Bienvenidos al "Instituto de Ciencias y Culturas Indígenas"
Las bombas lacrimógenas fueron la espléndida cortina de humo que dio inicio a la función. Un enorme teatro con un despliegue impresionante de luces y pirotecnia. ¿Qué otra cosa sino eso fue la intentona de «golpe de estado» del 30 de septiembre del 2010?
Entonces, el héroe, salvador y valiente como corresponde al arquetipo del héroe clásico, se ratifica y se reivindica ante su pueblo. Nadie negará que se merece estar ahí, nadie cuestionará su poder y tendrá apoyo incondicional de los «revolucionarios ciudadanos».
Y, como en una comedia de Molière, aparece tan fácil el villano. Un monigote cualquiera, que sea útil para ser culpable, un títere que responde ante cualquier estímulo mediático. Un elemento útil… ¿Para quién?
Una semana antes del «golpe», el gobierno exponía con total desfachatez su confrontación con el movimiento indígena. Había enviado una excesiva represión para efectuar el desalojo de mineros artesanales y mineros a mediana escala en la provincia de Zamora Chinchipe, pisoteando el acuerdo de mantener un diálogo y llegar a consensos previos -como es de costumbre, no discriminó entre mineros artesanales y trabajadores mineros de empresas más grandes. Bajo el discurso de defensa de la ley, perpetró una terrible violencia contra ellos y cuestionó a los mineros artesanales porque «tenían maquinaria pesada».
El discurso y accionar gubernamental han sido de represión, criminalización de la lucha y persecución judicial a los dirigentes de las organizaciones sociales, indígenas y campesinas que, permanentemente, cuestionan las políticas extractivistas y vendepatrias del gobierno de la Revolución Ciudadana, acusándolos de sabotaje y terrorismo.
En medio de ese clima de agresión y persecución hacia el movimiento indígena y campesino, poniendo en práctica el viejo adagio de «divide y vencerás», el presidente de la República pretendía reivindicar su discurso, usurpando todas las propuestas de los movimientos sociales. Así pues, una vez que consiguió destruir la imagen de los movimientos sociales ante la opinión pública, Correa se sintió invencible.
Ahora bien, el juego de Correa fue aprovechar el triste papel de la Asamblea Nacional para cambiar el carácter inicial de ciertas leyes y torcerlas, como la Ley de Aguas, la de Comunicación, la de Educación Superior y, la que detonó el problema, la ley de servicios públicos. Ahí es cuando se pusieron en evidencia los intereses de la derecha que trabaja desde adentro del movimiento PAIS. Lo que dejó ver el supuesto golpe del 30 de septiembre (o 30-s, como lo han bautizado los medios de comunicación) es que detrás de Alianza País existe un soporte fuerte de derecha.
Pero, para distraer a la opinión pública, se realizó un sainete, desde una situación ideal generada por las tropas de la policía en la que se mostró a la insurrección policial como un intento de golpe de estado, un atentado a la democracia, y se construyó la figura del presidente como la de un mártir, bajo la creación de la ilusión del secuestro.
Y la movida maestra del gobierno fue la de monopolizar la información. La estrategia de transmitir sólo desde la televisión pública y Gamavisión (canal controlado por el Estado) fue la garantía de que se genere esta sensación de inestabilidad política.
Después del «épico rescate» del presidente de la República, su imagen es la de un sobreviviente. Se creó la ficción de que el «secuestro» (porque nunca hubo tal cosa como un secuestro) «ponía en riesgo» la vida del caudillo, de el superhéroe verde. Así pues, como en una película, los ciudadanos y ciudadanas, que observaron el espectáculo, vibraron con el suspenso y hasta sufrieron la muerte de varias personas, el héroe sale fortalecido y el desenlace es el de un final feliz.
Fortalecido el caudillo, ¿quién se atreve a cuestionar su hegemonía? ¿Quién «se le pone» al hombre que «enfrentó a la muerte»? Los movimientos sociales están cercados, si hasta hoy, cualquier movilización, protesta, reclamo y crítica a la política de la Revolución Ciudadana había sido considerada saboteadora y terrorista, de ahora en adelante será saboteadora, terrorista y golpista… «un atentado contra la democracia».
Hay unos hombres y mujeres con la piel del color del barro que han podido resistir y seguir luchando por más de 500 años; con los rostros de páramo, de selva, de montaña… con los ojos de taller, de arado… con la boca rebelde, siguiendo siempre la sabiduría de los abuelos, guardando en la casa del conocimiento los saberes que la vorágine del consumo no ha podido derrumbar. Esos hombres y mujeres estarán luchando aunque se enfrenten a la represión brutal de las cabezas glotonas del capital, con sabiduría, con diálogo; miramos listos para combatir y resistir a su lado, porque son aquellos que permitirán que sigamos respirando, cantando, viviendo y amando.
Consejo Editorial:
Luis Macas
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Edición Electrónica: Marc Becker
Natalia Sierra
El gobierno, a través de la cadena nacional del día jueves 30 de septiembre, hizo correr la información, a nivel nacional e internacional, del supuesto golpe de estado que se llevaba a cabo en contra de su gobierno, orquestado por la derecha opositora del país en contubernio con fuerzas extranjeras. Ante esta afirmación uno tendría que hacerse las siguientes preguntas: ¿Cuál es el interés de dar un golpe de estado a un gobierno que no afecta los intereses de la mayoría de los grupos de poder económico del país, y menos aún de los intereses económicos del gran capital transnacional, sea de la bandera que sea. ¿Para qué se va a desestabilizar un “régimen democrático “que ha logrado pasar políticas antipopulares, igual o mejor que los gobiernos neoliberales que lo antecedieron?, ¿Cuál sería la razón de parar un proceso que gracias a la usurpación del discurso de la izquierda está intentando liquidar la utopía socialista? ¿Por qué terminar con un gobierno que está empeñado en destruir a las organizaciones sociales y populares del país y que ha cooptado a gran parte de la izquierda? No tiene sentido alguno. La mayor parte de los grupos de poder local y la burguesía internacional tienen mucho que agradecer a este gobierno, que lamentablemente ha logrado imponer una línea continuista del modelo económico neoliberal extractivista, con una política de corte autoritario, envuelto en un discurso de izquierda.
Esto sin embargo no quiere decir que no hayan aparecido en la revuelta policial intereses de pequeños grupo oligárquicos mafiosos que intentaron aprovechar la situación, pero de ninguna manera se puede hablar de un golpe de estado preparado por la derecha del país, la cual se encuentra trabajando dentro y con el gobierno actual. Lo que no es posible no mirar y reconocer es la astucia política de Alianza País para capitalizar un hecho eventual.
Repasemos los hechos
El día jueves la tropa de la policía amanece con la decisión de llevar adelante una huelga, en su condición de funcionarios estatales, en contra de la Ley de Servidores Públicos que va a ser impuesta por el Ministerio de la Ley; igual como sucedió con otras leyes antipopulares que se han venido aprobando con la complicidad de la Asamblea Legislativa de mayoría gobiernista. Hay que tomar en cuenta que una huelga de la policía no es lo mismo que una huelga de cualquier otro sector social, por la particularidad del trabajo que realizan su paralización trae muchas consecuencias en torno a la seguridad pública, y sobre todo en lo referente a la defensa de la propiedad, que es lo más sagrado para la democracia liberal. A esto se suma que son empleados que tienen bajo su custodia armamento, lo que hace que su protesta sea extremadamente peligrosa. Por último, no es común que el aparato represivo encargado de controlar la disidencia política de izquierda y la protesta social se ponga a protestar.
El presidente de la República decide ir a “poner en orden” a la tropa huelguista, cuando eso tenía que hacer el Ministerio del Interior con cualquiera de sus funcionarios, estableciendo una mesa de negociación como se hace en estos casos. No hemos visto al presidente salir cuando los indígenas protestan en contra de la Ley de aguas, o cuando los campesinos salen a las calles en contra de la explotación minería y su Ley, o cuando los maestros se movilizan en rechazo a la Ley de educación, o últimamente cuando los trabajadores públicos protestaban en contra de la misma Ley a la que se oponía la tropa de la policía. Quizás es que los otros sectores sociales no tienen la importancia de la policía, o quizás es que cuando el pueblo sale a protestar el gobierno manda a su aparato represivo policial a reprimirlos y así cree resolver los problemas que su política antipopular provoca. Pero cuando el aparato represivo paraliza ¿a quién se manda a reprimir? ¿Al otro aparato represivo, es decir a la Fuerzas Armadas?? Pero eso es gravísimo para la democracia y la institucionalidad, pues ésta se descubre en su reverso obsceno.
Con su acostumbrada prepotencia, el presidente va a enfrenta la revuelta policial sin entender la compleja subjetividad del policía, que ya explicamos en las líneas anteriores. La respuesta de los policías sublevados ante el desafío del “Padre” caído es absolutamente previsible. De hecho, es una suerte para todos que, ante el gesto de poner el pecho a las balas, no haya habido una que responda al despropósito presidencial. Y no es que alguien ciertamente haya querido asesinar al presidente, pero en medio del desajuste psicológico del momento podía ocurrir cualquier cosa. Después de la agresión policial al presidente, esté se refugia en el Hospital de la Policía donde es atendido de sus afectaciones médicas, allí recibe la visita de algunos de sus ministros, realiza una rueda de prensa, declara estado de excepción, permanece comunicado con sus más cercanos y sobre todo permanece en el lugar. Eso de ninguna manera son los signos de un secuestro, lo que si hubo es una retención del mandatario que se fue dando mientras el conflicto subía de tono, cosa que se pudo evitar a través de mecanismos de negociación.
Se declara el estado de excepción, se suspende la trasmisión de los canales privados (excepto la radio La Luna) y queda solamente la información del canal público, que comienza a “relatar” los hechos, que como ya lo dijo Walter Benjamín y Foucault, siempre son construidos por el discurso del poder según sus intereses, de ahí que quien tiene el poder sobre el discurso tiene el poder político. Se habla del golpe de estado y se moviliza a la población a defender la democracia y la institucionalidad, así como se pide el respaldo internacional para la misma causa. Todo esto sucedía sin que la “sagrada” institucionalidad democrática corra realmente ningún riesgo, tanto los grupos económico en ascenso con este gobierno, como las transnacionales que con el se benefician no van ha permitir que sus sistema político se vea afectado.
Tanto el canal público como radio La Luna que era la única radio que no había acatado el estado de excepción y la cadena nacional, comenzaron convocar a la población de Quito y del país a defender la democracia en el gobierno de Alianza país y a ir hacia el hospital de la Policía Nacional a rescatar al presidente. Si observamos la composición psicológica particular de los miembros de la Policía Nacional, producto del propio carácter de las instituciones represivas y en las circunstancias en las que se encontraban, se podía producir una tragedia humana de proporciones inimaginables, muchísimo mayor de la que ya se dio con la pérdida de las vidas humanas que hoy lamentamos. ¿A que mente se le ocurre convocar a la población a enfrentar a una tropa policial que se encuentra acorralada, sabiendo perfectamente que tenía acceso a armas de fuego?
Al final, después de la denuncia de golpe de estado que recorrió el planetario y después de la solidaridad incondicional de los democráticos gobiernos del continente incluido el norteamericanos con el apoyo de los gobiernos europeos, se “rescata” al presidente con la intervención de los grupos de élite de la policía y el ejército. La democracia revive en el país, el mundo liberal aplaude, y la política económica neoliberal con su leyes funcionales queda intacta, y el justo reclamo de los trabajadores públicos se invisibiliza como las otras protestas populares.
Aclaraciones necesarias
Cabe aclarar que de ninguna manera estamos frente a lo sucedido en el Chile de Allende, ni siquiera de lo aconteció con Chávez en el 2002, aquí no hubo intento de golpe de estado ni secuestro, aquí las cosas marchan como tienen que marchar en atención a los intereses económicos del capital mundial.
Si el gobierno de Alianza País fuera realmente un gobierno de izquierda que lucha por las demandas y los intereses de los sectores populares, la derecha nacional e internacional ya hubiese intentado hace rato defenestrarlo, y sería el pueblo organizado quien lo respaldaría porque estaría respaldando a su proyecto revolucionario en contra de la derecha capitalista. Hay que revisar que transformaciones reales ha llevado adelante este gobierno que atente contra las estructuras del poder económico del capital. Ninguna, todo lo contrario se ha fortalecido medidas económicas antipopulares que quieren esconderse detrás de una política populista de subsidios y de una política de desarticulación y desmovilización social.
Algo profundo salió el día de la revuelta, el Ecuador de abajo y de adentro, ese pueblo “malo” “inmoral” “deshonesto”, como lo llama la ideología burguesa, aprovechando la ausencia de la policía salió a saquear.
Queda en mi mente una solo imagen real, la de aquel niñito de siete años que corría con una pelota entre sus pequeñas manos que había “robado” de uno de los tantos almacenes que fueron saqueados, mientras todos mirábamos las imágenes del héroe de un golpe inexistente.
Referencias
Foucault, Michel, La Microfísica del Poder, Ed. La Piqueta, Madrid, 1979.
Slavoj Zizek, «Tu Puedes», Extraído de LRB, Vol.21 N. 6, 18 de marzo de 1999.
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María Fernanda Vallejo
Hay historias mínimas, como fotografías, como pictogramas que poblaron el 30 de septiembre de 2010. Hay indicios que provocan la lectura de un país con una compleja estructura social, con una compleja dinámica y que evidencian las oscuras herencias de los históricos juegos de poder.
Hay cosas que valorar de este extraño día que se vivió el Ecuador. La primera, es la capacidad de atención que tiene la gente. La presencia de la ciudadanía de forma activa durante los acontecimientos del 30 de septiembre da cuenta de que, a pesar de lo que se diga, la población está politizada, pulsa a su país y no siempre del modo equivocado. Está atenta y despierta, pero podría estar perdida… lo que la hace peligrosa. La segunda, es que el caos que se creó por la perversa cobertura de los medios de comunicación –que mostraron claramente su oportunismo y carroñería- permitió ver en perspectiva los resultados históricos de la inequidad en la que la derecha ha mantenido a sus territorios, y además mostró el rostro de la derecha inmersa en Alianza País.
Los desmanes y la situación de caos terrible vivido en la costa muestran las relaciones atomizadas y clientelares, que en el caos afloran con facilidad. Los saqueos no fueron una cosa sólo de la delincuencia común. La gente, el ciudadano común, salió en desbandada a intentar recuperar algo – sin saber bien qué- que sintió que le fue usurpado o negado. Los guayaquileños saquearon farmacias y robaron medicamentos que ni siquiera sabían si les iban a servir. Se robaron cosas “por si acaso”… esa fue la revancha de Guayaquil ante la impunidad de políticas mafiosas y cacicales presentes a lo largo de la historia.
La mayor concentración de caos no se dio en Quito o en Cuenca ¿por qué? Habría que plantearse una reflexión a cerca de una sociedad que aún no ha perdido su lógica comunitaria, que el sentido colectivo sobrevive a pesar del aplastante paso de la ciudad y el Individuo por encima. Los barrios se organizaron para controlar el orden, los taxistas se reunieron para cubrirse las espaldas y proteger a quién más pudieran del peligro. Mecanismos de defensa desde la colectividad.
El 30 de septiembre, desde la oficialidad, se transformó en un paradigma que se valió del caos para confundir las apreciaciones políticas de la gente. Manejar la idea de que fue un “golpe de Estado” posibilita la tergiversación de criterios y la manipulación política. Permite construir enemigos visibles, mediáticos y provoca actitudes reaccionarias en esta ciudadanía con afán de acción, pero carente de toda organicidad… la clase media de Quito es peligrosa, porque se apersona de una lucha sin organización alguna y respondiendo a un supuesto llamado colectivo, que una figura carismática como la de Correa puede alentar.
Salvo la burocracia y las organizaciones campesinas, todo lo demás adherente al llamado de Correa resulta una carne de cañón sumamente débil para defender la democracia, porque no forman ningún tejido ni construyen ninguna propuesta, y, al mismo tiempo, podrían constituirse en una masa peligrosa que apunta a los enemigos equivocados con todas sus fuerzas. La clase media Quiteña es un redil peligroso, y la “revolución ciudadana” lo sabe.
El caos de Quito no se expresa en los saqueos sino en este afán individual. Por eso es importante preguntar a las autoridades ¿A quiénes llaman? ¿Cómo llaman? ¿Cuándo llaman? Ese es el carácter oscuro de una figura carismática con un accionar de tinte populista.
Con la afirmación de que la huelga policial se trató de un golpe de Estado, cualquier reclamo de los movimientos sociales sería un intento de golpe de estado. Y empieza, entonces, una cacería de brujas y le permite establecer y reafirmar los objetos de persecución. Todos los que exigen la salida del mandatario, según las nuevas condiciones del juego, resultan ser golpistas.
Habrá que empezar a hacer precisiones: la izquierda no hace golpes de Estado. ¿O ahora nos van a venir a comparar con Pinochet, Videla o Micheleti? Entonces, ¿por qué convocar a la ciudadanía a movilizarse en defensa de la democracia? Habría que cuestionarse por qué la insistencia en sostener un “golpe de Estado”.
Estos son síntomas de la medición de fuerzas internas en AP. Fuerzas internas desleales o no tan leales a la “revolución ciudadana” que dan cuenta de la presencia de la derecha al interior del movimiento AP. Estos actores, que “inocentemente” no hicieron nada y de manera perversa movieron los hilos que condujeron a la conmoción general. El movimiento PAIS debería plantearse cómo recuperar fuerza al interior para ganar espacios a esta derecha hegemónica que cada vez está más evidente y que gobierna desde adentro de PAIS.
Esta derecha se evidencia en los cuadros dentro del gobierno que piden la amnistía de Dahik. Las fuerzas de resistencia deben mantener los ojos abiertos y mirar con mayor agudeza quienes son estos cuadros de derecha y ponerlos en evidencia ante los ciudadanos a los que AP convoca, para estar alerta ante el peligro que los amenaza.
Se vienen luchas más duras, en este contexto, para los movimientos sociales, porque esta derecha pondrá su “fuerza de choque ciudadana” para frenar cualquier intento de “desestabilización de la democracia”. Es peligroso para los movimientos sociales, quienes se han desencontrado con la sociedad, perdiendo espacios y legitimidad gracias al discurso del gobierno de permanente descalificación.
Para el Movimiento Indígena, entonces, es preciso establecer un reencuentro con la sociedad antes de que el aislamiento se vuelva a su mayor fragilidad, antes de que el terreno de la marginación política al que ha estado sometido en este último tiempo cobre legitimidad ante la ciudadanía y los espacios de lucha se pierdan y antes de que se vierta sobre ellos una ola de violencia reaccionaria, en el redil de la clase media urbana, provocada por la confusión del discurso de izquierda, que las filas de la derecha enquistadas en AP buscan generar y dar validez.
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Floresmilo Simbaña
Lo comunitario es el elemento central de la propuesta de la plurinacionalidad y del Sumak Kawsay.
Existen por lo menos dos entendimientos de este concepto y realidad. Por un lado es visto únicamente como una forma de organización social de un segmento reducido y marginal de la sociedad, básicamente rural que adopta para gestionar un bien (la tierra) o servicios (agua potable, vías de comunicación, etc.) Desde ese enfoque lo comunitario como sistema político, económico, cultural y jurídico no tiene cabida de ahí que el Estado le reconozca un débil respaldo jurídico institucional.
Hay que partir que “lo comunitario” es una realidad multidimensional en extenso: es una realidad material (tierra, territorios, propiedad), pero también es una realidad subjetiva (valores sociales, vínculos socios organizativos, lasos culturales, sistemas políticos y jurídicos, etc.) en esta última conceptualización se está visualizando desde la faceta del orden social y de los procedimientos del manejo del poder de las autoridades comunitarias.
Esta multidimencionalidad es precisamente lo que ha estado ausente en las consideraciones de los Estados en general y del Estado ecuatoriano en particular, que sólo tomaron la parte más restringida de la concepción de lo comunitario: la socioadministrativa.
En el Ecuador ese fue el pecado original de la legislación desde la primera ley de comunas de 1937, que afirmaba un extendido entendimiento administrativo, con leves referencias de la propiedad y sin ningún reconocimiento de autogobierno social. Con las leyes de reforma agraria de 1964 y 1973, la lógica fue la misma que hizo una mención abstracta, meramente administrativa de la propiedad comunitaria. Pero en las políticas públicas concretas se promovía el cooperativismo primero, luego la “libre asociación de productores individuales”, que en épocas neoliberales, sobre todo con la ley de Desarrollo Agrario -1994- dejo en indefensión a las comunas, que se vieron obligadas a adoptar o “transformarse” en otras formas organizativas como medida de subsistencia.
Pero esta manera de concebir y “reglamentar” lo comunitario no provocó, a su pesar, el fin de su existencia y pertinencia histórica de lo comunitario, menos de lo indígena. Aquí la otra visión, aquella dada por las propias voces de los pueblos indígenas. Según escribe Luis Macas1, uno de sus dirigentes más destacados, la comuna es una de las instituciones vertebradoras que “en el proceso de reconstrucción de los pueblos y de las naciones ancestrales… que se han establecido a lo largo de [la] historia y cuya función primordial es la de asegurar y dar continuidad a la reproducción histórica e ideológica de los pueblos indios. Para nosotros (continúa Macas) la comuna es la llacta, o el ayllu o jatun ayllu. La comuna es la organización nuclear de la sociedad indígena. Desde nuestra comprensión, la institución de la comuna constituye el eje fundamental que articula y da coherencia a la sociedad indígena”.
Como podemos ver desde este enfoque la comuna y/o lo comunitario no se reduce a un instrumento de gestión social, sino que sus componentes y realidad van mucho más allá; abarca más ámbitos de la vida, va desde la dimensión material, hasta lo histórico y subjetivos (lo cultural y espiritual), “es la base fundamental de concentración y procesamiento cultural, político social, histórico e ideológico”.
Siguiendo a Luis Macas, en el espacio comunitario se recrea los siguientes principios:
La reciprocidad
Un sistema de propiedad
La relación y convivencia con la naturaleza
La responsabilidad social
Los consensos
Estos principios son normas éticas y prácticas de convivencia y de relaciones colectivas, pero también son imaginarios, ideología, el “deber ser”; es el “centro articulador de la cosmovisión indígena” y de la identidad, cuyos parámetros cognitivos están en contradicción con las defendidas por el liberalismo capitalista: utilidad, beneficio, progreso, desarrollo.
El comunitarismo es uno de los principios organizadores del proyecto político de la organización nacional de los pueblos y nacionalidades indígenas del Ecuador CONAIE. En este documento redactado en 1994 y revisado en el 2007 podemos encontrar la siguiente definición:
Las Nacionalidades y Pueblos indígenas históricamente hemos construido y practicado milenariamente el modo de vida comunitario.
El comunitarismo es el principio de vida de todas las Nacionalidades y los Pueblos Indígenas, basados en la reciprocidad, solidaridad, igualdad, equidad y autogestión. Por lo tanto para nosotros el comunitarismo es un régimen de propiedad y sistemas de organización económica y socio-política de carácter colectivo, que promueve la participación activa y el bienestar de todos sus miembros.
Nuestros sistemas Comunitarios se han ido adaptando históricamente a los procesos económicos y políticos externos; se han modificado, pero no han desaparecido, viven y se los practica en las Nacionalidades y Pueblos indígenas cotidianamente, dentro de la familia y comunidad.
El modelo sociopolítico que propugnamos, es una Sociedad comunitaria e intercultural. En el nuevo Estado Plurinacional se reconocerá y fortalecerá la propiedad familiar, comunitaria, pública y su economía se organizará mediante formas comunitarias, colectivas y familiares.
Como podemos ver el Sumak Kawsay y la Plurinacionalidad son conceptos directamente ligados y para ambos lo comunitario está en su base constitutiva.
Entonces, cualesquiera de sean las consideraciones sobre la cuestión del desarrollo inevitablemente se tiene que pensar desde lo particular hacia lo general, o lo que es lo mismo desde las formas socioeconómicas existentes en la sociedad hacia el modelo general como país y ambas deben dar cuenta de su relación con la naturaleza y de sus consecuencias, ya que el Sumak Kawsay incorpora a la naturaleza como parte de la vida, como una sola unidad.
1 Macas, Luis. Boletín. Instituciones Indígenas: La comuna como eje. Boletín ICCI Rimay. Quito. 2000.
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