Bienvenidos al "Instituto de Ciencias y Culturas Indígenas"
Las elecciones seccionales realizadas el 21 de mayo en Ecuador, y por las cuales se renovaban los poderes locales, han transformado el escenario político del país y confirman, nuevamente, la importancia estratégica del movimiento indígena y de los movimientos sociales en la actual coyuntura política.
Estas elecciones se constituían como un aspecto clave en la definición de la política nacional, por cuanto ellas venían, de una manera u otra, a confirmar o a rechazar los eventos del 21 de enero del presente año y que condujeron a la destitución del ex Presidente Jamil Mahuad. Para las élites políticas, en estas elecciones se jugaba la legitimidad a largo plazo de su proyecto político neoliberal y privatizador. Para el movimiento indígena y para los movimientos sociales, estas elecciones deberían convertirse en un aval ciudadano a su propuestas de cambio y de resistencia social frente al modelo vigente.
Frente a las críticas a la democracia existente surgidas desde el interior del movimiento indígena, el Presidente de la República, Dr. Gustavo Noboa, había respondido que si los indios quieren el poder, entonces que ganen las elecciones. Esta prepotencia oficial se explicaba por cuanto en las encuestas hechas antes de las elecciones, todas ellas realizadas en los principales centros urbanos del país, daban por descontado un amplio triunfo de los partidos políticos tradicionales. Dentro de las expectativas de estos partidos políticos, sus cálculos apuntaban a un fortalecimiento político que les posibilitaría una recomposición de fuerzas frente al movimiento indígena y los movimientos sociales, y una consolidación de su propuesta liberalizante.
Así, para derechista Partido Social Cristiano (PSC), estas elecciones, según expresiones del Presidente del Partido, Pascual Del Cioppo, confirmarían su hegemonía nacional, y, de acuerdo a sus propios cálculos, disputarían entre ocho a diez prefecturas provinciales (es decir, cerca del 50% nacional), y entre 60 y 65 alcaldías (algo más del 30% nacional). Asimismo, para el Partido de la Democracia Popular (o Democracia Cristiana), partido político del ex Presidente Mahuad, según su vocero oficial, Ramiro Rivera, sus expectativas estarían en alcanzar tres prefecturas y 30 alcaldías, aproximadamente.
Otro partido de gran importancia, de igual manera ubicado en la derecha del espectro político, es el populista Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), quienes, de acuerdo a sus cálculos, aspiraban a conseguir seis prefecturas e incrementar sustancialmente el número de alcaldías que controlan. Ahora bien, los resultados electorales obtenidos demuestran fehacientemente la crisis política de estos partidos políticos, a la sazón, los más importantes del Ecuador.
En efecto, de las 10 prefecturas calculadas por el PSC, apenas obtuvo tres. Por su parte, la Democracia Popular, ganó, solamente dos prefecturas, y el PRE ganó cuatro prefecturas. Otro partido político importante y que se ubica dentro de la centroizquierda, es el partido de la Izquierda Democrática (ID), quienes aspiraban a ganar 6 prefecturas y, finalmente ganaron solo dos. En cuanto a las alcaldías los resultados son aún más desalentadores para estos partidos políticos. Los resultados electorales muestran que sus expectativas estuvieron muy por encima de sus posibilidades reales.
Por su parte, los movimientos sociales y el movimiento indígena ecuatoriano, agrupados políticamente bajo el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik – Nuevo País (MUPP-NP), obtuvieron un triunfo que podría calificarse de inédito. Por vez primera desde su creación en 1996, el MUPP-NP, gana cinco prefecturas provinciales (el 22% del total nacional), algo más de treinta alcaldías y la primera posición en cuanto a las juntas parroquiales (cerca del 60% nacional).
Asimismo, por vez primera en la historia del país, un dirigente indígena accede al control de una prefectura provincial. De otra parte, las alcaldías ganadas por los indígenas representan un gran porcentaje de las alcaldías ganadas por el MUPP-NP. En cuanto a gobiernos seccionales (concejalías municipales y consejerías provinciales), el MUPP-NP logra una importante representación nacional, y logra que, asimismo por vez primera, muchas dirigentes mujeres indígenas accedan a los poderes locales.
Los indios, los movimientos sociales, y otros sectores, han empezado su camino hacia la construcción del poder. Sin descuidar sus propuestas de resistencia al modelo vigente, y combinando de una manera coherente los espacios políticos de organización social con los espacios institucionales, el movimiento indígena y el movimiento social ecuatoriano, apuestan a la construcción de la democracia desde el interior de esta misma democracia. Su reciente participación electoral confirma la adecuación entre los espacios organizativos existentes (CONAIE, ECUARUNARI, Coordinadora de Movimientos Sociales, etc.), y los espacios electorales.
El hecho de haberse constituido en la primera fuerza política en la representación de los gobiernos provinciales acarrea la responsabilidad de abrir un nuevo frente de debate nacional, y en el cual el movimiento indígena hasta ahora ha sido expresamente excluido, el debate de la descentralización y de la reforma política del Estado Ecuatoriano. Igualmente, la conducción de más de treinta alcaldías, implican un serio reto para el movimiento indígena y los movimientos sociales. Si bien existen experiencias exitosas de manejo de los poderes locales, como son los casos de las Alcaldías indígenas de Cotacachi (Provincia de Imbabura), y de Guamote (Provincia de Chimborazo), también es cierto que el manejo de un gran número de alcaldías sin un horizonte concreto de acción, podrían menoscabar las posibilidades a futuro del MUPP-NP.
Sin embargo, y pesar del evidente logro electoral y que, de hecho, transforma radicalmente el mapa político del Ecuador, Garambombo permanece invisible para las élites y para el discurso dominante. En efecto, toda la prensa del país procedió a calificar como triunfadores al derechista PSC, por haber ganado la alcaldía de Guayaquil, la ciudad económicamente más importante del Ecuador, y al centroizquierdista partido Izquierda Democrática, por haber ganado la alcaldía de la capital de la república.
Respecto a los resultados generales de los comicios, casi toda la prensa ha guardado un silencio bastante elocuente sobre la coyuntura actual. Para los grandes medios, así como para varios analistas políticos, los indios, simplemente no existen. Su presencia en el escenario político aparece como circunstancial, en el mejor de los casos, o como un fenómeno de difícil comprensión y que dificulta la gobernabilidad del país, en el peor.
Pero es también sintomático el hecho de que después de confirmarse los resultados electorales y luego de comprobarse el evidente triunfo de los indígenas y de los movimientos sociales en estas elecciones, se haya guardado un mutismo casi absoluto sobre los resultados generales de las elecciones y las perspectivas políticas al mediano plazo. Garabomobo, aquel héroe indígena de los páramos de Ayacucho que el escritor peruano Manuel Scorza narra en su célebre ciclo Redoble por Rancas, sigue siendo invisible.
El Presidente del Ecuador, Gustavo Noboa, había afirmado que si los indios quieren el poder que lo ganen en las elecciones. Ahora bien, los indios, los pobres y otros sectores de la sociedad, han asumido el reto. Han empezado a ganar las elecciones. Son una de las fuerzas políticas más importantes del Ecuador contemporáneo. Sus posibilidades al futuro son enormes. Tienen una gran ventaja frente a las élites, y es, justamente, la de su invisibilidad. La estructura del poder está incapacitada para entenderlos, para comprenderlos, incluso, para verlos, para visualizarlos. Paradójicamente, ésa es una de las principales fortalezas del movimiento indígena ecuatoriano.
Hasta ahora, gracias a esa negación por visualizarlos como alternativa histórica válida, por parte de la vigente estructura de poder, el movimiento indígena ha podido construir sus estructuras organizativas, sus políticas de alianzas, sus discursos y su proyecto político, sin que las clases dominantes acierten a construir una estrategia efectiva para sujetarlos dentro de sus coordenadas de control político.
Por Luis Macas
1.- Las transformaciones políticas del Movimiento Indígena
El levantamiento indígena de 1990, conocido como el «Levantamiento del Inti Raymi», al tiempo que ha incorporado a los indios como importantes actores políticos, ha provocado varias transformaciones en el país a diferentes niveles. Así, es necesario reconocer que las percepciones que tenía la sociedad ecuatoriana sobre los indígenas han ido cambiando, en el sentido de que ya no se nos mira como precaristas o huasipungeros, no somos un gremio de campesinos, como se nos ha considerado desde la sociología tradicional, inclusive aquella de izquierda, y que por lo tanto nuestra lucha debería ser una lucha reivindicativa, en torno al parcelamiento de tierras y la reforma agraria. Ahora la sociedad ecuatoriana mira al movimiento indígena de otra manera y el mismo movimiento indígena tiene ahora plena conciencia de su identidad, lo que ha servido de base para realizar su propuesta nacional y al largo plazo.
En este momento las condiciones en las que lucha el Movimiento Indígena son distintas de aquellas de hace algunos años. Luchamos como un sector que busca hacer respetar sus derechos, pero también reconociéndonos como entidades culturales, políticas, históricas. Desde esa conciencia se fortalecen y se formulan las propuestas al conjunto de la sociedad ecuatoriana. Puede decirse que la propuesta política del Movimiento Indígena Ecuatoriano es más bien la búsqueda y reafirmación de sus propias raíces históricas. Encontrándonos en la historia podremos crear juntos una realidad diferente a la presente.
¿Cómo ha respondido la sociedad frente a nuestras propuestas? Existen, de hecho, varias interpretaciones sobre las propuestas que ha realizado el Movimiento Indígena, unas que vienen desde la derecha política del país, que ha minimizado nuestros planteamientos por cuanto consideran a los indígenas como una de carga para el Estado y para la sociedad, o también como un obstáculo para alcanzar el desarrollo, la modernidad. De ahí que para esta corriente sea necesario que el Estado proponga medidas paternalistas, asistencialistas, clientelares, con altos contenidos de racismo y exclusión, para dirigir a los indígenas hacia el camino de la modernidad. Los indígenas vendrían a ser los sujetos pasivos del cambio. El gobierno al hablar de asistirnos nos reduce a los requerimientos básicos de la comunidad, intentando desconocer que el Movimiento Indígena, se ha convertido en un sujeto social y político.
Para otros sectores, los indígenas quieren, copiando a ciertos sectores de la izquierda política, obstaculizar la imposición de un determinado modelo económico, social y político, y, además, pretenden a través de su propuesta de plurinacionalidad, fracturar el país creando países pequeños, contribuyendo, según ellos, a la balcanización del Ecuador.
Estas percepciones demuestran el profundo desconocimiento de nuestra sociedad de sus propias raíces, de su misma identidad, de su historia. Un desconocimiento que ha sido sostenido y auspiciado por los sistemas educativos existentes, y, además, por las estructuras ideológicas del poder existente.
El Movimiento Indígena ecuatoriano, en ese sentido, ha alterado las raíces mismas de esa estructura de poder y ha hecho que en el Ecuador este momento, no en todas las direcciones ni totalmente, se den cambios profundos, quizá uno de los cambios más importantes sea el reconocimiento a una identidad histórica, el reconocimiento de la existencia misma de los pueblos indígenas. El reconocimiento del carácter plurinacional de nuestra sociedad y del Estado.
En efecto, uno de los aportes del Movimiento Indígena y que ha cambiado el discurso político en el Ecuador es, definitivamente, la propuesta de constituir un Estado Plurinacional, de considerar la diversidad étnico-nacional del Ecuador como un reconocimiento previo para construir la democracia. Es decir, que nos reconozcamos cómo somos, qué somos, y que de alguna manera haya un cierto avance en superar los prejuicios existentes, ése es el aporte del Movimiento Indígena.
De 1990 a la presente fecha, el país ha discutido los temas de la plurinacionalidad y ha reconocido el carácter plurinacional del Estado. Ha reconocido a los pueblos indígenas como naciones, y ha incorporado los Derechos Colectivos a la Constitución vigente. Ha visto la confluencia de diversos sectores sociales alrededor de una propuesta política inédita en el país como es el Movimiento Pachakutik, y que ha posibilitado que por vez primera en nuestra historia muchos gobiernos seccionales estén bajo manos indígenas. Todo ello ha sido el producto de una dura lucha, que viene desde hace más de quinientos años.
En todo este periodo, se ha abierto un espacio nuevo en la sociedad ecuatoriana, se han incorporado nuevos temas al debate político nacional, se ha logrado la confluencia de diversos sectores sociales dentro de un mismo proyecto de cambio; en ese sentido, hay un salto cualitativo del Movimiento Indígena que abre nuevos retos, nuevos desafíos, nuevas alternativas y nuevas perspectivas a la historia contemporánea. El Movimiento Indígena ecuatoriano se ha ido transformando y sus principales cambios han sido políticos. Desde el levantamiento del «Inti Raymi«, somos testigos de que esa transformación política del movimiento indígena ha significado una transformación profunda del Ecuador.
2.- El proyecto político del Movimiento Indígena
El proceso por el cual el Movimiento Indígena ecuatoriano ha ido consolidando sus posiciones políticas y su proyecto al largo plazo parte desde la incomprensión y la ceguera del Estado y de la sociedad en general, en el sentido de que los Pueblos Indígenas no existimos como entidades diferentes y por tanto no tenemos el derecho a vivir nuestra diferencia. Por ello, en toda esta década se ha apuntado como objetivo estratégico del Movimiento Indígena, a hacer sentir nuestra presencia histórica, viva, con propuestas de alcance nacional y que incorporan a otros sectores de la sociedad ecuatoriana, sin dejar por eso de lado nuestras propias demandas.
Hay un proceso de lucha en el Movimiento Indígena que va desde hasta cómo mejorar las condiciones de vida en nuestras comunidades hasta aquellas de cambio radical del sistema social y económico imperante.
Hemos sido testigos en estos últimos tiempos de la confrontación directa con el Estado, una confrontación en la que somos el único sector organizado que ha interpretado y catalizado las demandas de la mayoría del pueblo ecuatoriano, puede decirse, entonces, que el Movimiento Indígena ha ganado un rol de liderazgo, de protagonismo, de interlocutor válido frente al Estado, frente al poder.
Esta situación nos lleva a considerar el proyecto político del movimiento indígena que fue ya delineado desde antes del Levantamiento del Inti Raymi, y que se ha consolidado en estos últimos tiempos. En ese proyecto político nuestro horizonte ha sido el de cambiar profunda y radicalmente las estructuras del Estado Ecuatoriano, y las formas por las cuales el Estado y sus clases dominantes han ido imponiendo su poder sobre el conjunto de la sociedad.
El Movimiento Indígena ha tenido siempre muy claro el significado del poder. Los acontecimientos de enero pueden comprenderse desde una visión que abarque los importantes procesos políticos de esta última década. Siempre hemos tenido una visión que comprende a la historia como parte de grandes ciclos de tiempo, y que sustenta nuestra propia cosmovisión. Para ser poder es necesario una concepción previa de poder, y para el movimiento indígena el poder radica en las comunidades, en la capacidad real y efectiva que tienen nuestra organizaciones nucleares, la comuna, el centro, la cooperativa, para decidir de manera soberana, independiente, participativa, justa, y ética el destino de cada pueblo, de cada persona. Ahí radica la esencia del poder.
Lo que el Movimiento Indígena ha propuesto es siempre una construcción desde abajo desde las bases, desde los cimientos, del poder. No es una idea nueva. Ahora dicen que los indígenas se quisieron tomar el poder, pero éste no está en asaltar el Congreso Nacional, el palacio de gobierno. En realidad ésos son mecanismos, no para tomarse el poder, sino para abrir el espacio de la política hacia la construcción del poder democrático y participativo.
Esta construcción desde abajo ha sido siempre nuestra propuesta, desde el gobierno comunitario, desde su fortaleza, desde allí se formularía un poder diferente. Ello significa que para construir el poder es necesario la participación de la sociedad en su conjunto y como sujetos activos. En ese sentido, las nociones de ciudadanía, de sociedad civil e, incluso, aquellas de Estado, deben cambiar, deben transformarse.
El objetivo es trasladar el poder de la comunidad al Estado, es decir, que el poder esté en manos de la comunidad, y no que esté en manos de un determinado grupo privilegiado, como sucede en la actualidad. Esta visión no es utópica ni fuera de la realidad. De hecho existe y es parte de la cotidianidad de nuestras comunidades. Nosotros proponemos a la sociedad una forma diferente de hacer y concebir la política basados en nuestras raíces, en nuestra historia, en nuestra memoria y en nuestra vivencia.
3.- La búsqueda de consensos como nueva forma de construir la democracia
Dentro de esos cambios que el Movimiento Indígena ha propuesta a la sociedad ecuatoriana, es el cambio del Estado. El Estado debe reconocer la diversidad y complejidad de la realidad actual de la sociedad, porque solamente cuando tengamos la oportunidad de ver con objetividad lo que es el Estado desde los diferentes sectores, habrá participación, de lo contrario desde la visión de un solo sector, se construye un Estado homogenizador, que somete, no consulta. Que impone y no dialoga. Que habla y no escucha. Se debe cambiar el rol del Estado, empezando por la participación de toda la sociedad en los problemas que aquejan a toda la sociedad. Es decir, se deben buscar las formas de consensuar la resolución de los conflictos a través de un verdadero diálogo.
La búsqueda de consensos es una de las prácticas más antiguas de la sociedad indígena. El consenso es la parte fundamental de la comunidad. Sin consensos las comunidades no podrían existir. Todas las decisiones importantes que se toman al interior de la comunidad se las hacen con la participación de todos los miembros y a través del diálogo que busca alcanzar acuerdos estables y concertados en base al consenso.
Es esta práctica política la que el Movimiento Indígena ha propuesto a la sociedad y al Estado para construir la democracia. La inserción de elementos válidos del mundo indígena en la democracia, como el diálogo y el consenso, son parte también del reconocimiento a la diversidad. Son parte de la plurinacionalidad del Estado. La práctica de buscar consensos a través del diálogo consolidan la democracia y evitan la conflictividad que opone los intereses de diversos actores de manera irreconciliable. En nuestras comunidades hay diferencias que a primera vista aparecerían irreconciliables, y, en efecto, cada participante, reclama para sí el derecho a la verdad. Pero el diálogo de la comunidad, que no se agota hasta llegar a un consenso entre los actores hace posible llegar acuerdos ventajosos y duraderos.
Este es un elemento válido para la democracia en nuestro país, porque siendo una práctica diferente a lo que hasta ahora se ha llamado «decidir democráticamente», los consensos, independientemente de su mecánica, son una práctica que se la puede implementar a otros niveles, en la política nacional, por ejemplo, de tal manera que podemos empatar la democracia como gobierno de las mayorías y los consensos como práctica política para llegar a acuerdos, y éstos serían válidos en el ejercicio de los acuerdos logrados a nivel nacional y abrirían el espacio de la democracia hacia maneras diferentes de participación social.
Sin embargo, el diálogo tal como se propone en realidad es una imposición del poder. Se llama a un diálogo, a una concertación sin tener la voluntad política para hacer el más mínimo cambio. En relación al consenso practicado por las comunidades indígenas es una forma de concertación que varía de acuerdo a los intereses de quienes convocan, de acuerdo a la agenda de a quiénes representan, no tiene nada que ver con la democracia ni con la búsqueda de acuerdos.
Así el Movimiento Indígena, los movimientos sociales, ¿qué pueden hacer con una agenda diseñada por el Estado, marcada de antemano por intereses, en torno a los cuales va a girar el diálogo? La diferencia con nuestro llamado es que convocamos de acuerdo a los intereses del pueblo, con propuestas concretas; así por ejemplo, hablando del modelo neoliberal, el gobierno invitará a los movimientos sociales, al movimiento indígena para perfeccionar el modelo económico que se está implementando, y lograr así una legitimidad social que le permita imponer ese modelo sin provocar resistencias en el pueblo.
Un llamado a la concertación nacional hecho desde el Movimiento Indígena, en cambio, podría resumir los intereses del pueblo y convertirse en una alternativa. El Movimiento Indígena con su autoridad moral puede invitar a los diferentes sectores del Ecuador, para debatir con propuestas alternativas al modelo neoliberal vigente que el gobierno intenta implementar.
¿Cómo dialogar, por ejemplo, cuando el gobierno ha decidido que no hay marcha atrás con la dolarización? ¿Ha escuchado el gobierno las opiniones de todos los sectores, incluidos aquellos como los exportadores, industriales? ¿Ha tomado en cuenta a los diversos sectores de la sociedad? ¿Debemos acudir a un diálogo sobre una agenda preestablecida, para escuchar ciertas concesiones, pero ya desde sus intereses?
En el XV Congreso de la ECUARUNARI, se definieron aspectos muy importantes sobre las condiciones que deberían existir para un diálogo con el Estado. Se asumió también la tarea de buscar alternativas a la dolarización y al modelo económico vigente, para que el sector político tradicional entienda que el Movimiento Indígena, no va a dialogar como pordioseros pidiendo migajas, o limosna para los indios. Nosotros vamos a buscar un diálogo en el cual se definan políticas de Estado para los pueblos indígenas, políticas sociales para los pobres, políticas económicas alternativas frente al modelo neoliberal, políticas de gobierno basadas en la transparencia, la democracia, la equidad y la justicia.
4.- La creación del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik – Nuevo País (MUPP-NP)
La propuesta política del Movimiento Indígena ha tenido, hasta el momento, una estrategia definida, y es la conformación de un frente amplio que aglutine y que amplíe la cobertura de lucha, con la finalidad de ampliar su espacio histórico con otros sectores importantes de la sociedad civil. El incursionar político del Movimiento Indígena, implica cambios, sugiere que esta incursión política nacional ha significado en realidad una forma, por llamarlo de alguna manera, de democratizar la democracia, de profundizarla, de darle nuevos contenidos.
Creemos que este proceso ha empezado, cuando se conforma el Movimiento Pachakutik. Si bien éste tiene un fondo simbólico e histórico identificado con el Movimiento Indígena, el Movimiento Pachakutik es parte de una lucha general del pueblo, una lucha renovada que no le teme a la participación en los espacios institucionales, y que se convierte en una opción de cambio para la sociedad.
La identificación del pueblo con el MUPP-NP, es evidente y esa identificación explica que se hayan logrado en estas últimas elecciones seccionales, 27 alcaldías, 5 prefecturas de un total de 22 y un porcentaje que va entre el 60% y el 70% para las juntas parroquiales. Esto expresa el deseo de ir construyendo la democracia desde abajo.
El crecimiento de una propuesta nacional, está expresado en el triunfo del MUPP, es decir que la propuesta es válida a largo plazo, se consolida en los sectores populares. Despectivamente, la derecha, la oligarquía, han dicho que el Movimiento Pachakutik es de los indios, pero con el triunfo de 27 alcaldías, es evidente que se trata de un proceso nacional, que involucra diferentes actores sociales además de los indios.
Este momento el gran reto del Movimiento Pachakutik- Nuevo País es el de implementar una estrategia de poder, de manejo del Estado; hay que trabajar en este sentido. El MUPP-NP, de quien el país advierte el crecimiento, puede ser el centro de convocatoria para llegar a acuerdos más globales, en la acción política y en la búsqueda de los consensos para el país, no tanto pensando en las dignidades y personas, sino más bien en una propuesta de Refundar el Estado.
5.- EL valor simbólico del nombre PACHAKUTIK
Pachakutik significa un accionar político distinto, desde una lógica diferente; no se trata de un slogan más, no es tampoco ni simplemente el nombre de un partido político, o una expresión política cualquiera.
Pachakutik significa EL RETORNO DE LOS BUENOS TIEMPOS, que expresa cambios profundos en la concepción de la sociedad, del Estado, de las personas. No se trata solamente, por decirlo de alguna manera, de la fría cuestión de los cambios político, sino más bien hace referencia a cambios de actitudes, de conductas en el quehacer político social e individual. Lo primero que se plantea desde el Pachakutik, desde su visión es necesariamente los principios éticos con los que se manejaron nuestros antepasados (ama shua, ama quilla, ama llulla) ése es el Código de la Vida, pero en la interpretación actual necesariamente significa incorporar la ética a la política, es incorporar en el accionar político, en la vida cotidiana, la identidad, la reflexión sobre ella, de allí parte todo.
Pachakutik pretende hacer de la política un espacio de ética social, un espacio de responsabilidad sobre el futuro y sobre el presente, una responsabilidad sobre las personas y también sobre el entorno (la pacha mama). La ética en la política implica el reconocimiento a lo diverso, la tolerancia, la aceptación del carácter plurinacional de nuestras sociedades. Significa también la comprensión de que existen formas diferentes de ver el mundo que son válidas y que deben ser protegidas y respetadas por todos.
Pachakutik es una visión en la cual todo se mueve en el espacio, pero el espacio desde la cosmovisión indígena no es un espacio lineal, un espacio del pasado, presente y futuro, más bien es un espacio en espiral, que tiene a su interior ciclos de tiempo; en la expresión del Pachakutik esto quiere decir que cada uno de los ciclos tiene un valor, los ciclos son de 10, 50, 100, 500 años, y en esos ciclos de tiempo existen cambios porque en nuestra cosmovisión mientras hay cambios de tiempo, también cualitativamente hay cambios fundamentales en las sociedades humanas. Nuestros antepasados hacían la evaluación de cuánto hemos mejorado a través de cada ciclo de tiempo.
Cuando nosotros proponemos el Pachakutik como nuestro símbolo de participación política, esto no necesariamente debe ser asumido como la manera de reemplazar una forma de hacer política alternativa a la izquierda tradicional, sino más bien comprender que se trata de un aspecto cualitativo en esta forma de ver el mundo, de los permanentes cambios positivos que se dan en el tiempo y en el espacio.
Pacha es el tiempo y Kutik es el proceso, es la circulación, la continuidad, permanencia y cambio, pero también significa retorno. Cuando decimos permanencia y retorno, permanencia en el tiempo, retorno en el espacio, siempre expresamos un retorno cualitativamente mejor que el anterior, son tiempos nuevos, tiempos diferentes, es la instauración de un tiempo nuevo.. El Movimiento Indígena con su propuesta a partir del reconocimiento a un rasgo de su identidad, está proponiendo una sociedad nueva, distinta, diferente.
«Regresaré y seremos millones«, decían Tupac Amaru, Atahualpa. Ellos hablaban desde el retorno del tiempo que será diferente. Para el Movimiento Indígena muchas veces las pérdidas significan a la larga triunfos, significan la multiplicación de los resultados, por eso la dinámica indígena no es igual a la dinámica del mundo occidental, muchas veces tarda, espera, pero necesariamente lo que se espera son los resultados a mediano y largo plazo; por ejemplo, la muerte de Tupac Amaru, de Atahualpa si bien fue la pérdida de figuras significativas de la lucha indígena, en realidad ha significado la multiplicación cualitativa y cuantitativa de los Pueblos Indígenas, a lo largo de la historia colonial, republicana y contemporánea, de ahí la célebre frase: «ME VOY, MUERO, PERO VOLVERE Y SEREMOS MILLONES».
Por: J. A. Montenegro
Los ecos del 21 de enero, cuando una movilización indígena y el pronunciamiento de un grupo de coroneles jóvenes forzó la salida del ex – presidente Jamil Mahuad, resonaron en las urnas el domingo 21 de mayo. Aún cuando los tribunales electorales provinciales no terminan de dar los resultados finales, ya es claro que las elecciones seccionales en Ecuador mostraron palpablemente a un país profundamente dividido, con las fuerzas contendientes frente a frente.
Se ha resaltado el triunfo del socialcristiano Jaime Nebot en la Alcaldía de Guayaquil, la ciudad más poblada del país, y del general Paco Moncayo, candidato socialdemócrata para la Alcaldía de Quito. Pero otro gran triunfador fueron Pachakutik y el movimiento indígena, que experimentaron un salto espectacular en las provincias de la sierra y del oriente.
En la costa resultaron triunfadores el Partido Socialcristiano del ex presidente Febres Cordero (1984-1988) y el Partido Roldosista (de Abdalá Bucaram, removido de la presidencia por una masiva movilización social en febrero de 1997, tras apenas 6 meses en el gobierno). Por el contrario, en la Sierra, la votación se volcó hacia la izquierda y el centroizquierda (por un lado, Pachakutik y la alianza entre el Movimiento Popular Democrático y el Partido Socialista; por otro lado la Izquierda Democrática -socialdemócrata) . La división político-electoral del 21 de mayo reprodujo prácticamente la misma fractura social que habíamos presenciado apenas cuatro meses atrás.
Del levantamiento del 21 de enero a las elecciones del 21 de mayo
Después del 21 de enero, el nuevo gobierno de Gustavo Noboa, vicepresidente de Mahuad, instalado en el sillón gubernamental por los generales del Alto Mando, había reafirmado la dolarización de la economía ecuatoriana, anunciada por su predecesor, así como la aceleración de las privatizaciones y la aplicación de un duro programa de ajuste.
La caída de Mahuad había empujado a los grupos empresariales a reagruparse, y esa nueva alianza se expresó de modo claro en la conformación del gabinete, en el que alternan grandes empresarios: madereros floricultores, mineros, textileros, pesqueros, ocupan ahora los ministerios. Con ese capital, y el respaldo del gobierno norteamericano, el gobierno de Noboa no ofrecía más cambios que algunas políticas sociales que no llegaban a cuajar más allá de las promesas y de los discursos.
Mientras tanto, el afianzamiento de la dolarización impulsó los precios hacia arriba, a ritmos hasta entonces desconocidos en la economía ecuatoriana. Incluso una entidad oficial, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos reveló a fines de abril que el costo de la canasta básica se había incrementado en 50% en apenas cuatro meses. En enero se situaba en 4 millones de sucres (unos 160 dólares), mientras que en abril se situaba ya sobre los 6 millones (240 dólares). No obstante, los salarios se mantenían por debajo de los 50 dólares al mes. Para completar el panorama, el 15 de abril se duplicaron los pasajes del transporte público.
Por otro lado, el gobierno y el Alto Mando de las Fuerzas Armadas tenían dificultades para «cerrar la herida» dejada por la sublevación de los coroneles. Al anuncio inicial de un juicio rápido y castigo para los implicados en el levantamiento siguió, de inmediato, el inicio de juicio para los dirigentes sociales que aparecieron públicamente a la cabeza de la movilización. Sin embargo, al poco tiempo, Noboa y su ministro de Defensa solicitaron al Congreso que apruebe una amnistía política para todos los encausados. El viraje sólo podía reflejar la inquietud que se mantenía al interior de las Fuerzas Armadas, especialmente en el Ejército.
En ese ambiente, el gobierno negociaba una nueva carta de intención con el Fondo Monetario Internacional. Como era fácil de prever, dicha carta contenía promesas de privatizar las empresas estatales de petróleo, energía eléctrica y telefonía, así como la seguridad social. Especialmente, la carta de intención fijaba la aplicación de un riguroso paquetazo que incluía incrementos en el gas de uso doméstico, en los combustibles y en la energía eléctrica. En junio, los precios debían incrementarse un 60%, para subir después otro 20% en octubre y un 20% adicional en diciembre. Asimismo, se establecía que los recursos provenientes de los créditos internacionales deberían utilizarse para completar el «salvataje bancario», y capitalizar la banca privada que, en quiebra, pasó a ser administrada por el Estado. Una vez saneados, los bancos serán entregados nuevamente a manos del capital privado.
En estas condiciones, nada de extraño tenía que los diálogos entablados por el gobierno con la CONAIE (Confederación Nacional de Nacionalidades Indígenas) y con otras organizaciones sociales fuera de tumbo en tumbo: las promesas gubernamentales daban rodeos y acababan siendo de poca monta. Este fracaso precipitó la renuncia del Director del «Gran Acuerdo Nacional» y, poco después, la del mismo Ministro de Gobierno.
Al mismo tiempo, circulaban rumores que hablaban de la inminencia de un golpe militar. De dos golpes, en realidad: por un lado, una reedición del 21 de enero; por otro lado, un contra-golpe de la derecha, alarmada por la resistencia social que hasta ahora continúa retrasando sus planes políticos y sus negociados.
En fin, los conflictos que desataron las movilizaciones de enero no se habían siquiera atenuado. Desde entonces, habían estallado huelgas y movilizaciones entre los trabajadores de la salud, los maestros, los empleados públicos y los afiliados al Seguro Social Campesino. Y el ambiente social había recibido en alerta el anuncio presidencial de que las medidas económicas se dictarían después de las elecciones.
El 21 de enero en las elecciones
De manera que las elecciones de mayo no podían contenerse en las simples fronteras de una renovación de los gobiernos seccionales, pese al esfuerzo realizado por los principales partidos tradicionales. Por fuerza debían expresar cómo la conciencia social se ubicaba frente a las luchas sociales contra el neoliberalismo, las privatizaciones, la dolarización, el alza del costo de la vida, el empobrecimiento, la corrupción y el paquetazo anunciado.
Por eso, los principales desplazamientos electorales ocurrieron en las zonas donde se había producido una mayor participación popular en el levantamiento del 21 de enero: la sierra y la amazonía.
La derecha socialcristiana y el populista partido Roldosista (de los ex presidentes Febres Cordero y Bucaram, respectivamente) mantienen su control ideológico y político sobre la población de la Costa y se repartieron, solitarios, las alcaldías y las prefecturas provinciales en esa región. Los socialcristianos ganaron la Alcaldía de Guayaquil con Jaime Nebot, el delfín de Febres Cordero, pero los roldosistas obtuvieron cuatro de las cinco prefecturas provinciales. En este panorama, el único lunar fue establecido por el triunfo del candidato del Movimiento Popular Democrático (MPD, ex maoístas) en la Alcaldía de la pequeña ciudad de Esmeraldas (de la provincia del mismo nombre, situada en la frontera con Colombia).
En la sierra y en el oriente, por el contrario, la gran derrotada fue la Democracia Popular (demócratacristiana, del recientemente destituido Mahuad), que perdió la Alcaldía de Quito, cuyo control había mantenido por 12 años. Los quiteños, especialmente en los barrios populares, volcaron su apoyo al candidato de la Izquierda Democrática, general Paco Moncayo.
Moncayo, ex jefe del comando conjunto de las fuerzas armadas, era diputado el 21 de enero, y junto a su coideario el general René Yandún, fueron los únicos parlamentarios que renunciaron a su curul como muestra de respaldo al levantamiento. Restituido el orden, el Congreso los destituyó y la Ministra Fiscal de la Nación pidió su enjuiciamiento. Yandún, también candidato de la ID en estas elecciones, ganó la prefectura de la provincia del Carchi, fronteriza con Colombia.
Sin embargo, la Izquierda Democrática obtiene menos puestos que los que había ganado en las elecciones de 1996. La causa es el crecimiento experimentado por Pachakutik. Este movimiento, ligado a la Conaie, obtuvo un triunfo sin precedentes. Con resultados aún parciales, obtuvo 5 prefecturas provinciales, 3 en la sierra y dos en el oriente, y logró 27 alcaldías, repartidas, también, en las provincias andinas y amazónicas. Más aún, dos indígenas que participaron activamente en enero fueron elegidos alcalde de Guaranda, en la provincia de Bolívar, y prefecto de Cotopaxi.
En cambio, en las provincias de Cañar y Azuay, resalta la alta votación obtenida por la alianza entre el MPD y el Socialismo, que triunfó en la prefectura de Cañar y en la Alcaldía de su capital, Azogues. En Azuay, aunque la prefectura fue retenida por la Democracia Popular, y la Alcaldía por Nuevo País, el mayor crecimiento fue el de esta alianza MPD-PSE. Finalmente, amplias alianzas de centroizquierda, que incluyeron a la Izquierda Democrática, Pachakutik, MPD, Socialismo y Nuevo País, obtuvieron las alcaldía de las ciudades andinas de Ibarra, Ambato y Riobamba.
En fin: el 21 de mayo reflejó electoralmente la polarización social y política que el 21 de enero había mostrado de modo más explosivo, y la situó como una fractura regional. Las fuerzas antagónicas repasan sus fuerzas y toman posiciones.
Así que, cuando en la noche del jueves 25 de mayo, el gobierno anunció las medidas, estas fueron menos drásticas de todo lo que se había anunciado. Aunque subió la gasolina, el precio del gas permanece congelado, al menos por otros tres meses, y se anunciaron incrementos salariales de hasta 60%. Está por verse si con esto logrará desactivar la movilización social que, el miércoles 24, en nutrida asamblea había anunciado que no desmayaría hasta derrotar a la dolarización, a las privatizaciones y a la pobreza. Están por verse los pasos que dé la derecha. Cada paso que se da, al parecer, nos acerca a la confrontación decisiva.
Por: Diego Castro
Un poco más de 500 años han pasado desde la llegada de nuestros hermanos europeos a esta tierra conocida milenariamente con otros nombres diferentes del de América. Tiempos durante los cuales, poco a poco, años tras año, libro tras libro, se nos ha ido contando una historia de nuestro pasado que resulta ser una versión acomodada a los intereses oficiales para justificar un genocidio y una intromisión irrespetuosa y violenta, un proceso que sistemáticamente se ha encargado de borrar de nuestra memoria la maravillosa y profunda forma de ver la vida que nuestros abuelos en su milenaria presencia sobre esta tierra llegaron a tener.
¿Cómo fue que consiguieron apartarnos de las fuentes, de las fuerzas, de los seres que sostienen esta vida a quienes nuestros abuelos los reconocían por eso mismo como Padre y Madre, como Hermano y Hermana y que en la pureza de su corazón, lo mejor que podían hacer es honrarlos a través de los cantos y las danzas?
¿Cómo fue que consiguieron desbaratar un tejido de multicolor belleza conformado por las naciones originales de esta Abya Yala que en su profundo entendimiento se sintieron representados por los colores del arco iris, que son los colores de la vida, que son los colores del agua, que son los colores del origen?
¿Cómo fue que consiguieron entrometerse en nuestra relación con lo Sagrado infectándonos de las enfermedades que ya las venían cargando por siglos, principalmente la mentira, la terrible enfermedad de no honrar la palabra como un aliento de vida?
Pero en lo que no consiguieron infiltrarse, ni se dieron la molestia de entenderlo, fue en lo que es nuestro mayor tesoro, nuestro conocimiento.
De nuestros abuelos, de nuestros profetas y porque un fuerte palpitar nos lo dice, sabemos que se acercan los tiempos en los que el Sol volverá a ser honrado, que estos hijos se reencontrarán con su Madre, que se volverá a cantar y a danzar al Agua y al Aire, que se volverá a tejer con luz el Anahuac y el Tahuantinsuyo.
Jornadas de Paz y Dignidad es parte de todas las señales, el correr sobre esta Madre Tierra como una forma de ofrenda llevando en el corazón el deseo de ese reencuentro con ella y con todos los seres que la habitamos, es uno de los caminos que nos conducirán a la reactivación de nuestra memoria a volver a escuchar los latidos de nuestro corazón que de alguna manera son la voz de nuestros antepasados.
Del 13 de julio al 02 de agosto, pasará por el territorio de lo que ahora se le conoce como Ecuador, la carrera continental Jornadas de Paz y Dignidad, una flecha que trae el deseo de la unidad, del reencuentro, de volver a honrar a la familia, en toda la extensión del entendimiento de esta palabra, pidiendo el permiso a las naciones originarias para pasar por el territorio que ancestralmente han ocupado en esta parte del Chinchasuyo.