redistribución de la riqueza generada con el trabajo de un comunitario, llamado en este caso pueblo cubano, de allí para Cuba su prioridad es la educación para todos, es la salud como acto responsable de prevención, lo que supone alimentación y trabajo para todos.

Claro que como muchos turistas, que van a Cuba, o muchos ciudadanos que salen de este país, dicen que no todo lo que decimos es maravilloso, hay problemas, caro que sí, estos problemas lamentablemente son producto del bloqueo económico que este país tiene, porque fuera de esta pequeña isla el mundo se mueve bajo la lógica del capital, la competencia y la acumulación, demostrándonos que si un país, no se mueve bajo está lógica, queda aislado, aislamiento que lamentablemente como todos sabemos no es posible eludir, pues todos dependemos de todos.

Frente a este hecho histórico, no podía faltar, la intervención de los Estados miembros de la Unión Europea, UE, quienes tampoco se oponen a que Cuba, entre a ser parte de los procesos de integración regional, subrayando según ellos, que su nivel de generosidad, les permite en cierta manera no considerar, que no se haya cumplido con procesos de la lista de pedidos entregados por ellos a Cuba, en materia de derechos humanos. ¿Qué nos diría la Unión Europea entonces, en relación a Estados Unidos en su intervención bélica a los países de Asia? ¿Este capítulo acaso no viola los derechos humanos y democráticos de los pueblos?

Si la exigencia de Estados Unidos a Cuba, son procesos democráticos y las exigencias de la Unión Europea a este mismo país caribeño, son procesos de aplicación de los derechos humanos; soñando ilusamente, ¿Qué dirían éstos, si Cuba, exige que su condición para entrar en diálogo, es que no existiera en estos países un solo niño en la calle sin educación, alimentación y salud? Seguro que su contestación sería, nos falta presupuesto.

De todos modos pareciera ser que, a falta de una estrategia de aniquilación que resultara efectiva, para terminar con el gobierno socialista de Cuba, el capitalismo pretende probar otra estrategia, meter el caballo de Troya, utilizando la OEA, el socialismo del siglo XXI, los gobiernos de Latinoamérica, al interior de Cuba, para que el capitalismo ingrese, fortalecido y legitimado, bajo la llamada apertura histórica de los países miembros al socialismo leninista del pueblo cubano, con el solo afán de llegar a entablar diálogos diplomáticos.

Esperamos que el pueblo cubano esté atento, que el capitalismo, como ha dicho muy sutilmente el presidente Obama, en sus discursos, volverá a erguirse como el único sistema válido en el mundo, con un rostro “más humano” con reconocimientos y prácticas interculturales. no racistas, ni sexistas, pero esos si, asentados en el respeto del libre mercado, la propiedad privada y la libre circulación de capital financiero.


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