Boletín No 9

ICCI

Editorial

Neoliberalismo, Globalización y Emergencia de Nuevos Actores Sociales

La década de los noventa se abrió en el Ecuador con el levantamiento indígena de mayo-junio de 1990. La sociedad ecuatoriana descubrió a un actor social antes desconocido, los indios. El levantamiento indígena del 90 se hizo en contra de una estructura de poder que excluyó a los indígenas de todos los espacios de la sociedad y que siempre los consideró como un obstáculo para alcanzar la modernidad y el desarrollo. El levantamiento indígena de los noventa coincide con la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de los denominados «socialismos reales». Dos procesos diacrónicos que se inscriben como contrapunto y que son altamente reveladores del momento histórico que empieza a prefigurarse. A medida que se produce la crisis de las utopías se genera la emergencia de nuevos actores y sujetos políticos en el escenario mundial. La caída de los países socialistas implica el fortalecimiento del poder militar, político y económico de los Estados Unidos a nivel planetario. El mundo se vuelve unipolar, y los discursos ideológicos que justifican y legitiman ese poder único, se armonizan con las propuestas de liberalización de los mercados, la desregulación de los capitales, y la desreglamentación financiera, procesos conocidos como «globalización» o «mundialización» de la economía. Se configura, a todo lo largo de la década de los noventa, un panorama caracterizado por la crisis de todos los discursos filosóficos y políticos, y de todos los sistemas de pensamiento, (los denominados «metadiscursos» o «metanarraciones). Pero también se estructura un mundo sometido a la irracionalidad de las crisis financieras que destruyen países enteros, independientemente de su fortaleza económica, como pasó con los llamados «tigres asiáticos». Un mundo en el cual el control de las corporaciones transnacionales sobre el planeta entero es casi total. Aspectos como las megafusiones con cantidades de dinero que rebasan toda posibilidad de imaginación, las ofertas hostiles de compra que refuerzan el poder de los monopolios transnacionales, las transacciones financieras que en un solo día realizan transacciones equivalentes al 20% de toda la producción mundial, son radicalmente nuevos en relación a décadas anteriores. Mientras que la década de los ochenta fue la del ajuste y la de la presencia del Fondo Monetario Internacional, FMI, la de los noventa se presenta como la década de la privatización y la consolidación del poder financiero mundial. La década de los noventa es también la década de la crisis del modelo de ajuste y de la presencia cada vez más importante del Banco Mundial, como caballo de Troya del neoliberalismo. Durante toda la década, la imposición del neoliberalismo provoca crisis, violencia, incertidumbre y fracturas graves en casi todos los países. Sin embargo, es justamente en medio de esta imposición que en México, los indígenas de Chiapas, organizados en el Frente Zapatista de Liberación Nacional, EZLN, cuestionan el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, y evidencian el fracaso del modelo neoliberal y de la democracia excluyente practicada por el Partido de la Revolución Institucional, PRI. El levantamiento zapatista suscita la adhesión de muchos sectores por todo el mundo, y propone nuevas lecturas sobre la realidad latinoamericana. El mismo año en el que los indígenas de Chiapas se insurgen en contra del poder autoritario del PRI y en contra del neoliberalismo, los indígenas del Ecuador realizan su segundo levantamiento en contra del proyecto de ley que pretendía modernizar el agro destruyendo a las comunidades indígenas, y transformando a los indios en asalariados de las empresas agroindustriales. Dos años más tarde, en 1996, los obreros de Francia, realizan las protestas más importantes de toda la década y de toda Europa, en contra del proyecto del primer ministro, Juppé de privatización del sistema de pensiones. En Ecuador, por su parte y en el mismo año, los indígenas logran por vez primera en toda la historia de la república, participar en las elecciones generales y ganar importantes espacios de representación parlamentaria y varios poderes locales. Empero de ello, el ambiente que genera este dominio unipolar del mundo por parte de Estados Unidos, y la primacía a nivel ideológico del discurso neoliberal como única posibilidad dentro del horizonte humano, producen nuevas respuestas y nuevas formas de organizarse dentro de la sociedad civil. Se exige a la democracia existente que asuma nuevos roles. Se reclama una democracia radical en el sentido de crear más justicia social, más tolerancia política, más igualdad en la distribución del ingreso, y una nueva ética de la acción política y social. Mientras que el discurso neoliberal apela a la eficiencia del mercado y a la libre circulación de mercancías, como condiciones básicas para un nuevo «contrato social», cerrándose a sí mismo como «pensamiento único», las nuevas propuestas de «democracia radical», y los nuevos valores éticos, sobre todo, en la responsabilidad que se tiene con las generaciones futuras y con la naturaleza, articulan una nueva forma de comprender y estructurar la realidad humana. Son propuestas que critican radicalmente al capitalismo pero proponen alternativas válidas de convivencia social. El neoliberalismo, en realidad, es la respuesta ideológica que legitima y justifica las nuevas relaciones de poder a nivel planetario. Para los países pobres, la imposición del neoliberalismo, sea por la vía de las políticas de ajuste macro económico, sea por las vías de reforma del Estado y disminución del gasto estatal en educación, salud, inversión social, ha significado la extensión de la pobreza, la intensificación de la miseria, la generalización de la violencia, el incremento de la conflictividad social. Para los países de América latina, caracterizados por una predominancia de población indígena, la situación es más grave aún, porque son precisamente los sectores indígenas los más golpeados por la imposición neoliberal. Son ellos las víctimas directas de la globalización de la economía y la liberalización de los mercados. Los levantamientos indígenas de Chiapas y del Ecuador son un testimonio de la conflictividad que genera relaciones de poder casi esclavistas y avalizadas por este discurso neoliberal. Urge entonces, crear las condiciones que aseguren efectivamente la democratización de nuestras sociedades. La década que termina, que coincide además con el inicio de un nuevo milenio, debe ser la puerta de entrada hacia un mundo más rico en posibilidades, y en el cual, predominen los valores del respeto a la alteridad, la vigencia irrestricta del Estado de Derecho y la construcción de un verdadero Estado del Bienestar.

Educación Bilingüe e Interculturalidad en el Ecuador: Algunas Reflexiones Criticas

Por: Víctor Bretón Solo de Zaldívar Gabriela del Olmo Carmen

Uno de los procesos más relevantes de la historia social del Ecuador durante las últimas décadas es, sin duda, la emergencia de la etnicidad y la consolidación del movimiento indígena como un actor político destacado en la escena nacional. Hemos asistido, en efecto, a la vertebración de un movimiento caracterizado, entre otros elementos, por su alta capacidad de movilización y de interpelación a las más altas instancias de los poderes públicos, así como por su discurso de fuerte contenido identitario. En la cristalización de ese proceso, cabe destacar la presencia de al menos dos grandes ejes reivindicativos que han permitido aglutinar las demandas históricas de buena parte de la población indígena. Nos estamos refiriendo a lucha por la tierra y la territorialidad por un lado, y a la exigencia de la educación intercultural bilingüe por el otro. El objeto de estas páginas es, precisamente, el de proponer algunas reflexiones sobre la importancia de los proyectos de educación indígena, sus logros y sus aparentes limitaciones. Todo ello con la intención manifiesta de contribuir a un debate que, por la trascendencia del tema, consideramos ineludible e inaplazable. Desde las primeras décadas del siglo XX, el tema de la educación en el medio rural ha sido reiteradamente tomado en consideración por todos aquellos interesados en mejorar las condiciones de vida de la población indígena. Cabe destacar, en este sentido, la experiencia pionera de las escuelas auspiciadas a partir de los años treinta en Cayambe por la figura emblemática de Dolores Cacuango, para quien la alfabetización constituía un instrumento más de la lucha emancipadora. Posteriormente, propuestas como las de la Misión Andina entre las décadas del cincuenta y del sesenta (con su énfasis en la construcción de escuelas y en el fomento de campañas de alfabetización entre las comunidades serranas), las impulsadas desde la Diócesis de Riobamba bajo la influencia de Monseñor Proaño (de entre las que sobresalen las célebres Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador, en funcionamiento a partir de 1964), las iniciativas bilingües de la Federación Shuar (1964) o los propios avances de la educación estatal laica (piénsese en el Plan Nacional de Alfabetización de los primeros ochentas y, finalmente, en el mismo Proyecto de Educación Intercultural Bilingüe), constituyeron factores significativos en la promoción del cambio en la sociedad rural. Factores significativos, no obstante, que operaron entretejidos a los otros elementos de carácter socio-económico que propiciaron la gran transformación estructural de los espacios andinos que se fraguó de los años sesenta en adelante: la liquidación de las formas precarias de trabajo, la desaparición del régimen gamonal y las nuevas posibilidades brindadas por la mayor movilidad de una mano de obra ya definitivamente liberada de su secular sujeción a la hacienda. Todas las experiencias educativas enumeradas culminaron en la consecución de una serie de logros importantes. Hicieron posible, de entrada, la aparición de unas primeras generaciones de líderes que, gracias a su propia capacitación, fueron asumiendo la demanda de la formación indígena como un factor estratégico de cambio social. Los contenidos reivindicativos de algunas de aquellas iniciativas, en segundo lugar, derivaron en buena parte en un proceso sin precedentes de fortalecimiento identitario: es destacable, en este sentido, el reconocimiento de la importancia de la utilización del propio idioma en el aprendizaje. No podemos dejar de mencionar, además, la creación en 1988 de una estructura educativa a cargo de la sistematización de las experiencias pedagógicas indígenas: la Dirección Nacional de Educación Indígena Intercultural Bilingüe. Los espacios conquistados, sin embargo, no debieran hacernos olvidar la agenda pendiente: si mucho es el camino recorrido, aún mayor es la distancia que queda para conseguir un modelo educativo realmente intercultural y bilingüe. En el proceso de negociación del actual sistema de enseñanza indígena, algunos líderes tenían como planteamiento inicial la indispensabilidad de una formación bilingüe e intercultural para todos los ecuatorianos. El razonamiento implícito era bien simple: la interculturalidad, para ser efectiva, tendría que darse en igualdad de condiciones. Hasta ahora, no obstante, la educación intercultural bilingüe es la educación de los indígenas, sector de la población cuya inserción en una cultura hegemónica diferente a la suya le hace ser intercultural casi por necesidad. En este estado de cosas, parece que los únicos que deben tomar conciencia, conocer y respetar la realidad heterogénea del país son los indígenas, habida cuenta de que en las escuelas no indígenas (denominadas habitualmente como hispanas), apenas se ha adoptado algún tipo de medida en este sentido. Siguiendo con aquellos planteamientos iniciales, estas escuelas, como el resto, debieran también incorporar el conocimiento de otras lenguas, valores y costumbres en los contenidos de sus planes de estudios. Si consideramos la naturaleza plural del Estado ecuatoriano, sería razonable, en principio, que su sistema educativo fuera fiel reflejo de esa pluralidad. Y es que, en última instancia, un modelo como el actual, que deja en manos de un sector de la población -el indígena- la práctica de la interculturalidad, difícilmente puede contribuir a la existencia de una sociedad tolerante que en su conjunto valore y respete las otras culturas presentes en el territorio nacional, y que considere a los sujetos de esas culturas como ciudadanos de su misma categoría. En palabras de Wolfgang Küper:
«Interculturalidad no puede ser solamente para los pueblos indígenas y sus escuelas en el esfuerzo de adquirir y apropiarse valores y patrones de comportamiento de las otras culturas; ella vale también para las escuelas hispanohablantes en el esfuerzo por reconocer las culturas indígenas en sus valores, sus formas de expresión y sus tradiciones, tratar de conocerlas y sobre todo de ver en sus miembros ciudadanos de un común Estado con los mismos derechos y obligaciones y como tales merecedores de respeto» .

Quizás no debieran existir dos sistemas educativos paralelos, o quizás sí, y el movimiento indígena no haya querido delegar en el sistema tradicional algo tan importante como la educación de sus hijos. No debe extrañarnos esta actitud de la dirigencia, habida cuenta el trato displicente y etnocida que históricamente han recibido los estudiantes indígenas en las escuelas rurales. Cabría preguntarse, en otro orden de cosas, hasta qué punto es posible pensar en la interculturalidad para todos partiendo de la base de la existencia real de dos modelos en última instancia segregados. Hasta el momento, la Dirección Nacional de Educación Intercultural Bilingüe (DINEIB) goza de una amplia autonomía, con capacidad de diseñar un sistema diferente del nacional, en teoría más acorde con la realidad, las necesidades y las expectativas de las familias indígenas. Esa capacidad podría ser considerada como un argumento de peso capaz de justificar la existencia de dos estructuras paralelas; pero esa misma duplicidad nos coloca ante la disyuntiva de si es o no posible construir una sociedad capaz de respetar el derecho a la diferencia sin partir previamente de un conocimiento veraz de lo que implica dicha diferencia.

Los resultados concretos de más de una década de educación bilingüe dejan mucho que desear. Todavía hay demasiadas comunidades sin escuelas, y demasiadas escuelas infradotadas de medios y de docentes. Con frecuencia, además, el supuesto modelo intercultural se ha limitado a traducir, en lo que a procedimientos, contenidos y valores se refiere, la praxis de la escuela tradicional al medio indígena. No olvidemos que la formación del alumno debe partir del análisis de la colectividad a la que pertenece, referente identitario, para posteriormente irse abriendo a otros entornos más amplios a los que también el individuo se adscribe, y de los que asimismo participa. De hecho uno de los principales déficits de la escuela tradicional era el menosprecio hacia los valores de la cultura local; menosprecio absolutamente coherente para con un modelo educativo cuyo objetivo prioritario era, por encima de todo, borrar las diferencias en aras de la construcción de una ecuatorianidad artificiosamente homogénea . En este sentido, por desgracia, todavía no se han elaborado suficientes materiales didácticos específicos sobre las diferentes culturas que coexisten en el país como para que el objetivo del conocimiento, primer paso hacia una revalorización real de lo propio, pueda empezar a cumplirse, y con él avanzar hacia una interculturalidad efectiva. Esas carencias han implicado un empobrecimiento de las realizaciones concretas con respecto a las expectativas despertadas en su día en favor de la educación intercultural. Buena muestra de ello es la actitud recurrente de muchos potenciales usuarios de las escuelas bilingües que, aun contando con centros en la propia comunidad, prefieren llevar a sus hijos a la escuela hispana más cercana, aunque ello implique desplazamientos incómodos desde todos los puntos de vista. Esta realidad, bastante evidente a los ojos de un observador, va más allá de los comportamientos individuales y trasciende incluso a la actitud de no pocos maestros y centros que, a pesar de su ascendencia indígena, son reticentes a incorporarse en la DINEIB. Algo está pasando pues -y bien grave- con la educación intercultural bilingüe. Un elemento importante que explica parcialmente esta paradójica situación es la tendencia reacia de ciertos docentes a cambiar los planteamientos educativos en los que ellos mismos fueron formados. Se trata de un cambio ciertamente difícil, y más en las condiciones laborales y salariales a las que la Administración ecuatoriana los condena, pero indispensable si no se quiere estar reproduciendo permanentemente los caducos moldes tradicionales. Tendría que ser prioritario, para los propios profesionales del ramo, la conveniencia de conocer las características del medio sobre el que actúan: desde la lengua materna de los niños a los que atienden, hasta la trascendencia de la tradición oral en las culturas indígenas, pasando por las características sociales, económicas y organizativas de las comunidades implicadas . Tampoco hay que olvidar la concepción sumamente funcional que algunos indígenas tienen de la escuela: un mero centro de alfabetización en castellano y poca cosa más. «Si el huambra ya sabe quichua, lo que quiero es que aprenda castilla». Esta respuesta, por ejemplo, obtenida al interpelar a un padre de familia del Chimborazo rural acerca del por qué de su preferencia por la escuela hispana sobre la bilingüe presente en su comunidad, es compartida por muchos otros y revela un comportamiento ante la formación ampliamente generalizado a lo largo y ancho de las parroquias indígenas de la sierra. Se trata, en definitiva, de una actitud que no puede desligarse del contexto socio-económico en que se desenvuelven mayoritariamente las familias indígeno-campesinas: «la situación de miseria, marginación y pobreza provoca en la población indígena una legítima expectativa de garantizar a sus niños un futuro mejor a través del acceso a la sociedad que funciona con esos modelos de explicación» del mundo blanco-mestizo y diferentes de los suyos propios . En un entorno de carencias tan acusadas, donde procurar la subsistencia diaria ya es de por sí difícil, la educación intercultural bilingüe no suele ser considerada como una demanda prioritaria más que en los planteamientos de algunos dirigentes. De todas formas, como muy bien apunta Ruth Moya,
«no deja de ser desconcertante la disolución progresiva de la propia utopía pedagógica y las imprecisiones de la propuesta en virtud de la explicación general de que la mirada de corto plazo se debe al hecho de que las poblaciones indígenas tienen ante sí la urgencia de resolver sus necesidades inminentes» .

Ligado a este, otro factor a considerar es la contradicción constatable en muchos espacios predominantemente indígenas entre el discurso de unos líderes orgullosos de su identidad, y una praxis en la cotidianidad de numerosos comuneros de desvalorización de lo propio en relación a lo ajeno. A contrarrestar esta tendencia podría contribuir una más alta consideración por parte de toda la sociedad de la riqueza contenida en la pluralidad étnica y cultural del territorio nacional. Esa consideración debiera verse reflejada, por ejemplo, y más allá del mero respeto y de la folklorización, en una presencia mayor del quichua y de las otras lenguas nativas en la totalidad de las esferas de la vida pública y privada: empezando por hacerlas extensivas a todos los niveles educativos -incluido el universitario-, en los medios de comunicación, en la asistencia sanitaria y, por qué no, en las propias instancias del Gobierno Nacional y de la judicatura. Tendría que ser una práctica común y corriente la posibilidad de ejercer el derecho de cada quien a expresarse en cualquiera de esas esferas en su propia lengua, y para ello, la Administración habría de procurar los medios pertinentes. Somos conscientes de las dificultades y reticencias que este tipo de propuestas generaría actualmente en una sociedad como la ecuatoriana; pero no es menos cierto que el único camino posible para que lenguas minoritarias y/o secularmente subordinadas no se vean en el futuro circunscritas, en el mejor de los casos, únicamente al mundo doméstico, es que sean útiles y necesarias socialmente en sus ámbitos de dominio lingüístico.

A tenor de estas reflexiones, como colofón, hay dos ideas que nos parece conveniente enfatizar. La primera se refiere al papel estratégico de la educación como elemento fundamental de construcción y transmisión de valores, de toma de conciencia de la realidad y, en última instancia, de cambio social a largo plazo. Los espacios ganados por el movimiento indígena a partir de la consolidación de una dirigencia formada y con capacidad de articular un discurso político propio es buena muestra de ello. La segunda, por su parte, hace alusión a la necesidad de que la interculturalidad se extienda al conjunto de la sociedad ecuatoriana y no quede relegada a un solo sector de ésta. Más todavía: el análisis de los resultados obtenidos por el modelo educativo bicéfalo vigente pone en entredicho la visión triunfalista que a menudo se difunde sobre los logros del proceso negociador que condujo a la institucionalización de la educación bilingüe. La precariedad de infraestructuras es tal, que prácticamente amenaza con vaciar de contenido efectivo la autonomía de la DINEIB. Parece como si, una vez más, y bajo la apariencia de un nuevo espacio conquistado por el movimiento indígena, el Gobierno Nacional haya continuado con su praxis tradicional de relegar a los indios los asuntos de los indios, pero sin ninguna intención real de asumir la interculturalidad como un asunto de Estado.

La Mujer Salasaca

Por: Margarita Caizabanda

Fuente: Instituto Científico de Culturas Indígenas, icci.nativeweb.org

Rol de la Mujer Salasaca El principal rol de la mujer, es mantener la unidad del núcleo familiar y por ende a toda la sociedad que conforma la comunidad Salasaca, es decir es la clave de la unión y conservación de nuestra identidad, tradiciones, educación, en general de la cultura Kechwa – Salasaca. El papel en las múltiples actividades del campo como, la agricultura, cuidar animales, y la comercialización de algunos productos agrícolas y artesanías para la sustentación económica es la misma que la de los hombres. En ocasiones, ella es la que tiene que salir fuera de la Comunidad y desempeñar tareas en quehaceres domésticos o de jornalera, como también de hombres que tienen la profesión de educación superior. De las diversas actividades cotidianas que acontecen dentro de la comunidad como la minga, generalmente la mujer es quien está a cargo, en los cuales un menor porcentaje de mujeres ocupan cargos de dirigentes, cargos que no tiene mucha importancia, las actividades de la minga son realizadas la mayoría de veces por las mujeres, no por obligación, sino por el espíritu de trabajo y solidaridad para el adelanto de la comunidad. Cabe manifestar que la responsabilidad de la familia recae sobre ella cuando su cónyuge se encuentra ocupado con actividades fuera de la comunidad. La gran mayoría de los hombres trabajan en construcciones, o de jornaleros en las pequeñas parcelas de propiedad no indígena, y otros porcentajes de los hombres se ocupan en la producción y comercialización de artesanías. Espacio Político de la Mujer Salasaca El espacio político de la mujer Salasaca es limitado; como toda la comunidad padece de la dominación externa, la mujer tiene poca representación o espacio político dentro de la comunidad ya que la clase dirigente o sea los mismos malos dirigentes de siempre, aferrados al título de dirigentes se cierran ante cualquier opinión que impulse el desarrollo de la comunidad. La clase populista que dicen defender los intereses del pueblo hace payasadas, amenazas e intimidan a cualquier persona que no esté de acuerdo con su posición. Estos dirigentes llegan a ocupar cargos junto con sus hermanos, hijos, tíos, primos, sobrinos, por lo que el único sustento de estas familias es el proporcionado por las distintas multas cobradas a los habitantes, que además son injustas, con el pretexto de comisiones o fondos para la organización. Pero, este último, al término de sus funciones deja con un saldo negativo y con un atraso económico-social-político a toda la comunidad. Una propuesta nueva generalmente es asumida como una amenaza de destitución de su cargo, y por lo tanto el dirigente toma represalias contra esa persona. Desde el punto de vista de la mujer Salasaca, así se configura la dominación de esta clase populista – mal dirigente. Está consagrada a la misma corrupción e intimidación amenazante a los habitantes para seguir saqueando los pocos recursos de sus habitantes, y, llevándola a la práctica desde diferentes ángulos: malos dirigentes, mediocres, y que compran psicológicamente a la juventud Salasaca. La mayoría de los jóvenes se escapan fuera de la comunidad a buscar mejores espacios de desarrollo personal e intelectual en las grandes ciudades de Quito, Guayaquil o prefieren emigrar a los grandes países industrializados del Norte-América o Europa, con el pretexto de comercializar el arte salasaca o la música autóctona. Algunos jóvenes, tanto hombres como mujeres, han planteado nuevas propuestas de gobierno local con todo los derechos de la cosmovision de la nacionalidad Kechwa – salasaca en una sociedad más justa y tolerante que vele por el bienestar y seguridad de sus habitantes. El propósito de la juventud de hoy es que las nuevas generaciones tomen iniciativas de llevar a un futuro mejor y ver alternativas de cambio en la política organizativa y de los dirigentes. Y, para realizar estos cambios, las mujeres tenemos que luchar primero contra el machismo y la ignorancia existente en los malos dirigentes que no tienen el menor deseo de trabajar por su gente, pero que no dejaran su cargo ya que éste produce una remuneración económica para sus familias.

Declaración de Seattle de los Pueblos Indígenas

A la ocasión del tercer encuentro de Ministros de Comercio de la Organización Mundial del Comercio, OMC. Noviembre 30-Diciembre 3, 1999 (Versión Original en inglés) Indigenous Peoples’ Seattle Declaration On the occasion of the Third Ministerial Meeting of the World Trade Organization November 30-December 3, 1999 We, the Indigenous Peoples from various regions of the world, have come to Seattle to press our great concern over how the World Trade Organization is destroying Mother Earth and the cultural and biological diversity of which we are a part. Trade liberalization and export-oriented development, which are the overriding principles and policies pushed by the WTO, are creating the most adverse impacts on the lives of Indigenous Peoples. Our inherent right to self-determination, our sovereignty as nations, and treaties and other constructive agreements which Indigenous nations and Peoples have negotiated with other nation-states, are undermined by most of the WTO Agreements. The disproportionate impact of these Agreements on our communities, whether through environmental degradation or the militarization and violence that often accompanies development projects, is serious and therefore should be addressed immediately. The WTO Agreement on Agriculture (AOA), which promotes export competition and import liberalization, has allowed the entry of cheap agricultural products into our communities. It is causing the destruction of ecologically rational and sustainable agricultural practices of Indigenous Peoples. Food security and the production of traditional food crops have been seriously compromised. Incidents of diabetes, cancers, and hypertension have significantly increased among Indigenous Peoples because of the scarcity of traditional foods and the dumping of junk food into our communities. Small-scale farm production is giving way to commercial cash-crop plantations further concentrating ancestral lands into the hands of few agri-corporations and landlords. This has led to the dislocation of scores of people from our communities who then migrate to nearby cities and become the urban homeless and jobless. The WTO Forests Products Agreement promotes free trade in forest products. By eliminating developed country tariffs on wood products by the year 2000, and developing country tariffs by 2003, the Agreement will result in the deforestation of many of the world’s ecosystems in which Indigenous Peoples live. Mining laws in many countries are being changed to allow free entry of foreign mining corporations, to enable them to buy and own mineral lands, and to freely displace Indigenous Peoples from their ancestral territories. These large-scale commercial mining and oil extraction activities continue to degrade our lands and fragile ecosystems, and pollute the soil, water, and air in our communities. The appropriation of our lands and resources and the aggressive promotion of consumerist and individualistic Western culture continue to destroy traditional lifestyles and cultures. The result is not only environmental degradation but also ill health, alienation, and high levels of stress manifested in high rates of alcoholism and suicides. The theft and patenting of our biogenetic resources is facilitated by the TRIPs (Trade-Related Aspects of Intellectual Property Rights) of the WTO. Some plants which Indigenous Peoples have discovered, cultivated, and used for food, medicine, and for sacred rituals are already patented in the United States, Japan, and Europe. A few examples of these are ayahuasca, quinoa, and sangre de drago in forests of South America; kava in the Pacific; turmeric and bitter melon in Asia. Our access and control over our biological diversity and control over our traditional knowledge and intellectual heritage are threatened by the TRIPs Agreement. Article 27.3b of the TRIPs Agreement allows the patenting of life-forms and makes an artificial distinction between plants, animals, and micro-organisms. The distinction between «essentially biological» and «non-biological» and «microbiological» processes is also erroneous. As far as we are concerned all these are life-forms and life-creating processes which are sacred and which should not become the subject of private property ownership. Finally, the liberalization of investments and the service sectors, which is pushed by the General Agreement of Services (GATS), reinforces the domination and monopoly control of foreign corporations over strategic parts of the economy. The World Bank and the International Monetary Fund impose conditionalities of liberalization, deregulation and privatization on countries caught in the debt trap. These conditionalities are reinforced further by the WTO. In light of the adverse impacts and consequences of the WTO Agreements identified above, we, Indigenous Peoples present the following demands: We urgently call for a social and environmental justice analysis which will look into the Agreements’ cumulative effects on Indigenous Peoples. Indigenous Peoples should be equal participants in establishing the criteria and indicators for these analyses so that they take into consideration spiritual as well as cultural aspects. A review of the Agreements should be done to address all of the inequities and imbalances which adversely affect Indigenous Peoples. The proposals to address some of these are as follows;
  1. For the Agreement on Agriculture
    1. It should not include in its coverage small-scale farmers who are mainly engaged in production for domestic use and sale in the local markets.
    2. It should ensure the recognition and protection of rights of Indigenous Peoples to their territories and their resources, as well as their rights to continue practicing their indigenous sustainable agriculture and resource management practices and traditional livelihoods.
    3. It should ensure the food security and the capacity of Indigenous Peoples to produce, consume and trade their traditional foods.
     
  2. With regard to the liberalization of services and investments we recommend the following:
    1. It must stop unsustainable mining, commercial planting of monocrops, dam construction, oil exploration, land conversion to golf clubs, logging, and other activities which destroy Indigenous Peoples’ lands and violate the rights of indigenous peoples’ to their territories and resources.
    2. The right of Indigenous Peoples to their traditional lifestyles, cultural norms and values should likewise be recognized and protected.
    3. The liberalization of services, especially in the areas of health, should not be allowed if it will prevent Indigenous Peoples from having access to free, culturally appropriate as well as quality health services.
    4. The liberalization of finance services which makes the world a global casino should be regulated.
     
  3. On the TRIPs Agreement, the proposals are as follows:
    1. Article 27.3b should be amended to categorically disallow the patenting of life-forms. It should clearly prohibit the patenting of micro-organisms, plants, animals, including all their parts, whether they are genes, gene sequences, cells, cell lines, proteins, or seeds.
    2. It should also prohibit the patenting of natural processes, whether these are biological or microbiological, involving the use of plants, animals and micro-organisms and their parts in producing variations of plants, animals and micro-organisms.
    3. It should ensure the exploration and development of alternative forms of protection outside of the dominant western intellectual property rights regime. Such alternatives must protect the knowledge and innovations and practices in agriculture, health care, and conservation of biodiversity, and should build upon indigenous methods and customary laws protecting knowledge, heritage and biological resources.
    4. It should ensure that the protection offered to indigenous and traditional knowledge, innovation and practices is consistent with the Convention on Biological Diversity (i.e., Articles 8j, 10c, 17.2, and 18.4) and the International Undertaking on Plant Genetic Resources.
    5. It should allow for the right of Indigenous Peoples and farmers to continue their traditional practices of saving, sharing and exchanging seeds, and cultivating, harvesting and using medicinal plants.
    6. It should prohibit scientific researchers and corporations from appropriating and patenting indigenous seeds, medicinal plants, and related knowledge about these life-forms. The principles of prior informed consent and right of veto by Indigenous Peoples should be respected.
If the earlier proposals cannot be ensured, we call for the removal of the Agreement on Agriculture, the Forest Products Agreements and the TRIPs Agreement from the WTO. We call on the member-states of the WTO not to allow for another round whilst the review and rectification of the implementation of existing agreements has not been done. We reject the proposals for an investment treaty, competition, accelerated industrial tariffs, government procurement, and the creation of a working group on biotechnology. We urge the WTO to reform itself to become democratic, transparent and accountable. If it fails to do this we call for the abolition of the WTO. We urge the member nation-states of the WTO to endorse the adoption by the UN General Assembly of the current text of the UN Declaration on the Rights of Indigenous Peoples and the ratification of ILO Convention l69. We call on the peoples’ organizations and NGOs to support this «Indigenous Peoples’ Seattle Declaration» and to promote it among their members. We believe that the whole philosophy underpinning the WTO Agreements and the principles and policies it promotes contradict our core values, spirituality and worldviews, as well as our concepts and practices of development, trade and environmental protection. Therefore, we challenge the WTO to redefine its principles and practices toward a «sustainable communities» paradigm, and to recognize and allow for the continuation of other worldviews and models of development. Indigenous peoples, undoubtedly, are the ones most adversely affected by globalization and by the WTO Agreements. However, we believe that it is also us who can offer viable alternatives to the dominant economic growth, export-oriented development model. Our sustainable lifestyles and cultures, traditional knowledge, cosmologies, spirituality, values of collectivity, reciprocity, respect and reverence for Mother Earth, are crucial in the search for a transformed society where justice, equity, and sustainability will prevail.

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