Boletín No 111

ICCI

Editorial

Un verdadero gobierno de izquierda


A riesgo de que parezca un contrasentido el de Correa es un gobierno de la Izquierda, no un gobierno de izquierda. Es de la izquierda porque fue ella quien confió en él, aunque ahora él ya no confíe en esa izquierda que lo eligió. Hablo de la “izquierda social” no de la izquierda electorera, es decir aquella que contribuyó a derrocar a tres gobiernos corruptos, echó abajo el TLC con Estados Unidos, expulsó con su lucha a la OXY, se opuso y se sigue oponiendo al Plan Colombia, la Base yankee en Manta y las fumigaciones.

El de Correa no es un gobierno de Izquierda por que no gobierna con ellos, gobierna con sus amigos, hermanos, parientes, compañeros de cátedra, ex profesores, pelucones, ex pelucones, intelectuales orgánicos, expulsados del movimiento indígena, reencauchados de la partidocracia, oportunistas y despistados (si los hay?) de toda pelambre. No encontramos en el entorno de Rafael Correa a los representantes de la izquierda social, que probablemente no dispone de organización, tampoco están los miembros de los movimientos organizados sean estos sociales, populares o indígenas. No están y si estaban ya hace mucho que fueron expulsados por Vinicio Alvarado, por ejemplo.

En la antigua Secretaría de Comunicación hoy reducida a Sub Secretaría y a dependencia de la Secretaría de la Administración han sido expulsados sistemáticamente todos los funcionarios con posición o vinculación progresista o de izquierda. El espacio que una vez fue novedad por incorporar a indios, negros, geys, lesbianas y otros grupos minoritarios fueron extirpados minuciosamente y concluyó la apariencia incluyente y participativa.

No es un gobierno de izquierda cuándo en vez de fomentar la organización popular y empoderar a los pueblos, desconoce grotescamente la lucha y la trascendencia histórica de los indígenas y los movimientos sociales, que son los gestores incluso de este gobierno que les dice “que se vayan”, los insulta, los reprime y los mete en el mismo saco de la derecha oligárquica, con los que ahora “extrañamente” coincide en su odio en contra las organizaciones sociales y populares.

No es un gobierno de izquierda por que no se dan hasta la fecha los cambios fundamentales con los que sueña el pueblo, ese Ecuador profundo…de abajo…a la izquierda. Ese mismo pueblo que nutrió miles de acciones de rebeldía y oposición al neoliberalismo, sus gobiernos y sus estrategias. Ese mismo pueblo que en silencio asiste a una especie de confiscación de su lucha por un gobierno que le robó su agenda política, la agenda de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador CONAIE y la de otras organizaciones sociales.

No es de izquierda el gobierno de Correa porque, aparte de los discursos, no ha afectado ningún interés de quienes llama pelucones. Se niega sistemáticamente a nacionalizar el petróleo a pretexto de que “ya está nacionalizado” mientras las transnacionales ni siquiera pagan el 99 % de los excedentes sobre el incremento de precios internacionales del petróleo, peor aún alentados por la sospechosa falta de exigencia del ministerio de petróleos para pagar y cumplir con el decreto presidencial, la transnacional española REPSOL inició una demanda contra el Estado ecuatoriano ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones CIADI para no pagar definitivamente, el camino sería seguido por las otras transnacionales petroleras que extraen y explotan en el país. Del sector petrolero no han sido expulsados los intereses y los interesados corruptos ligados a los grupos económicos y al partido socialcristiano. Se destituye a los marinos que de buena fe estaban combatiendo las mafias, como le dijo en carta el ex comandante de la Marina Arellano al propio Presidente Correa, se persigue, encarcela y destituye a dirigentes sindicales incómodos. ¿Quién le dirá al país qué hace el hermano mayor del presidente (Mauricio Correa) en los negocios y los negociantes del petróleo?. Qué pasará con el ITT y los grandes campos petroleros que el Ministro Chiriboga y su Viceministro pretenden entregarlos a las petroleras con las que mantienen extraños vínculos?.

No es un gobierno de izquierda por que los usuarios de la telefonía móvil quedamos en la total indefensión cuando Correa, luego de haber desafiado a las multinacionales Telefónica (Movistar) y América Móvil (Porta) con dejarlas sin concesiones y anunciar inclusive la salida del país de esta última, sale a decir que la privatización de la telefonía móvil continuará 15 años más en manos de estas compañías, con el agravante de que se les entrega una banda de telecomunicaciones para transmitir imágenes. Correa afirmó que se obtienen ganancias para el país con la concesión de la telefonía móvil exponiendo cifras que serán recuperadas en menos de dos años de explotación de la concesión, o mejor dicho en menos de dos años de explotación inmisericorde a todos los usuarios y usuarias.

No es un gobierno de Izquierda porque no se atreve a imponer una lista de precios sobre los productos alimenticios de consumo básico y deja a miles de ecuatorianos a merced de las leyes de la oferta y la demanda, las leyes del mercado que dice combatir en los discursos. Nos deja a merced de los supermercados que son los mayores intermediarios de los productos alimenticios en el país y habla de precios convenientes, mientras los productores no pueden vender directamente a los consumidores para evitar la especulación. Nos deja a merced del hambre y de un mayor empobrecimiento que es la mayor inseguridad.

No es un gobierno de Izquierda porque no ha solucionado el mayor problema de los ecuatorianos: la falta de empleo y salarios dignos, apenas parches para maquillar la flexibilización laboral inventando eufemismos. No hay defensa consecuente de los inmigrantes ecuatorianos que nutren el presupuesto con las remesas cuando no se dice nada sobre esta situación a los negociadores del TLC con la Unión Europea y más bien los ofenden de palabra, cuando el Presidente olvidando su condición dice a un inmigrante (expulsado económico) “por idiotas como tu…”

No es un gobierno de izquierda porque es a lo sumo un gobierno socialdemócrata del siglo XX y ni siquiera la entelequia de un gobierno del socialismo del siglo XXI, que algunos sostienen que es otro “Consenso de Washington”.

Son muchos los motivos para caracterizar al gobierno de Correa como un gobierno liberal demócrata que nada tiene que ver con la izquierda, el socialismo científico o el comunismo. Estas apariencias políticas son las que mantienen al gobierno con relativa credibilidad. Un gobierno que se empeña hoy por apartarse de las posiciones originales.

Es un gobierno de la izquierda, no de izquierda. Y es esa misma izquierda que la eligió mayoritariamente la que hoy dispone de toda la autoridad moral y política para exigirle consecuencia y coherencia con aquello a lo que se comprometió, exigirle a que no repita los errores de otros gobiernos con una administración mal disimuladamente neoliberal desde el Estado ecuatoriano.

Si Correa es “radical”, opuesto al neoliberalismo y es de la “izquierda cristiana” porqué insulta y deslegitima a Eduardo Delgado que es un militante de la teología de la liberación, que se jugó por los indios y la izquierda y fue expulsado de la Universidad Politécnica Salesiana y de la propia Iglesia Católica, por la jerarquía del Opus Dei que controla la iglesia de Estado con la que se lleva bien Correa. ¿Quién es de la izquierda cristiana? Aquel que estuvo de vacaciones, por escasas semanas en Zumbahua (Cotopaxi) o quién tiene como herencia de la lucha de la iglesia comprometida con los pobres el poncho de Monseñor Leonidas Proaño?

A puertas de un referéndum para aprobar una nueva Constitución cuyos “avances” son todavía dudosos, el gobierno de Correa se aleja de la organización referente de la lucha social en el Ecuador y el Continente, denuncia ante los cuerpos represivos del país y la policía que existe una supuesta conspiración de la izquierda, reconociendo tácitamente que él (el gobierno de Correa) no es de izquierda.

Denuncia que los aparatos de inteligencia militar están filtrados por la CIA, pero a renglón seguido almuerza y recibe palmadas y felicitaciones en la embajada del Imperio “Correa cree en embajada de EE.UU.” Enseguida instruye a la Canciller de apellido pelucón a busque la normalización de las relaciones diplomáticas con Colombia a pesar de que el gobierno de Uribe sigue amenazando al Ecuador con involucrarnos en el Plan Colombia. Similarmente incrementa los efectivos militares en la frontera con Colombia, realiza acciones de hostilidad en contra de la guerrilla y anuncia la compra de armamento para el combate de la insurgencia, noticias que nos acercan a la posición de yunque en el Plan de guerra que le conviene al Imperio, y hacen tan feliz al gobierno paramilitar de Uribe y sus adláteres.

¿De qué izquierda habla el gobierno?. Será de la “izquierda” de Tania Mazón, ministra de la amazonía del MPD? o de la Izquierda Democrática que pactó todo el tiempo con los socialcristianos y que tiene muchos altos funcionarios en este gobierno?.

¿De que izquierda habla sr. Correa? Acaso cree que ya olvidamos las expresiones del payaso de Gutiérrez que dijo, en un acto en el estadio olímpico Atahualpa de Quito, “soy de izquierda…pero también soy de derecha”.

Pero si es un gobierno elegido por la izquierda, esa izquierda es la que tiene que orientarlo, conducirlo o presionarlo si cabe cuando se registren desviaciones del proyecto que dijo abrazar. Pero sin duda, es oportuno también reconocer el error y la incapacidad de la dirigencia política de la izquierda social para olvidarse de los “outsider” (quien viene de fuera) y para iniciar la construcción seria de un verdadero gobierno de izquierda y de la izquierda, un gobierno que haya nacido de la capacidad de lucha y organización de los pueblos, que sea una expresión legítima de un verdadero gobierno de izquierda para evitar el trago amargo de la frustración política una vez más.


Coordinación General: José Luis Bedón
Consejo Editorial:
Luis Macas
Patricio del Salto
Ricardo Ulcuango
Alicia Vacacela
Fernando Sarango
Blanca Chancosa
Floresmilo Simbaña
Edición Electrónica: Marc Becker

El “Sumak Kawsay” (“Buen vivir”) y las cesuras del desarrollo SEGUNDA PARTE


Pablo Dávalos

Una lección que el capitalismo quiere olvidar con la experiencia del nazismo en Alemania y la reconstrucción económica por la vía de la industria bélica. El profesor Galbraith, con su fina ironía, decía que los nazis, luego de haber resuelto el problema del desempleo en Alemania, se dedicaron a resolverlo en el resto de Europa y el mundo.

Esa cesura entre la ética y el “crecimiento” hace que en la subjetividad del capitalismo, el fin justifique los medios y que al final la ética aparezca como recurso estratégico en la necesidad de legitimar al poder. No hay que olvidar que el índice de crecimiento de los mercados de Defensa (el índice Spade Defense) ha crecido una media del 15% entre los años 2001 y 2006, gracias a la “guerra en contra del terrorismo”, y que esta guerra ha provocado el aparecimiento de graves atentados a los derechos humanos fundamentales en todas partes del mundo.

¿Es posible, entonces, devolver la ética a la convivencia humana? La respuesta aparece condicionada a la existencia de los mercados como reguladores sociales e históricos. Los mercados no son espacios para la ética. Son espacios para el lucro individual y la acción estratégica. Rescatar la ética implica superar al mercado. Los mercados al instrumentalizar la ética ponen en riesgo la paz del mundo y las condiciones de una convivencia pacífica entre los pueblos.

Una tercera cesura del discurso del desarrollo y el crecimiento económico es con la historia y cultura propias de los pueblos. El desarrollo y el crecimiento económico vacían de contenidos a esas historias y culturas y los llenan con aquellos que se considera válidos desde la lógica de la rentabilidad, el corto-placismo, el egoísmo y el cálculo estratégico. Cuando el crecimiento económico se aproxima a sociedades o pueblos que no están contaminados de modernidad ni desarrollo económico, los fagocitan en función de las necesidades de la acumulación del capital, y colonizan aquello que Habermas denomina el “mundo de la vida”.

Para el crecimiento económico, las costumbres tradicionales de los pueblos y sus culturas son obstáculo que hay que superar eliminándolas por medio de estrategias de modernización. En las coordenadas del mercado, no pueden subsistir las diferencias culturales, a condición de que se conviertan en excelentes mecanismos de mercadeo. El desarrollo y el crecimiento económico no tienen idea de lo que significa el respeto cultural, y la convivencia en contextos de diversidad social y cultural. Los mercados no soportan la diversidad humana. La extraordinaria diversidad cultural de los pueblos del mundo es una amenaza que debe ser controlada. El mundo liso y llano de Burguer King, de Nike, de Mc Donalds, de Coca Cola, de Wal-Mart, etc., es la apuesta por colonizar esa diversidad cultural e integrarlas al capitalismo como otra dimensión del mundo corporativo.

Una cuarta cesura es, paradójicamente, con la misma economía. Aunque parezca inverosímil, el desarrollo económico más que provocar el crecimiento económico para toda la sociedad, en realidad lo que consigue es la administración política de la escasez. El discurso neoliberal del crecimiento económico es un discurso de la escasez. El mecanismo de los precios como taumaturgos de la realidad, es la expresión del control político a la escasez. De hecho, todo el discurso de la economía neoliberal está construido sobre las nociones de la escasez.

Los conceptos del neoliberalismo (entre ellos los conceptos de precios como costo marginal, el concepto de agente maximizador, de rendimientos decrecientes, de equilibrio general, de curvas de indiferencia, etc.) son conceptos que relevan de una analítica de la escasez. No se trata de la existencia o constatación de una situación de escasez, sino de su racionalización y operacionalización política por medio del poder, y la economía, de este modo, se convierte en otra forma de ejercer el poder. El desarrollo crea escasez. El desarrollo y el crecimiento económico crean pobreza. La pobreza es inherente al desarrollo y al crecimiento económico. Toda la estrategia de ajuste y reforma estructural del FMI y del Banco Mundial, y su terapia de shock, provocaron artificialmente la escasez, y provocaron y exacerbaron la pobreza como requisito ineludible para que puedan operar las leyes del mercado capitalista.

Pensar que el crecimiento económico puede resolver los problemas de la pobreza es ingenuo, primero porque se tiende a pensar a la pobreza en términos de economía (el dólar diario del Banco Mundial), cuando en realidad es un fenómeno político; y, segundo, porque se supone que la pobreza puede ser superada desde la misma economía (por ello Marx se resistía a hablar de pobreza, para él la pobreza era una manifestación social e histórica de la explotación, lo que había que resolver era la explotación humana emancipando al trabajo, y no como ahora lo pregona el poder con microfinanzas o microempresas), cuando debería superarse desde la política.

Ninguna sociedad, incluida aquellas que puedan autodenominarse como “desarrolladas” han resuelto los problemas de la pobreza, y menos aún de la explotación. El discurso de la economía neoliberal como analítica de la escasez sirve de cobertura y coartada para ocultar la distribución de la renta social. Si toda la sociedad participa en la producción del excedente social, lo lógico sería esperar que el discurso del desarrollo y el crecimiento económico resuelvan la distribución y participación de toda la sociedad de este excedente. Gracias al discurso neoliberal del crecimiento económico, el excedente social se privatiza y la escasez se convierte en el mejor argumento de control político que asegura la privatización de la riqueza social.

Una quinta cesura, y quizá de las más graves, es la colonización epistémica. Cuando se asume al discurso del desarrollo y del crecimiento económico, es imposible ver al mundo de otra manera. Quizá Wallerstein tenga demasiada razón cuando nos propone “impensar las ciencias sociales”. Para Wallerstein, el desarrollo es un “mito organizacional”. La colonización epistemológica provoca la indiferencia hacia aquellos saberes que no relevan de los marcos teóricos dados por la modernidad y por el desarrollo, y también provoca la destrucción de esos saberes, sobre todo cuando empiezan a convertirse en peligrosos. En una expresión fuerte y cargada de simbolismo y de razón, Boaventura de Souza Santos los llama “epistemicidios”.

La colonización epistemológica producida por el discurso del crecimiento económico ha neutralizado la capacidad que tendría la humanidad en repensar las alternativas al capitalismo. Quizá es más difícil desaprender que aprender. Para salir de esta colonización, quizá sea necesario un largo trabajo de olvido sobre todo aquello que aprendimos a propósito del desarrollo y del crecimiento. Superar esta cesura epistémica es una de las tareas más complejas del presente porque la razón siempre es autorreferencial, y la analítica del crecimiento económico ha hundido sus raíces en la episteme moderna incluida en sus propuestas emancipatorias.

Todos estos procesos no pueden mantenerse sin la utilización estratégica de la violencia. El libre mercado necesita de la violencia como la vida necesita del oxígeno. A más libre mercado más violencia. Todas las reformas neoliberales del crecimiento económico han sido impuestas y se mantienen desde la violencia. La violencia asume el formato de la política como una extensión de la guerra, y ésta como una condición hobbesiana de existencia. El desarrollo y el crecimiento económico fragmentan al hombre de su sociedad y lo inscriben en una relación marcada, precisamente, por la violencia. La libertad de los mercados implica cárceles, persecución, terrorismo de Estado, torturas, genocidios, impunidad. El crecimiento económico es violento por naturaleza. Generar violencia y administrarla políticamente, bajo una cobertura de democracia, ha sido uno de los desafíos más importantes del neoliberalismo. El concepto neoliberal que permitió la domesticación de la política, incluido el sometimiento de la democracia a las coordenadas del mercado, ha sido aquel del Estado social de derecho.

Es necesario cerrar estas cesuras. Está en juego la pervivencia del hombre sobre la Tierra. El discurso neoliberal del desarrollo basado en el crecimiento económico no puede tener una segunda oportunidad. Si se la damos quizá sea demasiado tarde para nuestro futuro. Su legado de destrucción ambiental, degradación humana, violencia social, colonización de las conciencias, terrorismo de Estado, genocidios, expulsión de pueblos enteros, guetización, entre otros aspectos, hacen imperativo (casi como los imperativos morales de Kant), que busquemos alternativas al desarrollo en su conjunto.

El Presidente boliviano Evo Morales, indígena de procedencia aymara, ha dicho que hay que pensar en superar al capitalismo como sistema social e histórico. Los indígenas del Ecuador, a inicios de los noventa, y en la línea de repensar las alternativas al capitalismo como sistema, produjeron uno de los conceptos políticos más complejos de la era presente: el Estado Plurinacional, que obliga a reconsiderar los contenidos que fundamentan al contrato social y a la sociedad en su conjunto. Los zapatistas mexicanos desafiaron a las tradicionales teorías del poder cuando expresaron su mandato político como: “mandar obedeciendo”.

Son los mismos indígenas de Bolivia, Ecuador, y Perú, los que ahora proponen un concepto nuevo para entender el relacionamiento del hombre con la naturaleza, con la historia, con la sociedad, con la democracia. Un concepto que propone cerrar las cesuras abiertas por el concepto neoliberal del desarrollo y el crecimiento económico. Han propuesto el “sumak kawsay”, el “buen vivir”.

Es probable que la academia oficial, sobre todo aquella del norte, sonría condescendiente, en el caso de que logre visibilizar al concepto del buen vivir, y que lo considere como un hecho anecdótico de la política latinoamericana. Sin embargo, es al momento la única alternativa al discurso neoliberal del desarrollo y el crecimiento económico, porque la noción del sumak kawsay es la posibilidad de vincular al hombre con la naturaleza desde una visión de respeto, porque es la oportunidad de devolverle la ética a la convivencia humana, porque es necesario un nuevo contrato social en el que puedan convivir la unidad en la diversidad, porque es la oportunidad de oponerse la violencia del sistema.

Sumak kawsay es la expresión de una forma ancestral de ser y estar en el mundo. El “buen vivir” expresa, refiere y concuerda con aquellas demandas de “décroissance” de Latouche, de “convivialidad” de Iván Ilich, de “ecología profunda” de Arnold Naes. El “buen vivir” también recoge las propuestas de descolonización de Aníbal Quijano, de Boaventura de Souza Santos, de Edgardo Lander, entre otros. El “buen vivir”, es otro de los aportes de los pueblos indígenas del Abya Yala, a los pueblos del mundo, y es parte de su largo camino en la lucha por la descolonización de la vida, de la historia, y del futuro.

Es probable que el Sumak Kawsay sea tan invisibilizado (o lo que es peor, convertido en estudio cultural o estudio de área), como lo fue (y es) el concepto del Estado Plurinacional. Más, en la prosa del mundo, en su signatura de colores variados como el arcoiris, en su tejido con las hebras de la humana condición, esa palabra, esa noción del “buen vivir”, ha empezado su recorrido. En los debates sobre la nueva Constitución ecuatoriana, junto a los derechos de la naturaleza y el Estado Plurinacional, ahora se ha propuesto el Sumak Kawsay como nuevo deber-ser del Estado Plurinacional y la sociedad intercultural. Es la primera vez que una noción que expresa una práctica de convivencia ancestral respetuosa con la naturaleza, con las sociedades y con los seres humanos, cobra carta de naturalización en el debate político y se inscribe con fuerza en el horizonte de posibilidades humanas.


Coordinación General: José Luis Bedón
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