Boletín No 115

ICCI

Editorial

¿Por qué los ecuatorianos hemos dicho sí a la constitución del 2008?


Más allá de la disputa montada entre alcaldes y presidente, más allá del marketing mediático articulado y financiado por el estado ecuatoriano, administrado por el presidente Rafael Correa; más allá inclusive de los ofrecimientos, de los bonos, de las carreteras que se han quedado a medio construir o a medio restaurar, luego de haber dicho si a la constitución elaborada a saltos y a sustos, y reelaborada por la comisión de redacción; más allá de la subida de precios, con un salario de 200 dólares y una canasta familiar básica de 510 dólares, el pueblo ecuatoriano ha dicho sí a la constitución elaborada en Montecristi, porque quiere o guarda la esperanza de “sepultar la vieja estructura del Estado, a la partidocracia, a la oligarquía, al colonialismo, al neocolonialismo y al modelo neoliberal”

¿Irrisorio verdad? Hemos dicho SI, a la constitución porque queremos el cambio estructural del Estado, y claro que es un cambio, ya no tener tres poderes, ahora son cinco, antes el poder estaba repartido entre la función ejecutiva, legislativa y judicial, ahora tendremos las siguientes reparticiones, pero no una verdadera participación popular:

Una función Legislativa, la cual ya no será llamada Congreso Nacional, ahora se llamará Asamblea Nacional, los integrantes ya no se llamarán diputados, ahora los tendremos que llamar asambleístas y lo novedoso es que podremos nombrar a jóvenes de 18 años como dignos representantes de nuestros intereses, y lo decimos por este cambio en la Función Legislativa.

Una Función Ejecutiva, la cual está compuesta por la presidencia, vicepresidencia, ministros de estado e instituciones públicas necesarias para cumplir sus funciones, aclaración que no existe en la constitución del 98, el “cambio estructural del Estado” creo que en parte lo podemos encontrar en el articulo 148, de la constitución que hemos aprobado, articulo en que otorga a la presidencia, ¡ojo! no a la función ejecutiva, a la presidencia, la potestad de disolver la Asamblea Nacional, cuando según su juicio la asamblea se haya tomado atribuciones que no le competen, u obstruya la ejecución del plan nacional de desarrollo, peor aun si hay crisis política interna, cosa que es muy común en nuestro país, verdad?

Si este fuera el caso, la presidencia, durante el periodo de disolución y de restauración de una nueva asamblea, podrá hacer y deshacer leyes, ¿Semejante cambio se llamaría o no cambio estructural? Lo que le faltó a la Asamblea con este artículo es cambiar la nominación de la presidencia por la majestad presidencial, al puro estilo de las monarquías absolutas.

Una Función Legislativa, que ha crecido en nominación, ahora Función Legislativa y de Justicia Indígena, compuesta por la Corte Nacional de Justicia, anulando el nombre pomposo que puede entrar a competir con la majestad presidencial “La Corte Suprema de Justicia” los otros artículos, palabras menos palabras más, los mismos del 98.

Una Función de Transferencia y Control Social, éste si es un cambio estructural del Estado, compuesta por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, la Defensoría del Pueblo, la Contraloría del Estado y las superintendencias, ¿los barrios, las comunidades, los pueblos indígenas, dónde están?

Una función que aun no sabemos cómo, cuándo y con quiénes va a funcionar, pero ya existe en letras en la Carta Magna, lo único que sabemos líricamente es que se encargará del control y la fiscalización del poder público e incentivará la participación ciudadana, ¿Es por eso que guardamos esperanza?

Una Función Electoral, antes mal llamado Tribunal Supremo Electoral, nueva función que está compuesta por el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Contencioso Electoral. El cambio estructural del Estado, nos permite de plano observar que el poder disputado por las oligarquías de siempre, por la partidocracia, ahora tiene más espacios, más puestos donde colocarse.

Terminar con la partidocracia, que no supone empezar con amigocracias; resulta espantoso aceptar que el pueblo ecuatoriano ha dicho sí, a una constitución construida desde personajes que fueron y son de partidos políticos tradicionales, legitimados por supuesto por una asamblea de mayoría gobiernista. Hemos terminado con el si, el último día de la partidocracia y hemos iniciado el primer día de la alianzocracia, pareciera que el dicho sabio de un pensador se repitiera constantemente en nuestra América “Una vez como historia y otra como sainete”.

Lo más triste de esta situación es que la eliminación de la partidocracia, se ha reducido a que los militantes de los partidos políticos que siempre han disputado o han “gobernado” ahora ya no sean parte de éstos, ahora se hayan reunido alrededor de los movimientos sociales, ONGs y movimientos indígenas, para seguir gobernando, si no es así, preguntémonos ¿qué hacen ocupando los ministerios gente del PRE o asesorando la presidencia gente del PSC? Y ¿qué hace un asesor extranjero que aconsejó en la constitución del 98, asesorando la revolucionaria constitución de 2008, (asesor español, Roberto Viciano)?

Refiriéndonos a eliminar el colonialismo, nos resulta irrisorio este objetivo frente a la propuesta de ley minera que ha puesto en consideración el gobierno, que indirecta y conjuntamente con la constitución fue ratificado. Decir que votamos por el si, para eliminar el colonialismo, cuando por medio de esta ley otorgamos a las empresas transnacionales todas las garantías de explotación sin importarnos en absoluto, la desapropiación de nuestros territorios, su contaminación y destrucción, incluyendo en esto la destrucción de nuestra cultura, porque los yacimientos mineros se encuentran mayormente en los territorios de las nacionalidades y pueblos.

¿Cómo hablar de la eliminación del colonialismo o neocolonialismos, cuando nos prometen una consulta previa, en cuanto a la explotación y usufructo de nuestros territorios y a reglón seguido nos dicen que si negamos dicha explotación, el último en decidir es el gobierno?, no se parece eso acaso, a la ley de las indias en América, donde los indios encomendados, tenían protección de la madre patria y en la práctica eran habitualmente esclavizados.

Por lo tanto, podemos decir que la gente, el pueblo, el ser común que camina todas las mañanas a las fábricas, a las chacras, al puesto de venta, ¿votó por el cambio? ¿Podemos asegurar eso? Creemos que no, no somos tan ilusos, es verdad que la maquinaria comunicacional que se ha utilizado nos ha podido vender cualquier cosa, pero no somos tan ingenuos.

La verdad es que votamos por el si, primero para negar y deslegitimar la constitución arbitraría del 98, no porque acomodaron e interpretaron según las leyes capitalistas nuestra propuesta del Sumak Kawsay. Hemos votado por el sí, por la educación gratuita borrada de la constitución en el 98, más no por la simple declaración del Estado plurinacional y la aceptación del Kichwa como idioma oficial de relación intercultural, porque sabemos que para formar un Ecuador Intercultural y Plurinacional necesitaremos no solo cambiar de estructura estatal, sino cambiar de sistema económico.

Hemos dicho sí también porque, la puerta de la interculturalidad jurídica nos queda abierta, sabemos que la confrontación política, ahora cuenta no solo con la movilización, cuenta con un instrumento propio del mismo capitalismo, para exigir la participación del pueblo, sea este chachi, montubio, afro, o cualquier otro. Con esta afirmación no queremos decir que nos han quitado, ni nos han cercenado la capacidad de movilización, este espacio político siempre estará, y es a través de él, que estamos seguros conseguiremos los verdaderos cambios.

Decir si a la constitución, no significa para los pueblos del Ecuador, la tarea definitiva de un ordenamiento económico que responda a la vida plena, es simplemente un caminar midiendo las capacidades del capitalismo para sostener su legitimidad.

Por lo tanto decir si a la constitución capitalista, con una retórica hermosa y escrita con ciertos conceptos planteados desde los pueblos, no significa haber logrado los cambios necesarios, por ello, estaremos vigilantes y seguiremos trabajando por un sistema económico que garantice nuestra vida plena.


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Explotación minera en el Ecuador


Felipe Guayasamín

Para decir no a la ley minera, propuesta por el gobierno actual, lo más prudente es partir de un reconocimiento y análisis histórico de lo que ha sido la explotación minera a lo largo de la historia.

La minería es una práctica productiva milenaria, de muchos pueblos en el mundo ¿cómo lo hacían? y ¿hacia dónde dirigían esta explotación? Trataremos de contestarnos conociendo esta práctica productiva desde nuestros pueblos.

Por ejemplo los pueblos de la época pre-incásica de lo que hoy conocemos como territorios de América Latina, explotaban minas de cobre, oro y otros metales, desarrollando una metalurgia compleja, con técnicas de procesamiento, aleación y laminación extraordinarias, productos que eran dirigidos a prácticas religiosas, ornamentales y de intercambio, donde el concepto de acumulación aun no existía, debido a que eran sociedades que basaban y ordenaban su quehacer social en parámetros complementarios y de respeto a la vida, por lo que la naturaleza era vista como una totalidad, en la que el hombre estaba integrado, por lo tanto, la práctica minera andina de esos tiempos, era considerada como el cultivo al interior de la madre tierra (pachamama), cultivo que como cualquier otro, debía responder al mantenimiento de la vida comunitaria.

Laborar en la extracción minera, para estos pueblos exigía una relación de intercambio entre el runa y la pachamama, de allí la interpretación que podemos darle al término anta-chacra, que traduciendo podemos decir chacras o sembríos de cobre, incluso podemos según el arqueólogo Luis R. González, en su trabajo “El Arte del Cobre en los Andes Prehispánicos. Historias de poder, brillos y colores”, llegar a deducir que el nombre de la cordillera de los Andes, provenga del Kechwa “Ante” esto es cobre, denunciando la relación de complementariedad y de reciprocidad, que los pueblos tenían en la práctica minera.

Para confirmar lo antes dicho, podemos citar el hallazgo encontrado en 1899, por el ingeniero francés Mauricio Pidot, que investigando en “La Descubridora”, que hoy forma parte de Chuquicamata, descubrió el cuerpo de un minero indígena naturalmente momificado por la acción de las sales del cobre y la sequedad del lugar.

Por su aspecto mineral y su color verde, se lo llamó “El hombre de cobre”. Su postura indicaba que se trataba de un minero que había sido sorprendido y asfixiado por un derrumbe mientras trabajaba al interior de un socavón. Junto a la momia había rudimentarias herramientas de trabajo, capachos de cuero para llevar el mineral y otros enseres. Una prueba radiocarbónica indicó que el hombre debió haber estado trabajando en las proximidades de Chuquicamata alrededor del siglo VI de esta era. Este hallazgo representa el primer testimonio humano de los pioneros de la explotación minera del desierto de Atacama. Es, también, una señal, de la presencia del hombre hurgando dentro de las entrañas de la tierra en busca de cobre.

La arqueóloga Heather Lechtman, especialista en metalurgia del MIT, nos habla de la utilización de los productos mineros en los pueblos andinos pre hispánicos, los cuales no eran utilizados mayormente para la elaboración de armas, ni para la construcción del transporte, ni para herramientas agrícolas, pues esta última se la realizaba basadas en el estudio de los ciclos o temporalidades de la tierra por lo que no fue estimulada la herramienta metálica.

A pesar de ello la metalurgia fue la tecnología más compleja que emprendieron las sociedades precolombinas andinas y la característica común de ésta a lo largo de todo el territorio andino fue su utilización, dirigida a fines simbólicos y estéticos, representaciones del quehacer mítico, político y cognitivo, prácticas de enorme importancia para los pueblos de los Andes.

Es trascendente observar, que el desarrollo de una técnica tan compleja, como lo fue la minería y la metalurgia en los pueblos andinos prehispánicos, no fue desarrollado con fines acumulativos y de dominación, a diferencia de los pueblos europeos que junto a la conquista de América se nos trajo, no solo la jerarquía política y económica, también el menosprecio al cobre y la sobre valoración del oro y la plata.

La conquista introdujo por primera vez, la obsesión acumulativa de la explotación minera, pues traían consigo, una organización social basada en la riqueza monería regida por el oro y la plata, visión que según las crónicas de la conquista en América andina, levantaron mitos fabulosos sobre los tesoros del INKA, sin embargo la evidencia histórica nos indica que habría sido el cobre, el material con el cual los pueblos prehispánicos alcanzaron sus mayores logros técnicos y expresivos.

¿Cómo y qué mecanismo utilizaban para extraer los metales?

Partiendo de las evidencias, de que ya se vivía una zonificacion de la explotación minera, en la costa norte del Perú se practicó la aleación del cobre y el arsénico; en el área sur andina, la del bronce con estaño, y en la esfera Tiwanaku, una modalidad de bronce ternario, producido por la aleación de cobre, arsénico y níquel. La extracción de estos metales se lo realizaba por medio de la extracción subterránea o lavado superficial en los ríos, técnicas que en ningún momento causaban el rompimiento y la devastación del medio natural a gran escala.

Podemos decir que los efectos eran directos para el ser humano sobre todo cuando analizamos, que esta técnica se la utilizó hasta mediados del siglo XX, pero debemos hacer una o dos diferencias fundamentales de la explotación minera, antes y después de la conquista. La primera ya la hemos planteado, la utilización del producto mismo de la práctica minera era dirigido a elementos de representación simbólica, política y conceptual, a diferencia de lo que llamamos tiempos de la colonia y tiempos republicanos en América hispana, donde la explotación minera estaba y está dirigida a la acumulación mercantil y monetaria.

Si el sentido de la explotación de la minería en la colonia, era distinta a la de los pueblos prehispánicos, la forma o las técnicas utilizadas también eran distintas, se utilizaba la vida de los mineros, nuestro pueblo morían como lo han contado varios autores, cumpliendo con un turno de trabajo genocida, criminal y devastador del ecosistema, por la explotación a gran escala que posibilitó en gran parte el desarrollo de la industria, tecnología y capital de Europa.

Mientras Europa vivía en el siglo XIX cambios científico tecnológicos, gracias al crecimiento mercantil y monetario incentivado con el oro, la plata, el trabajo y los productos de América, varias de nuestras huakas habían ya perdido su vida, su verdor, muestra de ello es el gran Potosí explotado desde el siglo XVI.

Para el siglo XX, el avance tecnológico y el desarrollo de la mecánica, que permitían el movimiento de enormes cantidades de material, permitió la utilización de la dinamita para desbrozar las minas, técnica a la que hoy llamamos “cielo abierto”, técnica que se la aplica en más del 60% de la minas en el mundo, devastando riquísimos ecosistemas, provocando deforestación, contaminación del aire, del suelo y el agua.

Si analizamos, el fin, o el objetivo de la explotación minera, a partir del siglo XX, en América ha sido y es la acumulación monetaria, mal nefasto de todos los sistemas económicos levantados sobre la explotación de los seres humanos, la cosificación y mercantilización de la naturaleza; bajo estas máximas se realizó la minería en la colonia y se sigue realizando en lo que hoy conocemos como República, épocas que responden a sistemas económicos, feudal y capitalista respectivamente.

Para que la acumulación sea posible en este proceso de producción, tienen que cumplirse la formula Valor de producción=costo +beneficio El valor de producción se le obtiene mediante la valoración del yacimiento, por lo tanto depende de la naturaleza, características de mineralización, costo de mano de obra y transporte, lo que nos permitirá analizar los costos de explotación.

Entonces, los costos de explotación dependen de muchos factores, naturales y sociales, por ejemplo: la distancia del yacimiento en relación a las vías de transporte y de consumo, pues si la distancia es considerable, se tendrá que asumir o minimizar en lo posible los gastos, otro factor es la decisión a tomar, si la explotación se la va a realizar a cielo abierto o de manera subterránea, se debe tomar en cuenta que la primera opción significa menos costo, pero niveles de contaminación muy altos.

La explotación a cielo abierto por lo tanto se ve muy ventajosa para las transnacionales, pues baja el costo de producción y eleva el beneficio, por ello Latinoamérica y sus gobiernos en convenio con estas empresas prefieren la explotación a cielo abierto, a pesar de que esto signifique ir contra todos los derechos humanos y colectivos, escritos tanto en nuestra constitución como en niveles internacionales.

Explotación a cielo abierta significa: alto grados de impacto ambiental, social y cultural, pues para obtener los minerales es indispensable deforestar y remover la capa superficial de la tierra, que da vida a la flora y la fauna. A través de esta destrucción se llega a extensos yacimientos de minerales contenidos en rocas, las cuales hay que pulverizar, aplicar cianuro, agua y zinc para precipitar el metal requerido. Se requiere de equipos que las compañías importan sin pagar impuestos. La explotación minera modifica severamente la morfología del terreno, apila grandes cantidades de material estéril, contamina la capa friática, destruye bosques, áreas cultivadas, viviendas, etc. Puede alterar el curso de los ríos, destruir la pesca y crear lagunas o pantanos con aguas tóxicas. El aire lo contamina el polvo, los combustibles tóxicos y vapores de gases de cianuro, mercurio o dióxido de azufre utilizados. El ruido producido por las explosiones, trituración, generación de energía y transporte es otro proceso de contaminación. En la explotación se utilizan enormes cantidades de agua, el equivalente al consumo de agua de 30.000 familias. Agua que no tiene costo económico para las compañías, aunque provoca el desecamiento de la zona

Sin embargo a esto para los años 90 del siglo XX, La minería en Latinoamérica, cobró un nuevo auge, debido a la disminución de la producción en Canadá y EEUU, el alza de precios del oro y otros metales que significó esta crisis, puso en jaque a las compañías transnacionales de la minería, obligándolas a buscar alternativas de explotación a bajo costo.

Latinoamérica, reunía los requisitos que permitieran a las transnacionales mineras cumplir con los objetivos “a menor costo de explotación mayor beneficio”, la existencia de leyes que favorecían a las compañías transnacionales, la debilidad en la protección ambiental y laboral, y la desinformación y limitada organización de la población que sería directamente afectada, eran y son las condiciones ideales de explotación.

Han pasado dos décadas y la explotación minera capitalista, en América sigue practicándose con total libertad a pesar de tener códigos legales, tanto a nivel de los estados nacionales como a nivel internacional, a pesar inclusive de la fortaleza organizativa conciente de los daños ambientales y culturales que han causado a lo largo de la historia colonial y republicana, encrudeciéndose en los últimos tiempos.

Entonces es necesario analizar si la explotación minera es realmente el problema. Creo firmemente que no, los pueblos y nacionalidades que vivimos en el Ecuador y en Latinoamérica, no estamos en contra de la explotación minera, estamos en contra del ¿para qué? de la explotación minera, pues ello determina la forma de la explotación.

Con la intención de no dar espacio a las elucubraciones o malos entendidos de esta última reflexión, es necesario citar algunos argumentos que han surgido luego de esta reflexión.

-No a la explotación minera, porque son las trans-nacionales, ligadas a los países desarrollados las que se benefician, debido a su necesidad industrial y de mercados, sin importarles el daño, ecológico, cultural y social que puedan producir, por lo tanto el beneficio no es colectivo.

-No a la explotación minera porque, está orientada por la ganancia y la acumulación, por lo tanto niega, invisibiliza la vida, al mismo tiempo que la elimina; la vida que no se resume en los seres humanos, trasciende a la naturaleza y al futuro del planeta.

– No a la minería, porque nos prostituye a la hora de defender nuestra tierra, ofreciéndonos pagar por los daños ecológicos causados. La idea no es indemnizar, el objetivo es no alterar la vida del planeta.

-No a la minería porque la única salida que nos han dado los gobernantes nacionales y supra-estatales es la ley, que puede ser negociada, interpretada y por último violada.

-No a la minería porque siglos de explotación, no nos ha servido para mirar otras fuentes de obtención de metales y minerales que ya existen en los grandes botaderos de chatarra y que procesarlos para reciclarlos, no beneficia como seguir desbrozando la naturaleza.

– No a la minería porque responde a un sistema económico social, basado en la propiedad privada, la acumulación de la riqueza y la explotación del ser humano y la naturaleza.

– Y por ultimo no a la minería porque va en contra de nuestros principios fundamentales, la vida, la comunidad y el planeta aconteciendo en relaciones de reciprocidad.

http://www.noalamina.org/faq~FAQ
 www.uclm.es/users/higueras/yymm/YM15.html – 5k
circundante.http://www.revistapueblos.org/spip.php?article411


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Una comunicación que invita a volar con nuestras propias alas

Eliana Champutiz
Comunicadora social del pueblo pasto

A mis 20 años y a las puertas de terminar mis estudios, descubrí que la carrera de Comunicación Social, era algo más que las caras bonitas de los noticieros nacionales, a las cuales, la mayoría de los compañeros de estudios aspiraban imitar y por qué no reemplazar. Entendí que la comunicación social no se resumía al pedante todólogo que sentado frente a cada entrevistado, sin dejarlo terminar sus ideas o haciendo gala de su posición daba «sus recomendaciones» al televidente.

En la Facultad de comunicación social, fui mirando, que no todas las niñas, estudiantes de esa facultad cumplíamos con el estereotipo exigido por los medios tradicionales, estereotipo que se debe cumplir para ser lo que muchos llaman en nuestro medio, grandes periodistas, descubrí que la mayoría de esas mujeres cuyo nombre correcto en los medios de comunicación, en particular de la televisión , es «presentadoras» seguían la carrera, pero lo que determinaba su estancia en los medios, era su experiencia como reinas de bellezas o el legado dejado por sus padres, viejos presentadores de los medios, en otras palabras, heredaron el trono… claro las excepciones también están presentes, son la minoría en un medio donde al igual que como cualquier otro imperio, los cargos son heredables.

Son de esta minoría, de la cual debemos hablar, desde los grandes compañeros de lucha hasta los grandes compañeros de farra, esos que proponen conociendo la coyuntura y de esos que sin conocerla sueñan con una comunicación diferente, ligada más a las realidades que son propias de cada uno de ellos, sin maquillajes, ni reinados, ni perfumes caros, desde la realidad obrera de sus padres, desde las calles sin pavimentar de su barrio, desde los amores que se han renunciado por venir a la capital, con tan solo el arriendo de un cuarto, el poncho en la mano y los sueños ardiendo en el pecho.

Cerca del último semestre de mi carrera, descubrí una materia que entre camuflada y  visible, consideraba nuevos escenarios para hacer comunicación, propuesta donde el mensaje trasmitido, pesaba más que un set bien iluminado y una presentadora bien maquillada; el nombre de esta materia, «Comunicación para el desarrollo». Suena un tanto ostentoso, ¿Verdad?

Cuando creí haber encontrado algo diferente, me sobresaltó una interrogante: ¿Qué tipo de desarrollo?, ¿según los ojos de quién? y pues sí, la materia tenía mucho del enfoque “altruista de los países del primer mundo para con los del tercero mundo”… pero mas allá de lo teórico y de la práctica real de lo dicho, uno debía rescatar algunos planteamientos, quizá las ideas originales con las que fuera concebida esta propuesta.

Uno de los parámetros que llamó mi atención fue el trabajo de campo, no «desde afuera», desde los hechos mismos, desde la gente como actora de los hechos, que están aconteciendo, desde donde no se puede actuar altruista y condescendientemente, desde donde incluso debemos optar por una posición, para ser un periodista cierto y éticamente coherente con lo que se está transmitiendo.

Aprendí que hacer comunicación, eran esos mecanismos que uno «creaba» para mediar en tal o cual grupo y escenario humano, mediación entendida como el puente entre los distintos actores con los que un comunicador trabaja y aprende. Entendí que ese era el reto, entender a la comunicación y al comunicador como la chakana con quienes nos abren su espacio para contarnos sus historias y que ayudándose de las cámaras, las luces, las editoras, la tinta, la grabadora y el papel, pero jamás reduciéndose a ellas el verdadero trabajo que el «comunicador», tomando en cuenta que los que hacemos comunicación desde adentro, no siempre contamos con todas la herramientas, pero contamos con la genialidad del crear, como una herramienta que no se agota.

Hace pocos meses conocí una de las experiencias que nos pueden ayudar a entender lo dicho, una práctica ejecutada por «Los Jóvenes reporteros de San Miguel». San Miguel está ubicado en Sucumbíos el departamento colombiano fronterizo con Ecuador…»zona caliente» en lenguaje colombiano, de donde la mayoría de sus pobladores tuvieron que abandonar su tierra, desplazados forzosamente por un conflicto armado, que el Gobierno Colombiano ha querido reducir a una práctica terrorista.

Estos jóvenes hacen lo anteriormente citado «Comunicación para el desarrollo». Con cámaras y micrófono en mano los jóvenes recogen en video los testimonios, las experiencias, el vivir diario de su comunidad, convirtiendo a la plaza de San Miguel, en el escenario de la televisión comunitaria, allí los vecinos no solo se ven proyectados sino que ven reflejada su realidad; desde los esfuerzos para terminar de construir el camal de la comunidad hasta las inquietudes de los jóvenes de la zona.

Desde otra práctica del continente y también como un ejemplo de «Comunicación para el desarrollo»; ViVe TV la televisora pública del estado Venezolano, con 3 años al aire y en  respuesta al golpe mediático del cual fuera víctima el gobierno del presidente Hugo Chávez un abril del 2002, fue creada con menos de 50 personas, muchos de ellos no profesionales de la comunicación, compañeros que llegaban de los «cerros», barrios construidos en las laderas de las montañas, con habitantes modestos, pero comprometidos con un proceso social que el gobierno de Chávez les planteaba.

Dicho golpe, provocó la rebelión social, que las mas-medias de las clases privilegiadas de siempre no esperaban, la gente regresó al mandatario al Palacio de Miraflores, impidiendo el golpe que junto a los militares, los medios de comunicación construyeron para la sociedad venezolana. Desde ese entonces, Visión Venezolana o ViVE TV, se convirtió en una escuela de formación no solamente de profesionales de la comunicación, sino de seres humanos comprometidos con el proceso venezolano, que contrariamente a los personajes de la televisión, que se enorgullecen de llamarse a sí mismo «imparciales», asumieron una posición política que no solo permitió enfrentar el momento político, siendo comunicadores consecuentes con la verdad, sino soldados de la comunicación en la «Revolución Bolivariana».

Con jóvenes y adolescentes en la planilla de trabajadores, ViVe TV se propuso como meta formar al productor integral, dejando a un lado la división y especialización del trabajo, que crea jerarquías laborales por el conocimiento que unos poseen y que otros no, cuando en realidad estos otros poseen otro conocimiento. 

La jerarquización que el periodista productor o el «intelectual» tenía sobre el camarógrafo o el editor se eliminó con la formación integral: El comunicador que a diferencia de solamente tener la capacidad de elaborar un guión o realizar la investigación previa o hacer con certeza las preguntas o colocar la cámara en la posición perfecta para conseguir el plano adecuado, poseía el conocimiento para realizar cualquiera de estas tareas.

Entonces; este conocimiento no solo nos hizo «completos» sino que además nos permitió vernos en igualdad de condiciones y capacidades laborales, bajo las cuales una especialización del trabajo no resultaba algo impuesto, sino asumido con la misma responsabilidad desde cualquier lado que uno estuviera, concientes de que el trabajo que desempañáramos era complementado con el del compañero.

Desde entonces comprendí que la comunicación alternativa, tantas veces cuestionada por su conceptualización, donde surgen interrogantes como: ¿alternativa a qué?  Es la alternativa al modelo dominante, que también encontró en los medios de comunicación uno más de sus aliados para reproducirse, para seguir haciéndonos creer que la información que en ellos construyen y transmite es la real, veraz, imparcial. Es una alternativa a la comunicación que invisibiliza la realidad, es la que presenta una realidad para negar la otra o mejor digamos las nuestras.

Hoy a los tres años de haber salido de la facultad, me siento militante de esta comunicación alternativa, que aun no tiene academia, pero que surge como una respuesta a la comunicación que niega la posibilidad de que  la presentadora del noticiero estelar fuese una india, un negro o lo más parecido a un blanco “un mestizo” Pues hasta hoy lo más permitido en los medios de comunicación privados, es un “mestizo” que tiende más en su apariencia y conciencia a blanco

He optado por esta comunicación que no cuenta con medios de capital, tecnología o sed de maquillaje, pero que nos da la alternativa para leer las noticias, en nuestra propia lengua, aunque los medios tradicionales sigan negando esos espacios, nos da además la posibilidad de contar nuestras realidades desde nuestras perspectivas, quitándoles a los medios de comunicación tradicionales, el afán por darnos interpretando lo que somos y lo que queremos ser; dándonos la posibilidad a nosotros mismos de contarnos y encontrarnos en nuestros relatos.

Para hoy, al igual que hace muchos años los medios de comunicación alternativa, siguen siendo una de las trincheras de resistencia de los pueblos. Con una cámara, tinta, papel, danza o teatro, los pueblos seguimos contado nuestra realidades,  tal vez no con el alcance de señal que muchas transnacionales de la información han logrado, pero si con nuestros rostros, contado, no solo escuchando la interpretación de nuestra historia, de la boca de quien habla de pobres, de negros, de indios, de discapacitados, desde personas que no son ninguno de ellos.

Para todos los compañeros que sin ser comunicadores de Facultad, los medios de comunicación no son los escenarios construidos con tecnología rimbombante, esta es necesaria, pero no imprescindible, pues para quienes aceptamos el reto de la comunicación alternativa, esta es la herramienta, la maquinaria para aportar en nuestra resistencia.

Shuk shunkulla, un solo corazón;
shuk makilla, un solo puño,
shuk shimilla, una sola voz


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