Boletín No 64

ICCI

Editorial

LA PARTICIPACION ORGANIZATIVA DE LOS LIDERES


El compromiso es cada vez mas grande,
especialmente en la hora difícil que nos invade
Nuestra misión es la vida
Nuestra vida en la mira

Es preciso reflexionar sobre la participación o no de los ex-dirigentes, líderes anteriores o históricos, en las acciones organizativas y procesos políticos en los distintos niveles. Es verdad que atravesamos una etapa de transición cualitativa y cuantitativa compleja, pero no es menos cierto y es obvio la ausencia de los líderes o ex-dirigentes en la política organizativa actual del movimiento indígena. Frente a este alejamiento de las y los ex-dirigentes hay dos versiones: Una versión es que los ex-dirigentes se han alejado voluntariamente del proceso, ya sea por comodidad o por temor a ser recriminados por la nueva generación de líderes. Pero se dice que existe una total indiferencia a los acontecimientos y al momento de crisis que viven nuestras organizaciones en todos los niveles y que la critica se hace desde fuera. El otro criterio es, que a los ex-dirigentes o líderes, se les ha marginado su presencia y participación en el proceso organizativo desde la dirigencia actual, por su falta de preparación, por falta de comprensión a las condiciones de los momentos actuales, o por no tener un título profesional o académico. Que desde los jóvenes se les ha excluido porque los tiempos son distintos, se han modificado las propuestas originales y que los líderes nuevos están en condiciones de adaptarse a una nueva realidad, por lo que no se les permite ninguna participación a los anteriores.

En todo caso, este fenómeno violento de transición profundiza la crisis y el debilitamiento que sufre el movimiento indígena en el momento actual, aunque debemos advertir que las causas de este aniquilamiento son internas y externas. Pero en la reflexión está direccionada su enfoque, esta vez, hacia lo interno del movimiento. En lo externo es evidente que el movimiento indígena se haya constituido en el foco principal de los ataques desde todos los sectores contrarios al movimiento indígena, precisamente por ser uno de los actores emergentes fundamentales de la sociedad y por ser una “amenaza” para el país desde sus propuestas, ante todo, por constituirse en la portadora de cambios de contenidos profundos para la sociedad. Pero internamente creemos que vivimos una situación de estancamiento peligroso, generado tal vez, por el acelerado crecimiento del movimiento indígena, quizás apoyados con visiones y paradigmas extraños. Entonces estamos ante el fenómeno de la crisis de crecimiento. En este crecimiento virulento se percibe el descuido de contenidos, métodos y estrategias fundamentales propias para el proceso de crecimiento normal del movimiento indígena. Al distraer de los elementos y componentes indispensables del desarrollo organizativo de nuestros pueblos, creemos habernos enredado en asuntos de poca trascendencia, con el pretexto de crear otros frentes de lucha, pero que en definitiva resulta ser una dispersión de energías, a veces asumidos desde la expontaneidad y la improvisación.

Por lo que es necesario tomar iniciativas en función de buscar mecanismos de reconcentración de energías, de propuestas y de acción, de un reencuentro de las experiencias anteriores y las iniciativas actuales y establecer un espacio de diálogo, de reflexión sobre temas coyunturales, pero fundamentalmente sobre el proceso estratégico del movimiento indígena y desde una instancia que permita la presencia de todas las generaciones en las organizaciones tanto a nivel local, regional y nacional y hacer de esta transición mucho más atenuada desde los mecanismos de diálogo los consensos y acuerdos, instituciones históricas vigentes aún en nuestros pueblos y comunidades.

Pero lo óptimo sería, establecer mecanismos de reflexión permanentes en función no solamente de la búsqueda de una armonía entre las dirigencias y las organizaciones, sino en la perspectiva de revitalizar esa línea y esa dirección histórica del proceso de nuestro movimiento, rescatando nuestro principio el de la reciprocidad complementaria: URIN JANAN, KARI WARMI, RUKU WAMPRA. Es decir, que nuestro proceso social, político, organizativo, económico y cultural no es posible sin la necesaria participación y aportes fundamentales de todas las generaciones: mujeres, hombres, niños, jóvenes y adultos. Este propósito, el de encausar en la dirección correcta al proceso es en función de una necesidad interna del movimiento indígena y con miras a construir un horizonte amplio y sostenible hacia el entorno o externo de lo indígena, en base de una identidad política y cultural y en función de objetivos comunes. Solo desde esta óptica la propuesta del movimiento indígena se constituiría en un proceso alternativo y de cambio para el país y el continente.


© Los artículos del presente Boletín pueden reproducirse citando la fuente

LA ANTIGUA MEDICINA DE LOS KALLAWAYAS

Mailer Mattié*


Médicos del inca

En Bolivia, la Provincia Bautista Saavedra del Departamento de La Paz es conocida principalmente porque entre sus habitantes de la comunidad aymara viven los kallawayas. Poseedores de un profundo conocimiento sobre plantas medicinales, sus terapias curativas forman parte de la sabiduría y belleza de la cosmovisión andina. A unos 250 Km. del Lago Titikaka, residen en las localidades de Curva, Chajaya, Kamlaya, Huata Huata, Inka, Amarete, Chari, Pampablanca, Chakapari y Charazoni. En toda la Provincia viven aproximadamente unas 8500 personas, el 96% en condiciones de extrema pobreza.(1)

El origen de los kallawayas se pierde en la milenaria historia de la civilización andina. Algunos indicios sugieren su presencia, incluso antes del período incaico, durante el esplendor de la cultura Tiawanaco, desaparecida en el siglo XI de nuestra era.(2) Especializados en el conocimiento de las plantas, su establecimiento en la actual región de Bautista Saavedra seguramente favoreció el desarrollo de su oficio, al facilitar el acceso no sólo a la biodiversidad del altiplano, sino también de zonas menos altas, incluyendo el trópico.(3)

Investigaciones arqueológicas han intentado sustentar esta hipótesis. En los años setenta, por ejemplo, el Museo Etnográfico de Gotemburgo divulgó información sobre un conjunto de materiales y restos humanos hallados en Bolivia, pertenecientes justamente al llamado período tiawanaco clásico.(4) En su publicación Etnologiska Studier de 1972 se describe el equipo de un curandero indígena del siglo VI de la era cristiana, encontrado precisamente en Calliicho, Provincia Bautista Saavedra. Entre otras cosas, había tabletas de madera, un tubo de caña de bambú, un mortero de madera, cucharillas, jeringas y un cráneo al que le habían realizado tres trepanaciones intra vitam. Igualmente se hallaron pequeñas bolsas tejidas con bordados (chuspas) y material vegetal macerado, cuyo estudio determinó que se trataba de una especie de tabaco y hojas de guayusa, una planta utilizada como antiespasmódico.

La presencia de los kallawayas en la Corte de los Incas tiempo más tarde, se considera un hecho bastante probable. Posiblemente, debido al nivel de sus conocimientos, les llevaron a prestar sus servicios en Cuzco, la capital del incario. Al parecer, estaban capacitados para curar parálisis, ceguera, neumonía, heridas y dolencias mentales. Se sabe que preparaban medicamentos equivalentes a la terramicina y la penicilina, elaborados a base de barro y frutas fermentadas como el plátano. Utilizaban también la genciana y el árbol de quina del Perú para la fiebre, entre muchas otras plantas. Se supone que en la Corte tenían la función de asesorar a los sabios (amautas) sobre cuestiones de medicina, además de dedicarse a atender exclusivamente las enfermedades del Inca, de su familia y de la nobleza.(5) Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales, incluso, habla de los grandes conocedores de las propiedades de las plantas que existían antes de la destrucción del imperio.

Los kallawallas, por otra parte, han sido tradicionalmente conocidos como médicos viajeros que se trasladan por regiones de varios países. En lengua aymara, la palabra alude a la expresión «irse de casa». En quechua, se refiere al «hombre que anda cargando hierbas medicinales». En el citado informe del Museo de Gotemburgo se hace especial énfasis en la cuidadosa manera de guardar las plantas maceradas que se encontraron. Esto permitió suponer que las preparaban para ser transportadas durante largas jornadas. Precisamente, parte de los territorios que hoy día están integrados en Bolivia, Argentina y Chile, durante el imperio inca recibían el nombre de Qollasuyu, cuyo significado es «tierra de la medicina».

Como consecuencia de la conquista española, probablemente los kallawayas que habitaban en Cuzco regresaron a refugiarse en sus comunidades originarias. Lo cierto es que su conocimiento logró sobrevivir durante la colonización. Guardaron celosamente los secretos de sus saberes y habilidades, transmitidos de forma oral sólo de padres a hijos utilizando una lengua propia llamada Machaj juyay o Machajjuya. Se cree que corresponde al lenguaje sagrado de los incas, no accesible al pueblo, el cual aprendieron en la Corte y asumieron como signo de identificación, incorporándolo a sus rituales curativos. Algunos estudios, por otra parte, le otorgan también cierto parentesco con la extinguida lengua Pukina, hablada por los antiguos pobladores de la región del Lago Titikaka, ancestros de los actuales Urus.

En el siglo XIX se estimó que ejercían su oficio unos 500 kallawayas famosos en toda la región. En el siglo XX, sin embargo, su número se había reducido a unos cincuenta. Como médicos itinerantes, se sabe que algunos estuvieron en Panamá en 1914, durante la construcción del Canal. Realizaron una travesía de 4 meses, llevando en sus chuspas hierbas y ungüentos para ayudar en la lucha contra la malaria que había causado miles de muertos entre los trabajadores de las obras.

El ajayu: la fuerza de la vida

La medicina kallawaya se sumerge en la visión andina del mundo. Desde su perspectiva, el ser humano es la unión de tres elementos vitales: el athun ajayu, fuerza divina que otorga las facultades de pensar, sentir y moverse; el juchui ajayu, cuerpo astral o anímico; y el cuerpo físico, donde se encuentran encarnados ambos ajayus.(6) El ser andino, asimismo, además de sus relaciones sociales y con la naturaleza, vive cotidianamente en su prodigioso universo sobrenatural. El athun ajayu es inmortal, por eso los protectores espíritus de los antepasados, los Achachilas, moran permanentemente en las montañas, lagos y ríos, otorgando a estos lugares rango sagrado. Dada la complejidad de estas interrelaciones, cualquiera no puede ser kallawaya. Generalmente se recibe una señal, la marca de un rayo o la comunicación de los Achachilas a través de los sueños.(7)

La enfermedad, entonces, aparece asociada a la pérdida de los ajayus. Si el athun ajayu sale del cuerpo, desaparece la fuerza de la vida. Puede suceder también que, durante el sueño, el juchui ajayu abandone igualmente el cuerpo. Si no regresa, su ausencia se manifestará con fiebre, malestar y dolores. Significa que el ser humano ha perdido su unidad, el equilibrio entre sus componentes vitales. Para restablecerlo y lograr el retorno del ajayu,(8) el kallawaya acudirá por igual a los recursos de la naturaleza y al mundo de los espíritus, complementándolos. El conocimiento necesario es a la vez amplio, diverso y solidario.

«Para tener buena salud hay que darle de comer a la montaña»(9)

La práctica médica de los kallawayas se fundamenta no sólo en sus nociones extraordinarias sobre botánica. Los rituales y ofrendas a la Pachamama (la Madre Tierra) y a los Achachilas, son imprescindibles. Un aprendiz comienza a observar las hierbas desde los 7 años de edad, hasta completar un período de 8 ó 10 años de estudio para llegar a distinguir al menos las características de unas 600 plantas.(10) Debe aprender a reconocerlas, sus usos, el lugar donde crecen, la época de recolección y la manera de conservarlas. Algunos, no obstante, pueden alcanzar durante su vida un conocimiento mucho mayor. Es el caso de Hilarión Suxo, de Pampablanca, quien asegura conocer cerca de 5 mil especies medicinales y 3 mil venenosas o narcóticas.(11)

Reconocen, sin embargo, sus límites; no atienden enfermedades hereditarias o terminales. Tienen probado éxito en el tratamiento de afecciones como la tuberculosis, reumatismos y diarreas. Tratan también problemas de hígado, riñones y corazón y un grupo de variadas dolencias que denominan «enfermedades del viento y de los relámpagos». Su conocimiento se ha transmitido usualmente de padres a hijos varones, dejando en manos de las mujeres la atención de los partos y problemas relacionados a la reproducción.

Los viajes, por otro lado, se planifican generalmente de acuerdo al calendario agrícola que comienza el 21 de junio. Realizan largos desplazamientos que pueden durar 3 ó 4 meses, prestando sus servicios a comunidades lejanas donde la asistencia médica es prácticamente inexistente. Estos traslados les permite también ampliar la recolección de plantas y juegan un papel importante en el entrenamiento del aprendiz. Viajan juntos andando, en burro o en llama hasta regiones de Perú, Ecuador, Norte de Chile o Argentina. Un viaje de ida y vuelta a Cuzco, por ejemplo, puede durar 45 días. Llevan sus hierbas, medicamentos y objetos rituales. En ocasiones reciben dinero por su labor, aunque pueden realizar sus actividades a cambio de hospedaje y comida como sucedía en épocas remotas.

La hoja de coca es una de las plantas de mayor uso entre los kallawayas, a la que otorgan condición sagrada por sus propiedades nutritivas y espirituales.(12) También es común la utilización de otras especies vegetales que crecen a 3.800 metros de altura, como la wachanka y el llalli wangu (espina colorada). Igualmente disponen de variedades propias de otras regiones, como la sawila (aloe), andrés walla (parkii) y el árbol de copaiba. De su farmacia forman parte asimismo ciertos minerales y sustancias animales deshidratadas.

Su práctica médica, no obstante, resulta incompleta sin los rituales (challar). Además de las ofrendas a la Pachamama y a los antepasados, el kallawaya prepara mesas ceremoniales. Prefiere hacer sus trabajos de curación (simbólica, en lenguaje de los antropólogos) los días lunes, miércoles y jueves; sobre todo durante el mes de agosto cuando el cielo y la tierra permiten una mayor comunicación con los espíritus. Suele acompañar la música, interpretada por grupos llamados kantus. Se pide consejo a los Achachilas sobre el origen de la enfermedad y la manera adecuada de tratar al paciente. Se utiliza, por supuesto, el antiguo lenguaje secreto.

Las mesas rituales son de tres categorías: blancas, grises y negras. La blanca es la que permite resolver los problemas de salud; las grises purifican el ajayu y las negras son para devolver las desgracias a quien las ha causado.(13) Las ofrendas, que tienen lugar sobre todo en las montañas y los cerros, pueden incluir alimentos, animales, algodón, vino dulce y claveles que representan deseos. Doce hojas de coca, además, sirven de instrumento para leer el futuro y consultar sobre el paciente. A cambio de salud y bienestar, la naturaleza y los espíritus son así recompensados.

Patrimonio de la humanidad

La existencia de las diferentes culturas indígenas de América Latina y de Los Andes en particular, está seriamente amenazada por un conjunto de factores económicos y políticos adversos. Enfrentan la exclusión, la pobreza, el asesinato, la militarización de sus territorios y la destrucción de los ecosistemas indispensables para su subsistencia. Los enemigos son internos y externos.

En este contexto, claro está, el patrimonio de los kallawayas no está a salvo. Las normas que rigen la economía internacional constituyen, sin duda, una de las principales amenazas. Los tratados de libre comercio con los Estados Unidos como el ALCA o sus versiones reformadas, pretenden obligar a los países miembros a conceder patentes no sólo sobre especies vegetales y animales, también incluyen procedimientos diagnósticos, terapéuticos y quirúrgicos. Se trata de invalidar el carácter comunitario de los conocimientos, permitiendo a las transnacionales biotecnológicas y farmacéuticas la apropiación privada de la sabiduría de los pueblos y la biodiversidad. Han calculado, a saber, en más de 40 mil millones de dólares al año el valor de mercado de las plantas medicinales utilizadas por las diversas comunidades indígenas.

No obstante, la oposición creativa y organizada a estos intereses está presente de variadas maneras. En algunas localidades de Bautista Saavedra como Curva y Chajaya, por ejemplo, los kallawayas están instalando centros con el objeto de mantener herbolarios e incluso un laboratorio para el estudio de las plantas. Igualmente se dictan talleres como el que dirige Hilarión Suxo, con el fin de adiestrar a mujeres y jóvenes en la elaboración de los medicamentos tradicionales.(14) Su mundo, además, cuenta ahora con el reconocimiento internacional. La Asamblea General de la UNESCO, celebrada en París en 2003, le otorgó la denominación «Obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad». Una distinción que se concede a aquellas expresiones culturales consideradas especialmente vulnerables.(15)

En noviembre de 2003, asimismo, un líder kallawaya, Carlos Eduardo Medina, por primera vez en la historia de Bolivia tuvo la oportunidad de expresar ante el mundo las diferentes posiciones de los pueblos indígenas, incluyendo el rotundo rechazo a los acuerdos de libre comercio. Sucedió en la XIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, celebrada en Santa Cruz de la Sierra poco después del levantamiento social que terminó con la renuncia de Sánchez de Losada. Su discurso comenzaba así: «Señores Presidentes, Su Majestad Rey Juan Carlos de España, Autoridades. He aquí nosotros. Quién lo diría. Muchas cosas tuvieron que suceder en esta tierra en los últimos siglos y muchas otras más en los últimos días, para que estemos aquí, en este lugar que sabíamos, creíamos, que nos sería negado. Todos sabemos lo que hablamos, pero nosotros, bolivianos, bolivianas, más que todos…». El espíritu de resistencia, sin duda, también habita en las montañas junto a los Achachilas.

(XXXVI)
Madrid, 6 de junio de 2004

Notas

* Economista. Especialista en Cooperación internacional al desarrollo sostenible. Corresponsal de Associazione Culturale Selvas.org, Osservatorio Indipendente sulla Regione Andina de Milán.

1. Echanges Cultures Latinoamericains (ECLAT). Generalidades de la cosmovisión kallawaya. En: www.bioetica.org; abril, 2004.

2. Esteban Galera. Kallawayas: médicos de Los Andes. Revista Derechos para todos, Nº 7. Marzo, 2002.

3. Alex Ayala. Los últimos kallawayas. Médicos naturistas viajeros. Revista Escape. En: www.nuevodia.com; 2003.

4. AA.VV. Simposio Internazionale Sulla Medicina Indigena e Popolare del’America Latina. IILA. Roma, 1979.

5. Durval Ferreira. La farmacia de los curanderos. Revista ABCfarmacia. Brasil, s.f.

6. La ritualidad de los kallawayas. En: www.monografias.com

7. Alex Ayala; Art. cit.

8. Esteban Galera; Art. cit.

9. Hilarión Suxo, kallawaya de Pampablanca.

10. Esteban Galera; Art. cit.

11. Alex Ayala; Art.cit.

12. La leyenda cuenta que Kjanachuym, un anciano del tiempo de los incas, fue quien recibió la revelación de las propiedades de la planta. Para los kallawayas, proviene de origen divino: una hermosa diosa tomaba a veces aspecto humano; su belleza hechizaba a los hombres a quienes seducía. Los ancianos y las esposas rechazaron su conducta, tomando la decisión de matarla. La enterraron en tierra muy fértil, donde llovía mucho. Del polvo de su cuerpo brotó un arbusto cuyas hojas tenían propiedades maravillosas, como aliviar los dolores y provocar el optimismo por la vida. La diosa se vengó así, haciendo que los hombres deseen masticar permanentemente las hojas prodigiosas. (ECLAT; Art. cit.)

13. Alex Ayala; Art. cit.

14. ECLAT; Art. cit.

15. Se han reconocido en total 47 obras maestras. América del Sur cuenta con cinco de ellas: el Carnaval de Oruro (Bolivia); la tradición oral y manifestaciones culturales del pueblo Zapara (Ecuador-Perú); la cosmovisión andina de los kallawayas (Bolivia); el Carnaval de Barranquilla (Colombia); y las expresiones orales y gráficas de los Wajapi (Brasil).


© Los artículos del presente Boletín pueden reproducirse citando la fuente

Diversidad y Plurinacionalidad

Luis A. Macas A.


Es evidente que en los últimos tiempos se ha visto el crecimiento cualitativo importante de los Pueblos y Naciones originarias del continente. Creo que los distintos pueblos indígenas, hoy en día, en los diferentes Estados y Naciones de esta región, su presencia es innegable, nos hemos constituido en un actor fundamental dentro de las sociedades nacionales, estamos y estaremos siempre presentes.

Los estudiosos dicen que somos un actor nuevo en América Latina, una nueva emergencia de entre los pueblos y movimientos sociales aún que debemos decir, que siempre estuvimos presentes y siempre hemos actuado, tal vez desde una nueva condición de actores, hemos hecho presencia y actuado en los últimos tiempos, en un escenario difícil y adverso para los pueblos indígenas, pero que ha generado importantes cambios en cada uno de los países de América Latina, desde nuestras propuestas también es una evidencia, como es la estrategia de lucha en el planteamiento de la interculturalidad como un principio político ideológico. Este proceso se ha venido trabajando desde el Movimiento Indígena Ecuatoriano. La propuesta de la interculturalidad para nosotros tiene una gran profundidad, en el sentido en que este planteamiento ha tocado la esencia misma del poder dominante y del sistema económico vigente.

La interculturalidad primero parte del reconocimiento de la diversidad de culturas, de sociedades, de indentidades, pero que desde su constitución los Estados nacionales no lo han hecho obviamente desde su visión uninacional, vertical y excluyente. En este sentido el movimiento indígena en esta región, con sus propuestas y acciones, del reconocimiento de la diversidad, de la constitución de una sociedad intercultural, de la construcción de un Estado plurinacional ha dado un remesón a la sociedad, a los estados nacionales y al poder en América Latina; por tanto la premisa fundamental de la interculturalidad es el reconocimiento de esa diversidad de pueblos, culturas, de procesos históricos, de identidades distintas en cada uno de los Estados Nacionales. Desde la tarea de nuestros pueblos a través de sus organizaciones la interculturalidad implica que debemos generar espacios de debate sobre las temáticas de revisar, recuperar y fortalecer nuestra identidad, tenemos que regresar y estar conscientes de nuestros orígenes porque en ella están los valores, principios y saberes.

Podemos hablar de la interculturalidad en tanto estemos fortalecidos en nuestra propia identidad, de las particularidades diversas, de nuestras propias características, sopena de diluirnos en la dispersión o terminar sometidos desde el discurso de la sociedad dominante y el poder. No podemos hablar de interculturalidad solamente desde el discurso o de un simple diálogo de culturas; es importante que desde los pueblos y naciones originarios aportemos hacia el cambio del sistema y de las estructuras. Es decir que la propuesta indígena de la interculturalidad debe ser de alto contenido político.

Otro elemento fundamental en el que debemos estar claros en el proceso de la interculturalidad, es que, los valores, principios, conocimientos, sabiduría de nuestros pueblos no solamente deben ser recuperados y archivados, sino que deben ser ofrecidos como un aporte desde nuestros pueblos a la sociedad en su conjunto en función de cambio, como elementos sustanciales de un planteamiento alternativo.

Creo que la propuesta de la interculturalidad va más allá de simplemente sentarnos a conversar cuan diferentes somos o no somos, o de las particularidades, no es solamente esa conversación sino trasciende mucho más allá, podemos conjugar los intereses, estamos en condiciones de forjar una sociedad justa, equitativa y solidaria, entonces para ello debe estar presente algo que nos identifique en las perspectivas. Así conversando de la experiencia en nuestro país hemos dicho: cómo podemos hablar de interculturalidad si existe un poder dominante, pueblos y culturas subordinadas, desde su visión. Y es un poder agresivo y violento que está prácticamente arrasando con pueblos, culturas y sociedades.

Otro de los ejes fundamentales en la propuesta de la interculturalidad desde el movimiento indígena, es el cuestionamiento al sistema político, un sistema político carente de representatividad y legitimidad, cuyo ejercicio de la política se caracteriza por la concentración del poder político y económico en manos de una elite privilegiada. El concepto y la práctica de la democracia totalmente vulnerada, está diseñada en función de cumplir y lograr los intereses de una minoría que ostenta el poder.

¿Qué significa para nosotros, los pueblos y naciones indígenas, la democracia?. ¿Cuál ha sido la concepción de la democracia para los pueblos indígenas desde que se ha instaurado en América junto a los Estados Nacionales?. La construcción de los Estados trae consigo la democracia, ¿pero a qué lógica obedece?. Cuando se habla de democracia desde la época y la lógica de Aristóteles que fue un valuarte para la Revolución Francesa, pero esta misma concepción de democracia llega a nuestros territorios, ¿qué significa eso para nosotros, es o no válido para la convivencia de nuestros pueblos?.

En nuestros pueblos históricamente ha regido la institución y el sistema de consensos que es un valor y principio fundamental e importante en nuestras decisiones y resoluciones de manera participativa.

En lo político creo que hay que establecer con absoluta claridad, ¿cuáles son las diferencias?, ¿cómo nuestra práctica consensual a través del mecanismo del diálogo puede influir en algunas democracias y prácticas políticas la región?, ¿cómo debería ser el andamiaje democrático participativo no solo en nuestras pueblos, sino en la macropolítica?. ¿Cómo balanceamos entre lo que nos traen como democracia y el sistema comunitario de los consensos que aún sigue vigente?.

Decimos en los mismos términos respecto del modelo económico, es tan diferente la propuesta que nos traen desde afuera, precisamente en base al sistema de acumulación, a la apertura de mercados, pero con una sola dirección: la concentración de la riqueza y la circulación de capitales, de bienes y servicios. ¿Dónde queda lo comunitario con este modelo en nuestros pueblos?. ¿Dónde queda la reciprocidad de nuestros pueblos?, ¿el principio de la redistribución?. Esas diferencias no solamente nosotros las estamos estableciendo, que es una prioridad y obligación; sino que los impulsores del modelo económico neoliberal ya lo establecieron. Por eso el discurso y la intervención de los organismos multilaterales, con mayor veemencia en nuestras comunidades con pretextos de fortalecer los poderes locales con diseños que obedecen a una asimilación distorsionada del discurso de la diversidad, que procura la atomización de las comunidades y la dispersión de la unidad.

La interculturalidad en la línea de lo epistémico que sugiere Catherine Wash, implica la descolonización del pensamiento, romper con la dependencia y el sometimiento de la racionalidad y el pensamiento occidental desde la creación de espacios de análisis y debate en cada una de nuestras nacionalidades y pueblos. Hablamos entonces, de retomar ese pensamiento propio, de recuperar el espacio de construcción de nuestros conocimientos.

Hay que empezar precisamente a trabajar en dirección a cuestionar los paradigmas de occidente sobre la cultura, la economía, la política y confrontar con el paradigma de Abya Yala, nuestro ejercicio cotidiano debe tener como fundamento los conceptos y categorías cuya construcción se remontan a miles de años, valorar y reconstruir nuestra institucionalidad como una opción. Es decir que, es necesario profundizar y revitalizar la construcción de una teoría social y política propia como un proyecto alternativo y transformador en base a principios, valores y conocimientos vigentes en la actualidad, prácticas históricas de nuestros pueblos, como entidades culturales, sociales, económicas jurídicas y políticas.


© Los artículos del presente Boletín pueden reproducirse citando la fuente

Leave a reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *