Boletín No 161

ICCI

Editorial: Seguimos viviendo juntos, pero de espaldas

“Primero, el pueblo,
Primero, los campesinos, los indios y mulatos.
Todos son compañeros. Por todos hemos luchado sin bajar la cabeza,
Siempre en el mismo camino.”
Mama Dolores Cacuango

Cada boletín que elaboramos en el ICCI representa un proceso profundamente reflexivo y comprometido. Nos entregamos a debates intensos, búsquedas incesantes y diálogos enriquecedores con nuestros colaboradores y colaboradoras, todo con el propósito de cumplir nuestra misión: generar espacios para la reflexión y el diálogo, el rimana, en los contextos organizativos que tenemos el privilegio de acompañar. Nos llena de gratitud la acogida que han tenido nuestras publicaciones en estos meses, donde hemos redescubierto caminos, voces y alianzas diversas, renovando así nuestro entusiasmo y compromiso.
Este número, el Boletín Rimay 161, nos invita a mirar de frente un panorama complejo y desafiante. Por un lado, presentamos el informe de investigación de Patricio Ruiz sobre la evolución del sector agropecuario en Ecuador entre 2007 y 2015. Este texto no solo expone avances significativos, sino que también revela las profundas limitaciones de políticas públicas que han ignorado la vitalidad de las comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades, y han fallado en consolidar los principios del Estado plurinacional.
Elizabeth Bravo, bióloga y compañera de toda la vida, nos acompaña con su texto sobre las semillas como patrimonio de la humanidad: una riqueza histórica de los pueblos y, a la vez, objeto de despojo en la dinámica del capitalismo más depredador. Nos invita a una lectura profunda y esperanzadora porque, al recuperar el origen mismo de la humanidad —la producción y reproducción de vida, para la vida, en la dimensión de los pueblos—, también nos recuerda el valor de la resistencia.
Finalmente, Francisco Hidalgo, generoso intelectual centralino, nos brinda un análisis sobre la guerra colonial. Propone que, usando las lentes de la plurinacionalidad y la interculturalidad, y situando en el centro el proyecto político de los pueblos y nacionalidades indígenas del Ecuador, cuestionemos el colonialismo, el racismo y el capitalismo. Desde este peculiar lugar de enunciación, sugiere alternativas humanas ancladas en las raíces de historias preteridas y silenciadas.
Por otro lado, no podemos ignorar los agudos conflictos que sacuden al país. En medio de una crisis eléctrica atribuida al cambio climático global, es crucial señalar que esta situación también responde a decisiones políticas desacertadas y a una alarmante falta de responsabilidad por parte de los tomadores de decisión. Cuando las prioridades del funcionariado público se alinean descaradamente con intereses privados, la gestión del Estado deja de servir al pueblo y se convierte en un espacio de negociaciones opacas y conflictos de interés.
De alguna manera, intentamos explicar cómo se ha buscado abolir y demoler al Estado como construcción de la sociedad, dejando de lado la existencia del Estado plurinacional. Desde el proyecto político de los pueblos y nacionalidades indígenas, se propone el reconocimiento y la construcción de este modelo estatal, fundamentado en el acuerdo constituyente nacional. Un modelo que, conforme a la normativa constitucional y al derecho internacional de los derechos humanos, garantice los derechos de todas las personas y de la diversidad de comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades. Este modelo debería materializarse mediante un ciclo de políticas públicas, normativa efectiva para la justiciabilidad de derechos humanos e instituciones que aseguren un servicio público intercultural, proactivo y orientado hacia una vida buena, integral y diversa. Sin embargo, los gobiernos de turno vulneran este propósito.
Lo más grave es la construcción ideológica que promueve la derrota de lo público, de la esperanza y de la lógica de servicio que supone el Estado. Esa derrota —como la que inducía “El Mulo”, el personaje complejo de Fundación e Imperio de Asimov— busca arrebatarnos los referentes y las esperanzas. Ante este despojo vital, la respuesta siempre es la comunidad, el prestamanos, la minga, la solidaridad y la esperanza misma.
Un caso que ilustra este fenómeno es el de las seis personas de la provincia de Bolívar, sentenciadas en primera instancia a tres años de prisión por presunta asociación ilícita tras oponerse al proyecto minero en el cantón Las Naves. Este proyecto, gestionado por las empresas canadienses Adventus Mining Corporation y Luminex Resources, cuenta entre sus accionistas a la familia del presidente Daniel Noboa, a través del Grupo Nobis. Esta relación no solo representa un conflicto de intereses; es un reflejo de cómo las élites económicas moldean las políticas públicas en función de sus intereses. Como señaló uno de los acusados, Luis Borja: “Son conflictos de intereses económicos de la oligarquía del Ecuador”.
Este caso no es un incidente aislado. Forma parte de un patrón donde el poder político y económico convergen, perpetuando dinámicas de despojo y exclusión que datan de administraciones pasadas. Desde las miles de hectáreas concesionadas para minería durante el gobierno de Rafael Correa hasta la crisis actual, la responsabilidad recae en quienes, por acción u omisión, han transformado al Estado ecuatoriano en terreno fértil para la explotación y la impunidad.
La afirmación de que Ecuador se ha convertido en un narcoestado, como reportó The Economist, evidencia un diagnóstico que no podemos obviar: un Estado incapaz de proteger los derechos de sus ciudadanos frente a intereses ilegítimos y corroído por un entramado de corrupción que erosiona sus cimientos. Esta realidad nos urge, más que nunca, a generar reflexión y acción desde todos los espacios posibles.
El desafío está planteado. Vivimos juntos, pero seguimos de espaldas. Es hora de mirar de frente y actuar con responsabilidad, con la misma dignidad con la que lucharon nuestras abuelas y abuelos.

Para apoyar y honrar lo que somos, trabajar sin descansar.

La semilla es patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad, no patrimonio del estado

Elizabeth Bravo

Desde los orígenes de la agricultura, que en el caso del Ecuador se remonta a unos 7 mil años, las comunidades indígenas han domesticado, creado, recreado, conservado y usado semillas que a lo largo del tiempo ha sido la fuente de la alimentación y de sustento de los pueblos. Esas semillas son el fruto del trabajo colectivo. Han pasado de generación en generación y deben pasarse también a las futuras generaciones.  

Estas semillas son también el producto del intercambio hechos con otros pueblos, y en ese flujo de semillas, ese caminar, se ha creado biodiversidad, y es una de las más importantes fuentes de diversidad; de esa manera la semilla se refresca y recrea. Por eso decimos que las semillas nativas son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad.

Para los pueblos indígenas y comunidades campesinas, la semilla no es sólo un recurso que sirve para sembrar, cosechar y obtener ganancias económicas a partir de ellas, sino que es la base de sus sistemas productivos y de su tradición cultural. En torno a las semillas se articulan aspectos muy importantes de la cultura y cosmovisión; es parte de la vida.

Por eso, son preocupantes todos los intentos legales o de políticas públicas que, por un lado, pretenden que los pueblos indígenas y comunidades campesinas dejen de usar sus propias semillas, para obligarles a comprar las semillas producidas por unas pocas corporaciones del agronegocio de origen estadounidense, europeo o chino; y por otro, que vean a la semilla nativa como una fuente de “genes” que pueden ser aislados, analizados y utilizados por la industria de las semillas.

La semilla nativa no puede ser considerada como recurso genético con un potencial económico para el agronegocio.   

Las semillas controladas por el poder corporativo

La producción de semillas a nivel mundial se divide en tres categorías. Primero, están las semillas comerciales de alto rendimiento que está concentrada en pocas empresas; luego, las semillas campesinas (que circulan en ámbitos locales), y; finalmente, las semillas que administran los gobiernos para sus distintos programas de políticas públicas. 

En el proceso de incursión del capitalismo en la agricultura, el control de las semillas juega un rol vital, pues con ella se inicia el proceso productivo. Sin embargo, convertir a la semilla en una mercancía presenta algunas dificultades: lo primero es que la semilla es un ser vivo que puede guardarse y reproducirse de manera infinita. Por otro lado, desde los inicios de la agricultura, campesinos y comunidades han se han desarrollado prácticas culturales de conservación, mejoramiento y libre intercambio de semillas. Además, las semillas son portadoras de información genética que está directamente vinculada, no sólo a las condiciones ecológicas de producción y reproducción, sino también con la historia de prácticas culturales y relaciones de intercambio social.

Con el fin de superar estos obstáculos, en la lógica del capitalismo, la industria semillera a lo largo del Siglo XX, desarrolló estrategias de carácter legal y tecnológico. Las estrategias legales de muchos estados nacionales al servicio corporativo, incluyen el endurecimiento de las normas de propiedad intelectual, el registro obligatorio y certificación de semillas, medidas fitosanitarias y contratos (entre empresas y consumidores del material genético).

La propiedad intelectual, que fue creada para premiar y proteger a inventores e innovaciones, y promover el desarrollo científico y tecnológico, se fue transformando, por presión de la industria, en la principal herramienta de protección a la inversión empresarial. Hoy se extiende a los seres vivos: variedades de plantas, microorganismos y hasta animales, lo que ha sido estimulado por el desarrollo de la biotecnología. Esto se complementa con los cambios que se están dando en América Latina en la normativa de semillas, con el fin de prohibir y penalizar el uso de semillas campesinas, impedir su libre intercambio y conservación.

Entre las estrategias tecnológicas, la más usada por la industria semillera es el desarrollo de híbridos. Estas semillas se desarrollan bajo un sistema de mejoramiento tan controlado, que sólo pueden sembrarse una vez. En la segunda generación, las semillas resultantes pueden ser estériles, o tener una gran variabilidad genética, perdiéndose las características agronómicas que le interesan a quien produce el campo. Al desarrollo de híbridos se dedicaron varias empresas de semillas a lo largo del Siglo XX.

Las semillas híbridas, han permitido a las empresas que producen semillas hortícolas, por ejemplo, mantener un oligopolio a nivel global, sin tener que recurrir a patentes u otras normativas que impidan el libre flujo de semillas.

La semilla nativa

La Vía Campesina declaró a las semillas nativas como patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. Esta declaración entra en contradicción con la intención de declarar a la semilla como patrimonio y recurso estratégico del Estado, cuya administración, regulación y gestión le corresponde.

Es decir, la semilla pasa, de ser patrimonio de los Pueblos, a patrimonio del Estado; esto a pesar de que ningún gobierno a lo largo de la historia del país, ha apoyado a los pueblos indígenas y comunidades campesinas en su ardua tarea de cuidar, recrear y conservar las semillas de las que se produce el 80% de los cultivos del Ecuador.

Considerar a las semillas como un “recurso estratégico” es convertirla en una mercancía, con la que el Estado puede negociar, como lo hace con los minerales o el petróleo. Es decir que, el gobierno de turno puede establecer contratos con empresas para comercializar con las semillas nativas, que son el producto del trabajo innovador y el conocimiento acumulado de las comunidades. El interés de las empresas puede estar centrado en el conocimiento tradicional y la información genética contenida en las semillas.

Como “recurso estratégico”, las semillas serían susceptibles de apropiación, lo que contradice el Art. 322 de la Constitución del Ecuador, que prohíbe la apropiación de la agrobiodiversidad y viola también el Art. 57.12 de la Constitución, que prohíbe toda forma de apropiación de los conocimientos e innovaciones de las comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas, porque es imposible romper el indisoluble lazo que hay entre la semilla nativa y los procesos colectivos e intergeneracionales de innovación que las generaron.

 Libre flujo de semillas

El Art. 281.6 de la Constitución del Ecuador garantiza la libre circulación de las semillas, lo que se consiguió luego de un fuerte proceso de movilización y sensibilización a la Asamblea Nacional Constituyente en 2008, y a la sociedad ecuatoriana en general; de tal manera que, las semillas sigan circulando y generando biodiversidad.

Quieren restringir el intercambio y comercialización de las semillas nativas a ferias de semillas y otros espacios de intercambio locales, y aún en esos casos, se debe “garantizar la protección fitosanitaria”, lo que constituye una traba para que las semillas puedan circular libremente. Aunque estamos conscientes que es necesario que las semillas no sean portadoras de plagas o enfermedades, los graves problemas agronómicos han surgido en monocultivos donde se utilizan semillas industriales, como la enfermedad viral que con frecuencia enfrentan los productores de maíz amarillo duro en la Costa.

Toda semilla nativa es semilla de calidad

Otra restricción a la semilla nativa es que se dice que ésta no es semilla de calidad. Quienes promueven las semillas controladas por las corporaciones dicen que la semilla nativa presenta una serie de problemas, como un bajo porcentaje de germinación o un contenido de humedad incorrecto.

Pero, ¿quién determina la calidad de una semilla nativa? Los criterios de calidad han sido desarrollados por las propias empresas a través de un cabildeo constante en los gobiernos y a nivel internacional en instancias como la FAO y otras.

Pero son semilleristas indígenas y campesinas quienes, a través de sistemas internos de control de las semillas, determinan la calidad de sus semillas, porque no pueden arriesgarse a perder su cosecha. Escogen lo mejor de cada cosecha para destinarla a semilla, por eso se puede decir que todas las semillas nativas son de calidad.

Sobre los sistemas de certificación y registro

Se quiere introducir sistemas de certificación y registro, por el que tienen que pasar todas las semillas que han de comercializarse. Toda persona que se dedique a la producción y comercialización de semillas, debe registrarse e idealmente contar con una certificación.

Previa la comercialización, la semilla debe cumplir con ciertos criterios y estándares de calidad, cuya comprobación se hace en laboratorios especializados públicos o privados. Entre los requisitos que debe cumplir la semilla se incluyen: pureza física y varietal, un cierto porcentaje de agua, condiciones fitosanitarias y una identidad.

La pureza física y varietal significa que las semillas deben ser homogéneas; todas iguales, lo que está en contra de la diversidad que caracteriza a las semillas nativas. Gracias a esta variabilidad, podemos enfrentar los cambios de clima que son tan comunes en los últimos años, si cae una helada, no se pierde toda la producción, porque siempre hay algunas semillas que son resistentes. Todo eso se pierde con las semillas homogéneas.    

Este tipo de semillas solo pueden ser producidas por las empresas, lo que obliga al uso de semillas empresariales, lo que acabará con las semillas nativas y les hará dependientes de las grandes transnacionales de semillas; y perdiendo soberanía alimentaria.

Hay una gran cantidad de semillas que no podrán cumplir con los requisitos de “calidad”, y no nos referimos solamente a las semillas nativas, sino a una gran gama de semillas que son utilizadas por pequeños y medianos agricultores y agricultoras, cuya cosecha es la que garantiza la soberanía alimentaria del país. Este es el caso por ejemplo de las semillas de arroz. Dado que el país no está al momento en capacidad de producir este tipo de semillas, el resultado será que tengamos que depender de la importación de semillas de las empresas transnacionales.

El Ecuador debe permanecer libre de transgénicos

La declaración de país libre de transgénicos fue el resultado de la lucha conjunta de varios sectores del campo y la ciudad, incluyendo el movimiento indígena.  A través de la ley se pretende legalizar el ingreso de semillas transgénicas en nuestros campos, pues lo que se prohíbe sólo aquellas semillas transgénicas que “no cumplen con los procedimientos legales”.

Cualquier intento de legalizar las semillas transgénicas en el Ecuador es inaceptable.

Frente al horror de la guerra colonial recuperar las alternativas poscoloniales del movimiento indígena.

Francisco Hidalgo Flor

El escenario mundial en esta segunda década del siglo XXI está marcado por el horror y pareciera haber pocas alternativas. Horror ante la ejecución indetenible de una guerra genocida, de exterminio, en pleno siglo XXI que sufre el pueblo palestino. Guerra genocida que rechaza la mayoría de la humanidad.

Una de las posibilidades de contener el genocidio provendría de aquel andamiaje institucional y jurídico, de nivel supranacional, que se edificó luego de la segunda guerra mundial, la Organización de las Naciones Unidas, la Corte Internacional de Justicia, como garantes de una convivencia humanitaria, pero se evidencian incapaces de impedirlo, sobrepasados por un aparato imperial, financiero y militar, colonialista y racista, de dominio, que todo lo devora.

Frente a este andamiaje imperial – colonial, que combate con armas y también con aparatos ideológicos transnacionales, deriva de un patrón de poder capitalista y racista de alcances mundiales, aparece como indispensable recuperar, profundizar, otras opciones, alternativas anti – coloniales, o poscoloniales, para recobrar sentidos de sensatez y solidaridad, de paz y humanidad.

Ninguna nación es superior a otra, ni está legitimada o autorizada para someter o aniquilar a otra nación; ningún grupo humano, sea que se identifique como clase, casta o raza, está legitimado o autorizado para someter o aniquilar a ningún otro grupo humano. Ninguna cultura, sea que se llame como tal, o se denomine religión, o ideología, es superior a otra, ni está legitimada o autorizada para someter o anular otra cultura. Esta es una demanda humana tremendamente actual, que se acentúa ante el horror imperante y hace indispensable recuperar alternativas, más allá de un orden mundial que sucumbe.

Alternativas, otros caminos, otras perspectivas, que recuperen sentidos y sentires humanos, que se animen a pensar y plantear horizontes de cambio pos – coloniales, pero también pos – capitalistas.

¿Hacia dónde dirigir las miradas? Proponemos que uno de esos lugares lo podemos encontrar en los programas sociales, políticos y culturales alternativos orgánicos de los movimientos sociales.

Entendiendo por tales a proyectos que surgen desde las clases, capas, etnias, populares, a propuestas con capacidad de involucrar, incorporar, sectores sociales, organización y dispositivos de acción y lucha.

Dentro de esa trayectoria, proponemos, en este artículo, recuperar, retomar, vitalizar, el proyecto que emergió de los nuevos movimientos indígenas latinoamericanos a fines de los noventa e inicios de los 2000, y que, en el caso de Ecuador, se plasmó en el Programa por la Plurinacionalidad, Interculturalidad y el Buen Vivir.

Cabe decir que proyectos similares, aunque con sus especificidades, lo han expuesto movimientos indígenas en Bolivia, Perú, Guatemala, Chile y México, entre otros.

En el caso de Ecuador nos remitimos a la formulación de este programa en los documentos orgánicos de la Confederación de Nacionalidades Indígenas, también recuperamos textos de lideresas y lideres históricos de esta organización.

Este programa tuvo sus primeros pasos, en los años 80 del siglo XX, en torno a la identidad y organización de pueblos y nacionalidades indígenas, se fue consolidando a la par de la afirmación del agrupamiento y la lucha de los pueblos en los denominados Levantamientos Nacionales, y en el caso ecuatoriano implicó la estrategia de la demanda de procesos constituyentes, en una tercera fase incorporó la lucha contra las medidas neoliberales.

Una de las virtudes de esta trayectoria es que son propuestas que emergen del debate, en la organización y lucha de las propias agrupaciones indígenas, que se nutre y diversifica en el combate al colonialismo interno y al neoliberalismo, con triunfos y derrotas en un proceso político donde va ganando protagonismo las demandas indígenas que se juntan con las luchas de obreros, magisterio, el movimiento femenino y el ecologista.

Este artículo va sobre la exposición de los contenidos de este programa, vamos a respetar el lugar de enunciación de la organización del movimiento indígena contemporáneo; reconociendo que sobre estos conceptos hay otros aportes y definiciones desde ámbitos de la academia formal, pero no los insertamos en este texto.

Es un Programa que se fue elaborando en la evolución de la organización, la lucha e incidencia política del movimiento indígena, en primer lugar, hubo consenso alrededor de la Plurinacionalidad (1990), luego se incorporó la Interculturalidad (2001) y finalmente el Sumak Kawsay – Buen Vivir (2007).

Estamos frente a un programa alternativo que emerge desde los debates y demandas del movimiento social. Este es un hito clave del proceso indígena en Ecuador y otros países de la región, y desde ese pilar fundante ya rompe con una de las trabas que montó el colonialismo, aquello de que son otros los que hablan en nombre de los indígenas, son otros los que escriben en nombre de los indígenas, lo que el antropólogo Andrés Guerrero (2000) definió como “ventriloquía” y “transescritura” dentro de una estrategia estatal de “administración de poblaciones”.

Este programa indígena enfrenta a la colonialidad del poder, como patrón de subordinación que articula capitalismo y racismo. Una de las virtudes de la definición de Quijano (2000) cuando recalca que se trata de un modo de dominio a nivel global, no se reduce, ni limita, a un solo país o una sola región. Proviene desde la instauración del viejo sistema colonial, allá por los siglos XV y XVI, que luego se articula al sistema capitalista – imperialista, siglos XIX y XX, y está en plena vigencia dentro de lo que hoy se denomina Globalización.

Por lo tanto, el programa de Plurinacionalidad, Interculturalidad y Buen Vivir enfrenta una problemática mundial: capitalismo – colonialismo – racismo.

Se trata de un programa integral, pero por afanes expositivos, vamos a abordar las nociones una por una, luego las volvemos a articular. Hay que señalar también que ellas se tornan en demandas estratégicas en las acciones de lucha de alcance nacional y local, se encuentran insertas en la dinámica de la lucha social y política concreta, en un contexto de crisis política y económica.

Nos basamos en tres documentos orgánicos de la Conaie, que a su vez corresponden a tres coyunturas que permiten la consolidación de la organización y del programa que promueve. Siempre es necesario señalar que la Conaie no es la única organización indígena en el Ecuador, pero si aquella en torno a la cual se logra plasmar y sinterizar este programa alternativo étnico, anticolonial, y la que tiene mayor repercusión en su capacidad de convocatoria.

Estos documentos son: “Proyecto Político de la Conaie” del año 1994[1]; luego una versión que modifica levemente el anterior: “Proyecto Político de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador”, del año 2001[2]; y, “Propuesta de la Conaie frente a la Asamblea Constituyente” del año 2007[3], también incorporamos textos de dirigentes del movimiento indígena ecuatoriano.

Plurinacionalidad:

En el “Proyecto Político” sobre Plurinacionalidad plantea: “La plurinacionalidad se sustenta en la diversidad real e innegable de la existencia de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador como entidades económicas, políticas y culturales históricas diferenciadas. La plurinacionalidad propugna la igualdad, unidad, respeto, reciprocidad y solidaridad de todas las nacionalidades y pueblos que conformamos el Ecuador. Reconoce el derecho de las Nacionalidades a su territorio, autonomía política y administrativa interna”. (CONAIE, 2001: 2.4)

En el documento sobre Nueva Constitución propone: “El estado plurinacional es un modelo de organización política para la descolonización de nuestras naciones y pueblos. Es reconocer no solamente el aporte de los pueblos y nacionalidades indígenas al patrimonio de la diversidad cultural, política y civilizatoria del Ecuador, sino que buscar superar el empobrecimiento y la discriminación de siglos de las civilizaciones indígenas.

Los pueblos y nacionalidades por sus peculiaridades socioculturales, políticas e históricas reclaman derechos específicos y que son aportes como valores simbólicos, formas de ejercicio de la autoridad y sistemas de administración social de enorme mérito y valor político”. (Conaie: 2007, p. 14)

Comentemos que el componente de Plurinacionalidad dentro del Programa indígena para transformar la sociedad ecuatoriana, rompe con uno de los pilares del sistema político moderno: “un solo estado – una sola nación”, que va a la par del postulado de “un solo estado – una sola cultura”, ese estado monolítico es el que recubre al sistema capitalista – colonial, esa única nación y cultura que se reconoce como moderna e industrial,  blanca – mestiza, urbana y cosmopolita, que frente a las pueblos indígenas aplicó una estrategia de “administración de poblaciones”, con lo cual negó la participación política directa a estos sectores, los excluyó del sistema oficial, los trató de marginales y delegó en instituciones locales el procesamiento de sus demandas.

El Programa al plantear el reconocimiento de otros pueblos y nacionalidades es aceptarles oficialmente como “entidades económicas, políticas y culturales”. Ello implica propugnar un sistema político de igualdad, reciprocidad y solidaridad entre las diferentes clases, capas y etnias existentes, esto va la par “superar el empobrecimiento y la discriminación” a la que estructuralmente han sido sometidas las poblaciones indígenas.

La plurinacionalidad va de la mano del reconocimiento de los territorios indígenas, aquellos ya vigentes pero también aquellos que son demandados en restitución frente al despojo terrateniente, minero o petrolero, es también acatar el sistema de gobernanza propio de las nacionalidades indígenas.

El pilar de la plurinacionalidad es la recuperación y revalorización de la sociedad comunitaria indígena, que es un ordenamiento colectivo basado en mecanismos internos de solidaridad, reciprocidad, apoyo mutuo. Va ligado a una jurisprudencia de los pueblos.

Además, implica que el sistema estatal asuma y considere la participación directa de los pueblos indígenas en la formulación y definición de políticas públicas, tanto en el nivel nacional, como en el nivel local, no solo en aquellas que tienen relación con las poblaciones indígenas, también en aquellas sobre desarrollo y bienestar.

En definitiva, son cambios en el sistema político que no solo competen a los pueblos indígenas, sino que conduce a transformaciones profundas en todo el país.

Interculturalidad:

En el “Proyecto Político” sobre Interculturalidad plantea: “El principio de interculturalidad respeta la diversidad de las nacionalidades y pueblos, del pueblo afro – ecuatoriano y mestizo – ecuatoriano y demás sectores sociales, pero a su vez demanda la unidad de estas, en el campo económico, social, cultural y político, en un marco de igualdad, respeto mutuo, paz y armonía. El reconocimiento, promoción y vigencia de la diversidad garantiza la unidad y permite la convivencia, coexistencia e interrelación fraterna y solidaria entre nacionalidades y pueblos, lo que garantiza el establecimiento del estado Plurinacional”. (CONAIE, 2001, p. 2.5)

En el documento sobre “Nueva Constitución” señala que: “Interculturalidad implica la construcción de un proyecto de país entre todas y todos que propugne el respeto y valoración de toda forma de expresión cultural, de conocimiento y espiritualidad que exige la unidad de los pueblos y nacionalidades y de la sociedad entera como condición básica para una democracia plurinacional y una economía justa y equitativa. Uno de los ejes para el desarrollo de las culturas y para el ejercicio de la interculturalidad es la incorporación al sistema educativo de las lenguas de los pueblos y nacionalidades. Es imposible promover esas lenguas (y por lo tanto esas culturas, esas otras maneras de entender el mundo) si no hay un esfuerzo nacional y colectivo”. (Conaie: 2007, p. 22).

Comentemos que el componente de Interculturalidad dentro del Programa Indígena para transformar la sociedad ecuatoriana implica, en primer lugar, denunciar y desmontar el viejo colonialismo y el neo – colonialismo, su despojo material y cultural, que niegan a los pueblos indígenas, los desconoce como portadores de saberes, comprensiones, sistema social complejo, que ha logrado perdurar pese a los afanes de exterminio y anulación, incorpora la lucha contra la ideología racista. Como lo indica la dirigente amazónica Patricia Gualinga: “es el respeto que alcanzamos a tener entre nosotros, lo contrario a la interculturalidad es el racismo. El racismo es creerse superior a los otros pueblos, tener ese aire de “somos los que sabemos pensar, lo otros no” (Gualinga: 2021, p.55)[1].

La Interculturalidad va a la par del postulado de “unidad en la diversidad” que el conjunto de la sociedad y el estado ecuatoriano reconozcan e incorporen los saberes indígenas, los idiomas de los pueblos. Es re – escribir la evolución histórica del Ecuador, dar la relevancia que tienen sus acontecimientos y personajes, que la posibilidad de re – hacer la nación atraviesa por resaltar sus conocimientos y filosofías para generar nuevas comprensiones sobre desarrollo y bienestar.

El planteamiento de la interculturalidad ha sido un aporte clave de los movimientos indígenas para motivar, desenvolver los procesos de descolonización en las ciencias sociales, en las artes, incluso en los debates epistemológicos.

En los últimos años ha quedado claro que el planteamiento de la interculturalidad que genera irritación incontenible en la ultra – derecha sea europea como americana.

Sumak Kawsay – Buen Vivir:

En el documento “Nueva Constitución” se plantea: “El sumak Kawsay es un principio ancestral que propone el buen vivir, deberá fomentar la convivencia armónica de las personas y los pueblos entre sí y con la naturaleza. La biodiversidad y la naturaleza no son una mercancía más que se compra y se vende y a la que se explota irracionalmente, la naturaleza es la Pachamama, somos parte de la misma, por tanto, la relación con los componentes del entorno natural debe ser respetuosa”. (Conaie: 2007, pág. 21)

En el documento “Proyecto Político” se señala que: “las nacionalidades y pueblos practicamos una Filosofía Integral donde humanos y naturaleza están en estrecha y armónica interrelación garantizando la vida de todos los seres. La conciencia histórica ratifica la Filosofía Integral practicada por las Nacionalidades y Pueblos, que hemos sobrevivido a la explotación, al genocidio, al etnocidio y al sometimiento deshumanizado de la civilización occidental” (CONAIE, 2001: 2.1)

Comentando el componente del Sumak Kawsay – Buen Vivir, coloca al centro del debate uno de los puntos medulares de la modernidad occidental: las relaciones entre los seres humanos con la naturaleza, entre la “ideología del progreso” y las nociones bienestar colectivo que incorpora respetar la naturaleza. Para los pueblos indígenas, en sus códigos de vida y también en sus prácticas territoriales, se debe buscar una relación de armonía, bajo los postulados de que todos los seres tenemos vida, eso implica que la naturaleza también, y de que es necesario buscar una situación de equilibrio que posibilite la pervivencia integral de humanos y ecosistemas.

Como lo expone la dirigente Nina Pacari: “El Sumak Kawsay que en la traducción literal es el “buen vivir”, o “vida plena”, resulta ser reductiva de la noción que han desarrollado los pueblos originarios, está orientado desde el sujeto colectivo, lo que quiere decir: mi bienestar solo en la medida en que todos los otros se encuentren en situación de equidad. En esa medida hay equilibrio y equidad. Al plantearlo así se convierte en un paradigma para fortalecer no solo las vivencias en los territorios comunitarios sino en el ámbito general” (Pacari: 2021, p. 19)[1].

Pacari al tiempo que alerta sobre la reducción de una traducción literal, coloca la noción de Sumak Kawsay dentro de una perspectiva de bienestar colectivo sustentado en equilibrio y equidad entre todos los seres humanos y de estos con la naturaleza.

Las visiones del Buen Vivir entran en confrontación en primer lugar con las ofensivas extractivistas, especialmente aquellas que se despliegan en territorios indígenas y de preservación de ecosistemas, la evolución de la “Iniciativa Yasuní” es un buen ejemplo de ello. Ha sido un punto de confrontación tanto con las tendencias neoliberales como las tendencias desarrollistas.

Los debates alrededor del Sumak Kawsay – Buen Vivir han sido tan potentes que, en el escenario de la Asamblea Constituyente 2007 – 2008, dio lugar a la aprobación de los Derechos de la Naturaleza (Constitución 2008, capítulo 7).

Perspectiva integral y de cambio del programa

Por afanes expositivos hemos abordado sintéticamente los puntos medulares, pero se trata de un Programa social, político y cultural integral, que enfrenta en primer lugar la colonialidad del poder, pero también cuestiona puntos medulares del patrón de acumulación capitalista en nuestros países y confronta con uno de los pilares de la dominación global: el racismo y la ideología del progreso y la modernidad.

No es solo un Programa Indígena para los indígenas, es una propuesta desde los pueblos y nacionalidades indígenas para la transformación de todo el país, a nivel económico, estatal e ideológico.

Es un Programa cuya evolución y divulgación ha transitado junto a estrategias de acción e incidencia, como lo expone bien el dirigente Luis Macas: “los pueblos y nacionalidades indígenas, a través de la Conaie, se trazan dos líneas de acción: una línea reivindicativa hacia conquistas pragmáticas necesarias, y otra linea fundamental que es la estratégica, indispensable para generar el cambio, acciones y comportamientos que han sido evidentes en su trayectoria de lucha. Un tema central es el de la Plurinacionalidad, entendemos a través de este concepto la existencia histórica de la diversidad de los pueblos… así el movimiento indígena asumió en un momento determinado el poder de cuestionar al estado uninacional, colonial, de opresión, y se compromete a enfrentar y luchar contra el modelo político – económico que nos afecta a la mayoría de la sociedad” (Macas: 2021, p. 27)[1]

La trayectoria del Programa expuesto tiene una vitalidad política, que logra articular diversos planos de acción e incidencia, que va sumando adherentes y reconocimientos, hasta obtener una condición de vanguardia para la etapa política concreta de 1990 a 2008, en la estrategia del movimiento indígena ecuatoriano el punto cardinal es la Plurinacionalidad, es decir la penetración en el sistema político y el reconocimiento de territorios y la gobernanza comunitaria, así se previene de otras tendencias, como el multiculturalismo, que puede reconocer saberes y culturas, pero que su participación política se mantiene en los márgenes y reducida a lo específicamente

indígena. Por eso es relevante el acento que coloca Macas al propósito de “luchar contra el modelo político – económico” de opresión y coloniaje.

Alrededor de la lucha por este programa el movimiento ecuatoriano ha desplegado acciones como los Levantamientos Nacionales, los mas recientes son aquellos de 2019 y 2022, estrategias políticas relevantes como la demanda por procesos constituyentes, en momentos concretos ha arrinconado a los gobiernos de turno, ha generado adhesiones en los sectores y organizaciones populares, y ha provocado que en las clases y capas urbanas hubiera definiciones políticas e ideológicas que arrinconan al racismo.

Sus nociones e impactos sociales y culturales han removido a sectores intelectuales y académicos, dando aliento a tendencias como las referidas a la decolonialidad y el poscolonialismo.

La evolución política del Programa Plurinacionalidad, Interculturalidad y Buen Vivir, alcanzó su logro mayor en la Constitución 2008, que en su texto incorporó Plurinacionalidad, Interculturalidad y Buen Vivir, así como su aprobación en un referéndum nacional, con el apoyo del 64% del electorado. Su devenir posterior registra altos y bajos, se confronta con el desarrollismo y el neoliberalismo.

Para finalizar cabe sugerir que estamos ante un nuevo momento: es un programa vigente que se expande más allá de las fronteras patrias y de los avatares de una organización en específico; ha logrado sobrepasar sus propios límites.

* Sociólogo ecuatoriano. Profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central del Ecuador; correo: fjhidalgo@uce.edu.ec

 


[1] El documento “Proyecto Político de la Conaie – 1994” se puede descargar del portal web Yachana: https://www.yachana.org/earchivo/conaie/proyectopolitico.pdf

[2] El documento “Proyecto Político de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador –  2001” se puede descargar del portal web Llacta: http://www.llacta.org/organiz/coms/com862.htm#:~:text=El%20Proyecto%20Pol%C3%ADtico%20que%20la,  los%20campesinos%2C%20obreros%2C%20mujeres%2C

[3] El documento “Propuesta de la Conaie frente a la Asamblea Constituyente 2007” se puede descargar del portal web Yachana: https://www.yachana.org/earchivo/conaie/ConaiePropuestaAsamblea.pdf

[4] Patricia Gualinga (2021) “Proceso Constituyente y Buen Vivir 2007 – 2022” pp. 53 – 62. (disponible en portal web del Cetri https://www.cetri.be/Proceso-Constituyente-y-Buen-Vivir?lang=fr  )

[5] Nina Pacari (2021). Proceso Constituyente y Buen Vivir 2007 – 2022, pp. 15 – 14 (disponible en portal web de Cetri https://www.cetri.be/Proceso-Constituyente-y-Buen-Vivir?lang=fr )

[6] Luis Macas (2021). Proceso Constituyente y Buen Vivir 2007 – 2022, pp. 25 – 34 (disponible en portal web de Cetri https://www.cetri.be/Proceso-Constituyente-y-Buen-Vivir?lang=fr )

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